Secuencias en China, un prostíbulo, escasos diálogos, subtítulos, bailes acrobáticos, dosis de sexo... Aunque sea un arranque atípico, hablamos de una serie española: 'Sin Identidad'. Tras enganchar a 3,6 millones de espectadores y lograr un 20,1% de share en su primera temporada, regresa este miércoles a Antena 3 con el estreno de su segunda y última temporada.
María (Megan Montaner) en el prostíbulo chino
Tal y como ocurriera con el primer episodio de la serie, la segunda temporada cuenta con un arranque trepidante y totalmente atípico en una ficción española. Resulta complicado creer que los primeros diez minutos pertenecen a una serie nacional, ya que supone un riesgo constante que no conseguirá captar al ansiado "multi-target" que persiguen muchas producciones. La historia continúa donde se quedó en el desenlace de la primera temporada, María llega a China donde es obligada a ejercer la prostitución. A partir de ahí se suceden una serie de impactantes y atractivas secuencias en las que escasean los diálogos -cuando los hay no son en español y están subtitulados- y los abundantes desnudos femeninos se mezclan con escenas de sexo bastante agresivas. Hasta hacen un homenaje a Ana Obregón y sus acrobáticos bailes en 'Ana y los siete', pero con más virtuosismo y, lo mejor, no hay niños, ni adolescentes, ni ancianos. Todo gira entorno a lo que importa: la venganza.
Después de una temporada planeando su revancha, ha llegado el momento de que María (Megan Montaner) la lleve a cabo. Pero necesita un aliado que pueda ayudarle a conseguir su propósito y no parará hasta que Pablo (Eloy Azorín), el informático que fue su mano derecha, vuelva a ser su gran apoyo. Pero ella tiene muy claro cómo hacerlo, será desde dentro. María llamará desde China a su familia explicando que acaba de salir de una red de trata de blancas y regresará a casa alegando una amnesia producida por un shock postraumático. Así arranca la temporada final de 'Sin Identidad' que promete thriller, acción, amor y tensión en cada uno de sus 14 episodios.
Pablo (Eloy Azorín) y María (Megan Montaner) en una secuencia de 'Sin Identidad'
Ya no importa si es una niña robada, solo importa la venganza
La ficción de Diagonal TV ha ido aprendiendo de sus propios errores. Después de una primera temporada muy irregular, donde se percibieron los problemas internos que provocaron un cambio de guionistas, 'Sin Identidad' vuelve fuerte, dispuesta a ofrecer a sus fieles lo que esperan sin olvidarse de los menos incondicionales. La nueva temporada está diseñada para captar la atención de los telespectadores que no siguieron la primera. No importa si María era una niña robada, aquí solo importa su sed de venganza.
Probablemente, una de las críticas que los seguidores habituales de la serie puedan hacer sea la extensa repetición de ciertas secuencias de la primera temporada. Pero es necesario reconstruir este complicado puzzle para que todo el mundo pueda ponerse al día y ubicar a los personajes 12 años después.
Escenarios reales, un factor clave
La factura visual de la serie es excelente gracias a sus escenarios reales. Después de años encerrados en claustrofóbicos platós, nuestras ficciones aprovechan cada vez más los escenarios naturales. Pero 'Sin Identidad' va un paso más allá y ha rodado sus dos temporadas íntegramente en localizaciones reales. Sus mansiones y secuencias de exteriores, hasta en la Gran Vía de Madrid, dotan a la serie de un atractivo único que suple otros aspectos más flojos que podamos encontrar.
No podemos olvidarnos de los cromas, esa asignatura pendiente para algunas de nuestras ficciones. Se trata de un elemento clave para que María pueda viajar más allá de nuestras fronteras. La ambientación y sus cromas aportan la verosimilitud necesaria para que podamos sumergirnos en la historia.
Imágenes de 'Sin Identidad'
María y el arte del transformismo
Si las pelucas de Lydia Bosch fueron uno de los temas más comentados en la redes sociales durante la emisión del piloto, estamos seguros de que volveremos a hablar de ellas. Megan Montaner va a ser la mujer de las mil caras o, mejor dicho, de los mil peinados. Como ocurre en la novela de Alexandre Dumas, "El conde de Montecristo", María utilizará diferentes disfraces para llevar a cabo su venganza y moverse entre los suyos sin que nadie se de cuenta. Aunque resulta inverosímil que su familia no la reconozca por el hecho de llevar una peluca y unas lentillas, el espectador acepta el código y se mete de lleno en la historia, más allá de su credibilidad.
Verónica Sánchez sigue siendo la gran revelación
La serie ha consagrado a Montaner como una de las actrices con más potencial de nuestro país. Su personaje ha pasado por todo tipo de situaciones límite, pero nos avanzan que habrá un descenso a los infiernos que marcará un antes y un después en su carrera como actriz. Tal vez, lo menos creíble sean las secuencias de acción donde no terminamos de creernos esa faceta de María, más agresiva de lo habitual.
Imágenes del segundo capítulo de la temporada final
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