Un niño sale a las calles de Birmingham con el cuerpo repleto de explosivos dispuesto a convertirse en un mártir. En Londres las sirenas de ambulancias y coches de policía ensordecen el ambiente mientras que decenas de personas ensangrentadas gritan pidiendo ayuda. En un hostal de esa misma ciudad los huéspedes caen fulminados por la acción de un letal gas durante la incompetente fabricación de una bomba. Son escenas de programas de ficción producidos en Gran Bretaña durante los últimos tres años. El 7 de julio de 2005 imágenes reales de sufrimiento y destrucción inundaron los telediarios de todo el mundo cuando una cadena de atentados sembró Londres de muerte. Esa noche el irónico destino quiso que, cuando el informativo de Antena 3 finalizó, el siguiente lugar en la parrilla estuviera ocupando por '24', una popular serie que mostraba precisamente el desarrollo de un ataque terrorista. Las novelas, películas, series de televisión, cómics y videojuegos tienen como objetivo principal el entretenimiento, pero también son un reflejo del mundo en el que vivimos, de nuestros deseos y nuestros miedos. En enero de 2005 el experto en anti-terrorismo (y azote de la administración Bush) Richard Clarke publicó en la revista 'The Atlantic Monthly' un relato corto titulado 'Ten years later' ('Diez años después') en el que fantaseaba con un futuro en el que el terrorismo, amparado en políticas equivocadas y la falta de medidas de prevención, era una realidad cotidiana. La polémica que provocó parece a todas luces desproporcionada teniendo en cuenta que la ficción para televisión norteamericana lleva haciendo algo parecido desde el 11 de Septiembre. En su segunda temporada '24' mostró a la ciudad de Los Ángeles amenazada por una bomba nuclear, mientras que en la tercera cientos de personas morían en un hotel infectado por un virus. La miniserie 'Traffic' se centra en un ataque biológico con una variedad letal de la viruela y en el telefilme 'Meltdown' el objetivo es una planta nuclear. Gran Bretaña sintió el 11 de Septiembre muy cerca, ya que además del medio centenar de víctimas de esa nacionalidad, mantiene unos estrechos vínculos culturales y políticos con Estados Unidos. Así pues era lógico que los creadores televisivos británicos exploraran el miedo a un ataque que parecía inevitable.
La serie de la BBC 'Spooks' (2002-) se centra en las actividades del MI5 y sus esfuerzos por prevenir todo tipo de amenazas a la seguridad del país. Desde el principio el terrorismo islámico ha sido una presencia constante, con el último capítulo de la primera temporada (de título 'El menor de dos males') dedicado a un atentado a una estación de tren evitado con la colaboración, paradójicamente, del IRA. En la segunda temporada, el capítulo 'Mosque' muestra cómo una mezquita de Birmingham es utilizada para reclutar a terroristas suicidas y el MI5 debe acudir a un extranjero ante la falta de agentes árabe-musulmanes imprescindibles para controlar el extremismo religioso. Como en buena parte de la sociedad occidental, la comunidad árabe-musulmana es numerosa en Gran Bretaña, lo que plantea el problema de hasta qué punto se puede representar el problema de seguridad más importante al que se enfrenta el país sin demonizar a un segmento completo de la población. Así que se ha creado el arquetipo del buen árabe-musulmán, un agente joven y religioso que pretende compensar los crímenes cometidos en nombre de su fe mostrando unas cualidades heroicas rayanas en la santidad, hasta el punto de sacrificarse a sí mismo, como ocurre en 'Mosque', si es necesario. En la tercera temporada de 'Spooks' la amenaza del fanatismo religioso se hace si cabe más presente, apareciendo en tres de los diez capítulos, como respuesta a la situación de tensión ocasionada por la guerra en Iraq y los atentados de Madrid. En el último de ellos una célula secuestra a un grupo de agentes del MI5 y exige la retirada de las tropas de Iraq.La siniestra serie de ciencia-ficción 'Battlestar Galactica' (2003-) ha sido creada por el norteamericano Ron Moore para el Sci-Fi Channel, pero cuenta con importante apoyo financiero de Sky TV, el canal más importante de la plataforma de televisión por satélite del país. 