Saltando de la televisión al cine. "La corona partida" se coloca entre 'Isabel' y 'Carlos, Rey Emperador', las alabadas series de Televisión Española que han conseguido hacer de la Historia de España algo atractivo, didáctico y necesario. Bien podría haberse tratado de un capítulo más comprendido entre la muerte de Isabel la Católica y la llegada al trono de su nieto, pero la versión cinematográfica de Jordi Frades se impone reivindicando su valor.
La complejidad política en la que se sitúa el periodo histórico retratado presenta una interesante trama que capta la atención del espectador desde el primer momento. A diferencia de otras cintas que han tratado el tema como "Locura de amor" de Juan de Orduña o "Juana la Loca" de Vicente Aranda, el debut en la gran pantalla del realizador televisivo no se centra en las pasiones y tormentos de la legítima heredera al trono de Castilla. Sin dejar estos aspectos de lado, explora los conflictos gubernamentales de transición monárquica en un sentido más aséptico y riguroso con unos personajes llenos de aristas bajo una mirada más politizada.Pese a lo a acertado de haber llevado "La corona partida" a la gran pantalla, necesario para que luzca y brille con luz propia, este podría ser su principal hándicap. La continuidad de una ficción se convierte en un llamamiento a los fans de la misma, por lo que tendría otro sentido de haberse llevado a la televisión a modo de tv movie. Esto también podría haber aligerado todo el contenido, pues dos horas de metraje pueden pesar a los neófitos de la historia. Siendo este su principal problema, el resto solo se puede aplaudir.
Producción brillante y factura técnica espléndida
"La corona partida" se engrandece respecto a sus orígenes televisivos. Diagonal TV ha puesto toda la carne en el asador para ofrecer un producto en el que todas las facetas estéticas están meticulosamente cuidadas. La fotografía, a cargo Raimon Lorda, destaca consiguiendo un festival visual que emula con gran maestría el oscurantismo de la época distinguiendo y subrayando, de manera depurada y sutil, las diferencias entre la corte castellana y la flamenca. Caben destacar los teatralizados momentos sacados de cuadros, como el velatorio de Juana la Loca al féretro de su esposo en mitad del peregrinaje a Granada.
Otro aspecto a tener en cuenta es el de las localizaciones. España, con toda la riqueza cultural que posee, se reivindica a sí misma como plató natural una vez más. La apuesta se hace más arriesgada para la gran pantalla y aumenta tanto el número de exteriores como de interiores reales más allá del plató. El castillo Guadamur o las catedrales de Burgos y Toledo son algunos de los escenarios que hacen brillar a "La corona partida".
Si algo destacó en 'Isabel' y en 'Carlos, Rey Emperador' fue su banda sonora. Vuelve a hacerlo de la mano de Federico Jusid, que dota de cuerpo al drama y a las imágenes y consigue tintes épicos que logran envolver al espectador. Pone la guinda Pepe Reyes, que repite en el diseño de vestuario.
Sobresaliente para los protagonistas
Se trataba de explicar y cerrar la historia de tres grandes personajes históricos que 'Isabel' dejó huérfanos. Desde la muerte de la reina a la coronación de Carlos I, hubo una lucha que implicó a su viudo, Fernando de Aragón, a su hija y heredera Juana y al marido de esta, Felipe el Hermoso. Rodolfo Sancho, Irene Escolar y Raúl Merida retoman sus papeles pisando firme ya como protagonistas. Destaca sobremanera la reciente ganadora del Goya a Mejor Actriz Revelación por "Un otoño sin Berlín" quien se convierte en una ambigua desequilibrada sembrando la duda sobre su estado mental. En un ejercicio vocal y físico desbordante de fuerza, Escolar sobresale convirtiéndose en el mayor acierto de la película.
Rodolfo Sancho continúa en su línea marcada en 'Isabel' mientras que Raúl Mérida, como el fatídico yerno, adquiere más peso. Su ambición y poder le llevan a la primera línea representando a la perfección el odio y amor interesado hacia su esposa. Quizás el mejor trabajo del joven actor hasta la fecha. Cierra el grupo protagonista Eusebio Poncela como el Cardenal Cisneros, del que poco más cabe decir pues imprimiendo misterio y una sibilina mirada a su personaje se come la pantalla con cada una de sus apariciones.