El mes pasado las cadenas de televisión norteamericanas realizaron lo que se conoce como upfronts, la presentación de la programación de la próxima temporada ante los anunciantes y, de paso, los críticos y la prensa general. Entre todos los proyectos nuevos y los regresos más o menos esperados destacó un hecho singular: la compañía productora de Jerry Bruckheimer había conseguido que para la temporada 2005-2006 un total de diez series estuvieran en las parrillas de tres cadenas diferentes. Gracias a las cuatro nuevas series que habían recibido el visto bueno (sobre un total de cinco pilotos) Bruckheimer conseguía superar al que hasta el momento había sido el productor más prolífico de la historia de la televisión norteamericana, Aaron Spelling, que a mediados de los ochenta logró tener siete en antena a la vez (aunque hay que añadir que Spelling tiene especial mérito porque entonces sólo había tres cadenas frente a las siete actuales). Antes del 2000, el año en el que 'C.S.I.' llegó como un terremoto, hubiera sido difícil imaginarse que en tan poco tiempo Bruckheimer iba a conseguir dominar de una forma tan espectacular el panorama televisivo. Al fin y al cabo, se había hecho conocido (e increíblemente rico) produciendo películas caracterizadas por la demostración pirotécnica como "Superdetective en Hollywood", "Top gun", "La roca" y "Pearl Harbor". La ficción para televisión, debido a la limitación de presupuestos y la preeminencia de actores y guiones por encima de los efectos especiales, no parecía su medio más propicio. De hecho, en la televisión norteamericana, al contrario que el cine, la inmensa mayoría de los productores son guionistas que han ido subiendo en el escalafón de la industria.
Después de la muerte de su socio Don Simpson a mitad de los noventa y habiendo logrado marcar su impronta (para bien o para mal) en el cine, Bruckheimer puso sus miras en la televisión. Él no iba a ser un productor tradicional de televisión, un escritor con poder como David Chase con 'Los Soprano' o Aaron Sorkin con 'El ala oeste de la Casa Blanca', sino el tipo de los grandes conceptos que iba a delegar en escritores y profesionales del medio su puesta en práctica, más o menos como siempre ha hecho Aaron Spelling. Como hombre de cine, el interés de Bruckheimer iba a llegar mucho más desde la forma que desde el contenido. Desde luego, el momento no podía ser más propicio. Después de la revolución a nivel narrativo y de temas que se vivió en los ochenta con series como 'Canción triste de Hill Street' y 'La ley de Los Angeles', los noventa fueron el momento de lo que se ha venido a denominar televisualidad, la paulatina importancia de la imagen en un medio caracterizado por la abundancia de diálogos y el esquematismo de la puesta en escena. 'Twin peaks' y 'Expediente X', con sus arriesgados tratamientos visuales, marcaron una senda que hoy en día nos ha llevado a experimentar series con valores de producción más asociados a la gran pantalla que a la pequeña como 'Alias' o '24'. Al fin y al cabo ahí reside la originalidad de 'C.S.I.' y sus dos clones. Las series sobre investigación criminal se llevan haciendo con fortuna en la televisión norteamericana desde hace más de cincuenta años, pero 'C.S.I.' fue rechazada al principio porque se había convertido en un género que no interesaba a las audiencias jóvenes deseadas por los anunciantes. Sin embargo, el programa contaba con una dirección ágil que mostraba de forma efectista el impacto de una bala contra la carne, el efecto de un veneno en la sangre o la presencia de un casi invisible pelo en un suelo encharcado en sangre. En 'Sin rastro' vemos a las personas desvanecerse al comienzo de cada capítulo y en 'Caso abierto' el pasado y el presente se confunden combinando en las mismas escenas a los actores que interpretan a los personajes en las diferentes épocas. Las historias las habíamos visto mil veces, pero nunca de forma tan atractiva para nuestros ojos. Y todo ello con una fotografía expresiva que da a las series un tono particular y la utilización constante de canciones en unas elaboradas bandas sonoras. Por ello no es raro que Quentin Tarantino, un experto en la explotación de la carne y la sangre, haya dirigido gustoso el último capítulo de la quinta temporada de 'C.S.I.', visto por más de treinta millones de espectadores en su estreno.
Otra clave del éxito de Bruckheimer ha sido mimar el talento de escritores que hasta el momento no habían tenido grandes oportunidades. Anthony Zuiker hacía poco que había dejado de conducir un taxi para ganarse la vida cuando creó 'C.S.I.' y Hank Steinberg apenas había escrito un par de telefilmes cuando tuvo la oportunidad de poner en marcha 'Sin rastro'. Bruckheimer también ha potenciado al talento femenino, algo poco común en una industria donde su presencia continúa siendo minoritaria. Ann Donahue y Carol Mendelsohn eran veteranas guionistas pero no habían tenido la oportunidad de impulsar sus propios proyectos. Las dos, junto a Anthony Zuiker, han creado 'C.S.I.: Miami' y 'C.S.I.: Nueva York', con Mendelsohn convertida en la productora principal de 'C.S.I.' y Donahue ocupando el mismo puesto en 'C.S.I.: Miami'. Y Meredith Stiehm, una joven guionista que trabajó en 'Sensación de vivir' y 'Urgencias', es la creadora y productora principal de 'Caso abierto'. Además, con la nueva serie 'E-Ring' David McKenna, guionista de "American History X" y "S.W.A.T.", da el salto a la televisión. El talento cinematográfico, tanto a nivel de directores como de guionistas, es especialmente valorado por Jerry Bruckheimer.
Pero no todo es tan idílico en el paraíso Bruckheimer. Aparte del reality-show 'The amazing race', la totalidad de sus series (al menos las que se han convertido en éxitos) han estado protagonizadas por policías, lo que en general hace que en su conjunto resulten un poco repetitivas. Sobre todo, cuando 'C.S.I.: Miami' y 'C.S.I.: Nueva York' directamente cambian a los actores y los nombres de los personajes, pero mantienen su esencia (un jefe un poco peculiar, una ayudante femenina veterana, tres ayudantes más jóvenes, una mujer y dos hombres, uno de los cuales tiene un componente étnico). Quizás por ello 'C.S.I.: Nueva York' está siendo una notable decepción. Las tres 'C.S.I.' carecen de emoción en sus historias, algo que sobra en 'Sin rastro' y, especialmente, en 'Caso abierto', que rivalizan por ser la mejor serie del quinteto ofreciendo personajes con historia que son más que meros bocetos. En sus nuevas series Bruckheimer busca un poco de variedad para no agotar la fórmula. Con 'Modern men' prueba su primera comedia, 'E-Ring' muestra el trabajo en el Pentágono, 'Just legal' sigue las desventuras de un abogado veterano y su superdotado protegido, y 'Close to home' está protagonizada por una fiscal que debe combinar el trabajo con su reciente maternidad. De Jerry Bruckheimer probablemente nunca veremos series innovadoras como '24', 'Los Soprano' o 'Perdidos', plagadas de genialidades pero también muchos riesgos. En su lugar Bruckheimer se ha convertido en el rey de la televisión norteamericana ofreciendo una fórmula predecible y conservadora dirigida a un espectador medio que sólo quiere pasar un rato entretenido con un buen misterio que muestra un mundo más parecido a cómo debería ser que a cómo es realmente. El verdadero secreto de su éxito es hacerlo con profesionalidad, un puñado de actores competentes y una brillantez visual que nos recuerda que la televisión también debe ser un estímulo para los sentidos.