La noticia del fallecimiento del humorista Pedro Reyes ha sobrecogido al mundo del cine y de la televisión española. Muchos han sido los que han expresado sus condolencias y han recordado anécdotas o momentos vividos junto al cómico. El más bonito de los recuerdos ha llegado de la mano de uno de sus mejores amigos, Pablo Carbonell, que ha escrito un artículo en El País recordando a su compañero.
Carbonell, que fue el primero en dar la noticia a través de Twitter, ha reflexionado acerca de sus inicios encima de un escenario, que fueron de la mano de Pedro Reyes. "Me hizo comprender que solo hace falta imaginación para hacer ver las cosas y que no existe mayor espectáculo que una mirada", ha afirmado el cantante de Los Toreros Muertos, que compartió planos con Reyes en 'La bola de cristal' o "Atún y chocolate".
Pablo Carbonell y Pedro Reyes en 'Pasapalabra'
Carta íntegra de Pablo Carbonell recordando a Pedro Reyes
Pedro Reyes sabía que tenía un don para la comedia porque hacía reír a sus sobrinas. Con ese bagaje profesional y 17 años fundó en Huelva un grupo de teatro para niños anárquico y surrealista. Hizo una actuación alquilando el local del sindicato con mi hermano y otro amigo y a la semana siguiente me invitó a unirme al grupo. Tenía que llevar mi propia ropa. Llevé mi pijama, polvos de talco y maquillaje de mi madre.
En el grupo de teatro no había guion. Había que improvisar, recrear los juegos de los fuegos de campamento, cantar y representar los cuentos que nos sabíamos. Cuando el ingenio nos fallaba recurríamos a la lucha libre o a tirarnos por la escalera para no perder la atención de los niños.
La primera vez que vi a Pedro sobre el escenario, a dos horas de abrir las puertas al público, estaba explicando que íbamos a representar Alí Baba y los 40 ladrones. Pedro decía: "Alí Baba va por el desierto y dice: '¡Ábrete Sésamo!' y se abre la puerta de una cueva, entra y se encuentra un montón de tesoros". Miré a mi alrededor y viendo que no teníamos nada pregunté: "¿Dónde está la entrada de la cueva y los tesoros?". Entonces Pedro colocó en el escenario un butacón, lo señaló y exclamó: "¡Oh, una cueva!, está cerrada. Diré las palabras mágicas. ¡Ábrete Sésamo! ¡Oh, se ha abierto la entrada, para dentro que meto".
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Pedro se metió por debajo del asiento y al salir por el otro lado sus ojos brillaban emocionados. "¡Un tesoro, un tesoro fabuloso, cuánto oro, qué collar tan precioso, y este anillo, ¡cómo brilla...!". Pedro se iba colocando las joyas que iba recogiendo a puñados sobre el cuerpo, manejando el espacio de tal manera que me hizo comprender que solo hace falta imaginación para hacer ver las cosas y que no existe mayor espectáculo que una mirada. Con esas dos herramientas nos lanzamos a la calle a hacer teatro y a pasar la gorra. Caminamos muchos kilómetros juntos. Dormimos muchas veces a la intemperie abrigados por el sueño de alcanzar las estrellas. Hoy él se ha ido hacia allí. Sin despedirse de nadie, sin nada en las manos, con su imaginación y su mirada intacta. Gracias Pedro. Te lo debo todo.