'Battlestar Galactica', que se estrenó en Gran Bretaña antes de llegar a Estados Unidos, relata la aniquilación de una sociedad humana como si de un atentado terrorista se tratara: algo imprevisto y brutal. Cuando un grupo de supervivientes se agrupan en una pequeña flota de naves huyendo del holocausto una de ellas se convierte en centro de peregrinación al que los refugiados acuden con fotos de sus seres queridos, que llenan las paredes de largos pasillos. No es difícil apreciar las similitudes entre los villanos de 'Battlestar Galactica', una raza de robots llamados Cylones, y un grupo terrorista. Los Cylones han conseguido desarrollar modelos indistinguibles de los humanos que se han infiltrado en la flota de supervivientes como si se tratara de una célula terrorista durmiente a la espera de la orden para atacar. El fanatismo es otro elemento del conflicto, ya los Cylones tienen una fuerte religiosidad y creen en un Dios único, que los ilumina y los protege, frente a la mitología politeísta de los humanos. Al situarse en el terreno de la ciencia-ficción, el mundo paralelo de 'Battlestar Galactica' explora el temor a que el terrorismo destruya nuestra sociedad, pero no porque consiga aniquilarnos a todos, sino porque haga que renunciemos a nuestros valores de tolerancia, libertad y respeto a los derechos civiles en busca de una prometida seguridad.
Desde una clave más realista, la miniserie 'The grid' (2004), co-producida por la BBC y el canal de cable norteamericano TNT, ofrece un vistazo a la situación del terrorismo globalizado a través del trabajo de un equipo internacional que debe detener una cadena de atentados ideada por un lugarteniente de Bin Laden, que pretende así debilitar la economía de los países occidentales. Dos de los protagonistas son un agente del MI5 y una espía del MI6, los servicios de seguridad interior y exterior respectivamente del gobierno británico, y en suelo londinense ocurren dos atentados terroristas especialmente aterradores. Los artífices de 'The grid', entre ellos Brian Eastman, productor de la brillante miniserie 'Traffik' (en la que se basaba la famosa película), centran su mirada en las dificultades de perseguir al terror debido a la burocracia y la desconfianza entre los diferentes servicios de seguridad: el MI5 y el MI6 están tan a gusto trabajando juntos como la CIA y el FBI norteamericanos, pero todos deben colaborar para lograr resultados. Frente al habitual plano retrato del terrorista, el villano principal es un profesional del crimen para el que matar no es tanto una misión divina como una forma de vida desde sus tiempos como enlace con la CIA en Afganistán durante la ocupación soviética. Su mano derecha es un médico egipcio al que la ira por la miseria y la opresión que vive en su país lo sumerge poco a poco en el fanatismo integrista. No se trata de justificar el terror, pero sí de entender su mecanismo de funcionamiento para poder extirpar sus raíces.
La BBC también ha producido dos telefilmes catastrofistas dirigidos por Daniel Percival, 'Smallpox' (2002), que narra un ataque terrorista con el virus de la viruela, y 'Dirty war' (2004), en el que una célula integrista logra detonar una bomba sucia (es decir, con residuos radioactivos) en el centro de Londres. De forma casi profética, los terroristas eligen los alrededores de la estación de Liverpool Street, uno de los escenarios de la masacre del 7 de julio. La película pretende ser una denuncia de la escasez de recursos dedicados a la prevención y la preparación ante sucesos de ese tipo mientras se financian guerras en el exterior. Cuando lo peor ocurre, los políticos quedan impotentes frente al caos padecido por unos ciudadanos completamente desorientados. 'Smallpox' y 'Dirty war' son ejemplo del tono sensacionalista que suele tomar el tratamiento del terrorismo en televisión, en el que si los ataques no amenazan con provocar miles o millones de muertos parecen irrelevantes. Se buscan atentados muy sofisticados con armas nucleares o virus mientras que en la realidad una pequeña cantidad de explosivos es suficiente para cometer un asesinato masivo. Con ello también se evita recordar lo ingenua que es nuestra sensación de seguridad, pero también alertar de que lo peor todavía puede estar por venir. Después del 7 de julio de 2005 la televisión británica tendrá más motivos para sumergirse en el horror del terrorismo, aunque a partir de ahora con la línea que separa a la realidad de la ficción más difuminada que nunca.