Un día después del éxito de audiencia cosechado con la emisión del capítulo piloto de 'Better Call Saul', ha llegado el segundo episodio, titulado "Mijo", para dar respuestas al gran cliffhanger con el que cerraba el estreno de la serie.
La abuelita Salamanca, el gran descubrimiento
Si el primer capítulo nos dejaba con Tuco Salamanca (Raymond Cruz) apuntando a James McGill (Bob Odenkirk) con una pistola, el segundo capítulo arranca unos minutos antes, pero desde otro punto de vista, el interior de la casa. Todo empieza cuando la abuelita Salamanca -ese gran descubrimiento de la serie-, que no habla inglés, invita a pasar a los gemelos patinadores para que se entiendan con su "mijo" (que sirve como título del episodio), su nieto, el narcotraficante Tuco.
Mientras Tuco manda a su abuela a ver la telenovela a su cuarto, los hermanos, que no saben con quién están hablando, continúan exigiendo dinero al narcotraficante por el accidente, si no, irán a la policía. Al narco no le hace ninguna gracia la situación, así que con el bastón de la abuela derriba a los pelirrojos.
La abuelita Salamanca
Y llega la cabecera, diferente a la del primer episodio. Si en el primero destacaba una figura de la Estatua de la Libertad, el segundo, con filtros rosas, se centra en el Suzuki amarillo del abogado. ¿En común? Las letras de "Creada por Vince Gilligan y Peter Gould" que tanto recuerdan a las que aparecían en las cintas caseras. ¿Cambiarán el opening en cada capítulo?
Tras escuchar unos ruidos en la planta de abajo, la abuela, ajena a todos los asuntos turbios de su nieto, decide echar un vistazo. Allí descubre una mancha de "salsa" en la alfombra, que Tuco no consigue quitar ni a base de escupitajos. Ante la posibilidad de que la abuela descubra todo el pastel, el narco vuelve a insistir en que se está perdiendo el culebrón, así que la mujer vuelve "corriendo" a su cuarto. La abuela es tan adorable y las situaciones tan macabras y surrealistas que es imposible no reírse con alguna de sus escenas.
Los patinadores no están muertos
Es en ese momento cuando llama a la puerta Jimmy y en el que Tuco, pistola en mano, le hace pasar a su casa, tal y como vimos al final de "Uno". Metido en un gran lío debido a un error, el abogado pregunta por una tal Betsy Kettleman, que obviamente nada tiene que ver con esta familia. La tan genial abuela vuelve a hacer acto de aparición, a la señora le interesa más lo que pasa en su casa que lo que ve por la tele, a pesar de no entender ni papa de inglés. La mujer, obsesionada con los refrescos y las manchas de salsa, bien merece una nominación al Emmy como estrella invitada, una robaescenas en toda regla.
Tal situación supera a McGill, que visto lo visto, lo único que pide entre lloros es marcharse de allí cuanto antes. Pero Tuco le conduce hacia el trastero de la casa, donde se encuentra a los patinadores amordazados y atados de manos y pies. Tras comenzar a desatarlos, uno de ellos confiesa, para ver si así consigue salir con vida, que todo el plan del falso accidente con su abuela fue ideado por el abogado para así poder hacerles chantaje.
El desierto de Nuevo México entra en escena
Tras un trayecto en furgoneta, McGill, los patinadores, Tuco y sus secuaces se encuentran en un paisaje que los seguidores de 'Breaking Bad' ya conocemos: el árido desierto de Nuevo México en el que tantas escenas clave tuvieron lugar. Allí Jimmy vuelve a ser interrogado por el traficante de drogas, que no termina de creerse la historia del abogado que en realidad quería estafar a los Kettleman y no a su abuela, tal como sucedió por error.
Al ser intimidado con unas tijeras de podar, el abogado termina inventándose una historia para no perder ninguna falange de la mano. Jimmy finge ser el agente del FBI Jeffrey A. Steele que, viendo el aspecto de la banda, adivina sin demasiadas complicaciones que están metidos en el negocio de la droga y que, para dar credibilidad a la trama, se inventa términos y el nombre de una operación inexistente, "King Breaker". Algo que parece hacer efecto sobre Tuco, aumentando su ego.
Jimmy McGill y Tuco Salamanca en el desierto de Nuevo México
Pero Nacho (Michael Mando), un compañero de Tuco, más comedido, no acaba de creerse la nueva historia. Así que, amenazado por este hombre, el abogado vuelve a relatar la historia inicial, explicando lo que realmente ha sucedido y pidiendo su libertad y la de los otros dos jóvenes, que aseguran que no les denunciarán por todo lo ocurrido.
Finalmente la banda decide dejar ir al abogado y, tras una ardua negociación, los hermanos también consiguen salir con vida, no sin antes partirles las piernas, literalmente, por haber ofendido a la abuela de Tuco.
La obsesión de Chuck por las ondas electromagnéticas
En casa de los McGill, seguimos descubriendo más cosas sobre las excentricidades de su hermano Chuck (Michael McKean), obsesionado con el daño que producen las ondas electromagnéticas en la vida. El hogar, sin ningún tipo de aparato eléctrico por petición de Chuck, que parece anclado en el siglo XIX, vive un incidente cuando un ebrio Jimmy se olvida de dejar el móvil en el buzón, antes de entrar en casa. El hermano, que se siente contaminado, se ve obligado a arroparse con una manta isotérmica para limpiarse de las ondas.
Jimmy McGill y su hermano Chuck, cubierto con una manta isotérmica
Jimmy y Nacho, una unión por obligación
Hasta que un día, en su cutredespacho en el salón de belleza, recibe la visita de un cliente. Nacho, el compañero de negocios de Tuco, ha decidido hacerle una visita a espaldas del narcotraficante jefe. Nacho quiere estafar a los Kettleman, los 1.600.000 dólares, que según Jimmy robaron de las arcas del condado, son muy apetitosos, así que quiere hacerse con el dinero. Para ello, necesita la ayuda del abogado, que debe descubrir el paradero del dinero. Pero McGill parece no querer meterse en más negocios turbios, después del encuentro por accidente con el clan de los Salamanca. Pero Jimmy no se ha dado cuenta de que ya está metido en ello y, si no quiere morir, acabará viéndose obligado a colaborar.
Nacho, compañero de negocios de Tuco Salamanca
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