Ya está todo el pescado vendido. A tan solo 5 días de las Elecciones Generales que llamará a todos los españoles a las urnas en los comicios más trascendentales de nuestra historia reciente, la clase política ha echado el resto en la pequeña pantalla a base de multitud de debates. El último ha sido el "cara a cara" que organizó la Academia de Televisión en la noche del 14 de diciembre entre Mariano Rajoy, presidente del Gobierno y candidato del Partido Popular, y Pedro Sanchez, líder de la oposición y candidato del Partido Socialista Obrero Español.
Este, junto al innovador '7D: El debate decisivo' ideado por Atresmedia Televisión en el que participaron los dos principales partidos junto a las dos grandes fuerzas emergentes, Ciudadanos y Podemos, han marcado a la perfección el pasado y presente de España. Muchas son las diferencias entre los dos encuentros que, para bien o para mal, han marcado un momento histórico: el fin del bipartidismo.
'7D: El debate decisivo' de Atresmedia
Nueva política vs vieja política
La novedad más importante que trajo consigo la cita de Atresmedia fue, además de la forma y el planteamiento, la de incluir a la nueva política. Esta ha sido precisamente la que ha sentenciado el juego entre el PP y el PSOE que recuerda a aquella época de turnismo acordado entre Cánovas y Sagasta a finales del siglo XIX. La nueva era ha venido marcada por la televisión y el periodismo que, en su afán de recuperar su posición como cuarto poder ha dado voz a nuevos líderes y nuevas formas de entender un país. Albert Rivera y Pablo Iglesias, líderes de Ciudadanos y Podemos respectivamente, se han metido en los salones de todos los hogares a través de multitud de programas y tertulias mientras que otros siguieron subidos a sus atriles.
Sin atriles, sin mesas, sin dispositivos electrónicos, de pie y sin un control del tiempo matemático. Esas fueron las premisas del debate conducido por Ana Pastor y Vicente Vallés. El grupo audiovisual de San Sebastián de los Reyes supo subirse al tren de los nuevos tiempos entendiendo lo que la gente quería ver, presentando un formato novedoso dando incluso cabida a las "repreguntas". Sánchez, Rivera e Iglesias se atrevieron a dar la cara siendo conscientes de lo que está en juego mientras que Rajoy prefirió mandar a Soraya Sáenz de Santamaría, vicepresidenta del Gobierno. La pluralidad se convirtió en tendencia y es que los espectadores pudieron entrar incluso en los coches de los políticos quienes, por primera vez, no pusieron las condiciones para este debate electoral.
Nada que ver con el "cara a cara" organizado por la Academia de Televisión. Después de debates desencorsetados como el de El País o el de la Universidad Carlos III e incluso el que reunió a 9 partidos en TVE en el que pudieron intervenir Alberto Garzón (UP-IU) y Andrés Herzog (UPyD), Mariano Rajoy se atrevió a salir de la cueva para sentarse cómodamente en una mesa que se trasladó al siglo pasado. El bipartidismo firmó su sentencia en una cita apolillada, con olor a naftalina y tan aséptico como rancio. La Academia de Televisión sigue viviendo en 1993, año en el que se organizó el primer debate de la democracia entre Felipe González y José María Aznar. El nivel televisivo fue el de otra época, traduciéndose en sopor pese a la bronca entre Rajoy y Sánchez, único titular de trascendencia. Lo que salvó al ignorante encuentro televisado fueron las críticas de las redes sociales, algo que 'El debate decisivo' de Atresmedia TV supo convertir en complemento.
Cara a cara de la Academia de la Televisión
Moderador periodista vs moderador marioneta
Si la política está cambiando ha sido, en parte, gracias a la televisión. Los nuevos líderes y partidos emergentes han sabido ver un trampolín en este medio para llegar al máximo número de personas posibles. Curtidos en platós, debates y tertulias, Albert Rivera y Pablo Iglesias han roto el bipartidismo a base de niveles de audiencia. En estos programas también han destacado los periodistas, quienes no han temido hacer preguntas incómodas o reprochar preguntas incumplidas dejando así de lado a los plasmas.
Ana Pastor y Vicente Vallés condujeron '7D: El debate decisivo' de una manera directa, amena y enriquecedora. No ejercieron como meros moderadores y no olvidaron su papel como periodistas. Sin quitarle el protagonismo a los políticos y sin convertir el encuentro en una entrevista, hubo lugar para las preguntas dando lugar a un debate más abierto y menos cuadriculado. Algo que no supo hacer Manuel Campo Vidal, moderador del "cara a cara" de este lunes. Sus intervenciones se redujeron a la separación de los bloques a tratar convirtiéndose después en el espectador de un partido de tenis. No supo reconducir a los debatientes cuando estos se iban del tema ni aportó emoción alguna a pesar de que subrayó lo histórico del momento y su trascendencia más allá de nuestras fronteras.
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Una de cal y otra de arena. El bochorno frente a la emoción. Habrá que esperar al próximo 20 de diciembre para ver los resultados y hacer otra serie de valoraciones. Ya no se trata de ganar o perder un debate, sino de reconocer el cambio de España y ser reflejo del mismo.