Esta semana conocíamos que Modern Family es una de las series que más interés genera en todo el mundo, algo bastante curioso si tenemos en cuenta que se trata de una comedia que ni tiene tramas hiperelaboradas ni un misterio por resolver. Y ni falta que le hace porque el encanto de 'Modern Family' es otro. Sus historias son tan cercanas, tan absolutamente reconocibles y nos las explican con tantísima gracia que da igual que nos cuenten mil veces lo mismo, nos reímos igual. Y un gran ejemplo de ello es "Won't You Be Our Neighbor", probablemente uno de los episodios más equilibrados de lo que llevamos de temporada.
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La pareja joven cumplia todos los requisitos para convertirse en los vecinos perfectos: sofisticación, hijos educados, y un marido que trabaja de relaciones públicas para marcas de zapatos, al que le gustan los juegos de palabras y que colecciona vinos. Pero era demasiado bonito (y demasiado soso) para ser verdad y, como era de esperar, Phil y Claire los acaban ahuyentando en seguida. Ellos se lo pierden, claro, si les asustan las conversaciones involuntariamente sexuales y los gestos inocentes que pueden llevar a malentendidos probablemente no se mereciesen a los Dunphy como vecinos.
Los elegidos, en cambio, están curados de espantos y todo parece indicar que su llegada pondrá en más de un apuro a los Dunphy (¿apostamos por ver quién es el primero en 'intoxicarse' sin querer con alguno de los productos que comercializa el vecino? ¿Alex perderá el oremus por el hijo rebelde? ¿O lo hará Lucke?).
Guerra de armarios
En las tramas de los Pritchett-Delgado, sólo hay una cosa que funciona igual o incluso mejor que una Gloria gritona y es cuando se adentran en el ultracompetitivo mundo del almacenaje doméstico. Los dramas de Jay relacionados con los armarios siempre son divertidísimos, tanto como los nombres locos de las empresas (¿Closet Crazy World? ¿Closetfornia?), y esta vez no ha sido una excepción. ¿El detonante? El 'Sock It To Me' (o 'Sock 'N' Roll'), una simple caja de cartón con un par de agujeros que supuestamente resolvía el mayor problema de Jay en el dormitorio, aunque Gloria parece tener otra opinión.
La amenaza de espionaje industrial, al parecer una gran problemática dentro del sector, aviva la vieja guerra entre Jay y su archienemigo y ex-socio Earl Chambers, o lo que es lo mismo, entre Pritchett Closets and Blinds y Closets Closets Closets Closets (imposible mejor nombre para un negocio). Más de treinta años de odio y rencor acumulado que estalla por culpa del maldito Shakespeare, que hizo que los destinos de Manny y Sophia, nieta de Earl, se uniesen como si de unos Romeo y Julieta modernos se tratasen.
Quien bien te quiera, te hará te hará sufrir
Por último, los Tucker-Pritchett (o Maryanne y Ginger) vuelven a caer en la mala costumbre de querer arreglar algo que no está roto, y en esta ocasión le toca a la educación de Lily. La pequeña está estresada por la cantidad de deberes que le manda su nueva profesora, la señora Plank, y a sus padres no se les ocurre otra cosa que rogar y humillarse de mala manera para cambiarla a la clase de la señora Sparrow, muchísimo menos exigente y que da libertad absoluta a sus alumnos, sin siquiera comentárselo a la interesada.
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En resumen, lo mejor de "Won't You Be Our Neighbor" es que vemos que 'Modern Family empieza a introducir variantes. Hace unas semanas decíamos que la serie necesitaba cambios para no cambiar y parece que las piezas se empiezan a mover. Los nuevos vecinos de los Dunphy, con sus groserías, su falta de modales y su desvergüenza no sólo ha proporcionado el giro cómico que demandaba la trama sino que presumiblemente se convertirán, aunque sea por poco tiempo, en el contrapunto necesario para que los Dunphy sigan brillando. Por cierto, al final nos hemos quedado sin saber cómo se consigue que un pollo tenga el mejor día de su vida.