El 7 de marzo de 1933 el público que acudió al Radio City Music Hall de Nueva York tuvo la oportunidad de ver por primera vez una de las aventuras más extraordinarias que se han proyectado nunca en una pantalla. La historia de una isla perdida en mitad del océano poblada por animales prehistóricos y habitada por una tribu salvaje que ofrecía sacrificios humanos a un simio gigante, un ser feroz convertido en un verdadero dios. Su nombre, "King Kong".
Jueves, 7 de marzo:
19:25 "King Kong" (King Kong, 1933)
22:00 "King Kong" Remasterizada (King Kong, 1933)
"King Kong", fruto de un sueño
Según la leyenda del filme, Merian C. Cooper comenzó a idear la historia de King Kong una mañana después de haber soñado con un gorila gigante que atacaba Nueva York. También le influyó, sin duda, la lectura de novelas como La tierra que el mundo olvidó, de Edgar Rice Burroughs, y El mundo perdido, de Arthur Conan Doyle, que había tenido ya una versión cinematográfica.
Posteriormente vendió la idea a los ejecutivos de la RKO mostrándoles una secuencia de prueba con unas maquetas fabricadas por Willis H. O'Brien, el mítico especialista en efectos especiales. Los directivos se sorprendieron. Nunca habían visto nada igual y dieron luz verde a la producción. Un proyecto que tuvo varios títulos: "The Beast", "La octava maravilla", "El mono", "Ape King, Kong"... Finalmente fue el productor David O. Selznick quien bautizó la película con el nombre que todos conocemos: "King Kong".
La actriz Fay Wray
La técnica del stop-motion
Lo más complicado, naturalmente, fue dar vida al gran gorila. Se utilizaron varias maquetas del animal, la más pequeña de dieciocho centímetros, y sus movimientos se filmaron siguiendo la técnica del stop-motion, es decir, fotograma a fotograma. La Isla de la Calavera, la morada de King Kong, era en realidad un conjunto de decorados que habían aparecido un año antes en largometrajes de aventuras como El malvado Zaroff y Ave del paraíso.
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Pero en la pantalla nada de eso importaba. Allí los espectadores veían a un gigantesco que rugía, luchaba contra un enorme tiranosaurio, era capturado y llevado a Nueva York. Finalmente huía por sus calles hasta que llegaba al rascacielos más famoso de la ciudad, el Empire State Building. Escalaba sus paredes y, ya en lo más alto, luchaba contra unos aviones que le disparaban. Un final que no tardó en convertirse en un icono del cine. Una película de aventuras pero con hondura romántica. Una variación del mito de la bella y la bestia que sigue siendo tan fascinante como el primer día.