Tras los atentados del 11-S, el mundo asisitió a una furibunda reacción por parte del gobierno de Estados Unidos contra el terrorismo islamista, que se tradujo en cientos de detenciones, sobre todo en Afganistán, de personas presuntamente vinculadas a Al Qaeda y al ejército taliban. Los prisioneros fueron internados en la cárcel de Guantánamo. Este lugar, que pertenece a Estados Unidos pero no es considerado territorio estadounidense, se convirtió en un limbo legal, donde podían ser retenidos sin pruebas, sin acceso a abogados, torturados e interrogados sin ninguna de las garantías que establecen las leyes internacionales. Para conocerlo por dentro, Jon Sistiaga ha elaborado un reportaje especial Noticias Cuatro, bajo el título de Infierno Guantánamo, que se emitirá el viernes 18 de septiembre a las 23:15h en Cuatro.
"Los presos aquí viven como reyes". El sargento Roberto, encargado de la custodia de los presos de Guantánamo, suelta la frase y después una risa de autocomplacencia. Y se explica: "Tienen tres comidas al día, ahora pueden ver a sus abogados y hasta recibir cartas de la familia, tienen duchas, juegan al fútbol... Viven mejor que en cualquier prisión de los EEUU. Yo si fuera preso quisiera estar en Guantánamo". Roberto no sabe el nombre de ninguno de los presos a los que vigila, sólo sus números. Tampoco tiene ninguna intención de conocerlos o simpatizar con ellos y cree que eso revela una actitud profesional. No hay que quererlos, pero tampoco hay que odiarlos, ese es su lema. Roberto sólo se bloquea cuando se le pregunta si estar encerrado seis años en jaulas de zoológico, sin ver a un juez, sin saber de que te acusan, sin que presenten pruebas en tu contra y sometido a torturas continuas, es vivir como un Rey. "Yo de eso no entiendo, es cosa de políticos" acierta a decir Roberto, como la mayor parte de los soldados que ejercen de carceleros en Guantánamo, está en la prisión de manera voluntaria por que se cobra más y dan puntos para ascender.
La censura militar ha sido implacable con el reportero, al que ha mutilado el 40% del material grabado. Por eso, en el reportaje se ofrecen testimonios de ex presos de Guantánamo y sus abogados grabados en lugares como Londres, Madrid o Washington que sirven para contrastar la versión amable que esa censura intenta dar de la prisión. "Aquí se les trata de manera segura, humana, legal y transparente", insiste el Almirante Thomas Copeman, al mando de la misión. Sin embargo, al reportero no se le permite contactar con los presos, ni hacerles preguntas, ni sacar sus caras, ni por supuesto, grabar sus gritos de socorro. Todo queda, como mucho, almacenado en la memoria. Como los gritos desesperados de los reclusos del Campo Cinco, el de máxima seguridad, donde están los más duros o los más irreductibles. "Son unos mentirosos, no creas a los guardianes. Son torturadores", gritan a través de los ventanucos de sus celdas al periodista.
En Guantánamo todo está pensado para ir robando, poco a poco, la dignidad de cualquier preso. En la biblioteca de la cárcel insisten que a los reos les encanta leer Harry Potter, pero que no les dan ningún texto legal o sobre derechos humanos para que no puedan utilizarlos a su favor. En la cocina dicen que les preparan seis menús diferentes, pero al final, como dicen muchos ex presos, nadie evita que el guardián de turno escupa en el plato. En el hospital aseguran que sobre todo curan heridas y magulladuras que los presos se hacen... jugando al fútbol. El coronel Vargo, encargado de interrogar a los detenidos ironiza ante la cámara: "Pues claro que aquí no torturamos. No se por que se describe este sitio como una especie de Neverland, de país de nunca jamás. No es así..."
Jon Sistiaga entra también en el conocido como Campo Rayos X, aquel infame lugar donde los presos llegaban vestidos con monos naranjas, y aislados sensorialmente con antifaces y orejeras. Ahora es un paraje abandonado lleno de ratas y serpientes, pero todavía, al pasear por esas celdas, se puede sentir esos sonidos del pasado en forma de gritos, humillaciones y torturas. El reportaje muestra incluso las salas donde se interrogaba a los prisioneros y donde, como reconocen muchos ex presos, eran sometidos a todo tipo de vejaciones. "Nadie te quita el estigma de haber pasado por Guantánamo. Siempre hay alguien que te mira como diciendo: seguro que es un terrorista", reflexiona Moazzan Beg, puesto en libertad sin cargos ni acusaciones después de tres años en la isla.
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Quedan apenas 200 presos en Guantanamo. El general Rafael O'Ferrall, al mando de los guardias, dice que los que quedan "algo hicieron", sin especificar el qué. Hace unas semanas, su comandante en jefe, el presidente Barack Obama, dijo solemnemente que Guantánamo se había convertido en un símbolo que reclutaba más terroristas que los que ayudaba a detener. Infierno Guantánamo atraviesa las puertas de ese limbo legal, de ese lado oscuro de la lucha global contra el terrorismo que se ha convertido, como dice Obama, en un auténtico desastre que costará mucho arreglar.