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La búsqueda del amor regresa a Cuatro el próximo miércoles 16 de la mano de Mónica Martínez en la segunda temporada de 'Adán y Eva'. El programa volverá a relatar la búsqueda del amor más puro al despojar a sus participantes de todos sus prejuicios mostrándolos tal y como son. Pasión, deseo, celos, inquietud, nervios... sentimientos que marcarán la nueva tanda de programas, que mantendrán la esencia de la primera temporada pese a añadir alguna que otra sorpresa que tratará de descolocar a sus protagonistas.
Mónica repetirá como maestra de ceremonias, sacando lo mejor de los concursantes antes y después de su paso por el paraíso, pero también como portadora de noticias durante su estancia en la playa. A veces buenas, a veces no tanto, una tarea que la presentadora ha disfrutado mucho: "Hemos conseguido superarnos. Me he emocionado, me he reído mucho e incluso me he enfadado con alguno de ellos", adelanta.Mónica Martínez continúa al frente del programa
Mantener el éxito de la primera temporada es el gran reto de esta nueva etapa, y Mónica es consciente de que no será fácil: "Afronto esta segunda etapa con mucha ilusión. Tenemos más experiencia y también más responsabilidad. El público ya sabe lo que quiere ver y además queremos sorprenderles".
Los nuevos participantes
En apenas dos meses de castings cerca de 2000 personas, de todos los perfiles y edades posibles, se inscribieron para participar en esta aventura, unas cifras que duplican las de la primera edición. De ellos poco más de 40 han conseguido vivir la experiencia.
En esta segunda temporada el programa hará coincidir en la isla a personas en principio menos compatibles, pero cuya convivencia y predisposición ofrecerá resultados imprevisibles y sorprendentes. Durante el primer programa se podrá observar la convivencia entre Chari, sevillana de 30 años, y dos Adanes: Martín, un argentino de 35 años, e Iñaki, bilbaíno de 37 años.
Filipinas, un nuevo paraíso
Una grabación complicada
Además del casting, el otro aspecto más importante del programa es su cuidada producción. Además de una compleja postproducción realizada en nuestro país, el área más complicada es el rodaje en un entorno aislado y casi virgen.
El primer escollo a superar es que los participantes lleguen a la localización sin haberse encontrado, pese a realizar un viaje de 12.000 kilómetros hasta Filipinas. Para ello la planificación es esencial, midiendo al milímetro los traslados y la grabación. Además, la complejidad para acceder a la isla ha requerido un gran despliegue técnico para construir las zonas donde habitarán los concursantes, llegando a instalar una enorme pasarela entre dos playas para posibilitar su movilidad.
Más de 50 personas conforman el equipo del programa, el cual se ha instalado a una hora de viaje del terreno de grabación. Este año se han duplicado los esfuerzos por captar la belleza del destino, con varias cámaras subacuáticas especiales y un octocopter para las imágenes aéreas.