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'House of Cards' ha vuelto a demostrar por qué es una de las series mejor valoradas por el público y la crítica. Kevin Spacey vuelve a ponerse en la piel del hombre más poderoso del mundo en la cuarta temporada de la serie de Netflix que llega a España a Canal+ Series este próximo 5 de marzo, un día después de su lanzamiento en Estados Unidos.
El auténtico secreto de 'House of Cards' no son las excitantes tramas políticas, ese es solo un gancho para atraer al espectador, la verdadera esencia de la ficción es que los actos más miserables del ser humano son retratados con una belleza absolutamente estremecedora. La fotografía, cuidada al milímetro, logra dejar en segundo plano al diálogo mientras se permite sembrar en los espectadores la duda de si al final del capítulo verán sobreimpresionada la frase "Basada en hechos reales".
Lo realmente increíble de 'House of Cards' es que ha conseguido que amemos a un villano. Frank Underwood representa no solo a un asesino, a un político corrupto y a un hombre cegado por el poder, sino a un sobrecogedor adicto.
El presidente norteamericano ha conseguido arrancarse a sí mismo de sí mismo, hasta ser reducido a solo ambición, codicia y poder. Pero precisamente esa ausencia de humanidad es lo que hace más bello todavía su personaje y ha conseguido que el espectador haga un ejercicio difícil: perder la esperanza en alguien.
Cuando Underwood ya no es alguien cercano, cuando ya no es un luchador idealista y cuando sus ansias de cambio se han reducido a pura ceniza, es cuando la tentación de querer saber hasta dónde podrá llegar se hace completamente irrefrenable. Y es muy difícil escapar de ella.
En el primer capítulo...
¿Se imaginaban los creadores de la ficción de Netflix que su cuarta temporada pudiera llegar en un mejor momento? Las primarias estadounidenses enfrentando a un villano y a una mujer poderosa que podría ser la primera presidenta de Estados Unidos de la Historia no están ocurriendo solo en 'House of Cards', están ocurriendo exactamente ahora al otro lado del Atlántico (Trump contra Clinton).
No solo el contexto político invita a ver la nueva temporada de la serie creada por Beau Willimon (y que ya ha sido renovada por una quinta temporada incluso antes de su estreno). El primer capítulo de la ficción está perfectamente a la altura de los anteriores y abre una nueva etapa en la que Frank Underwood tendrá que enfrentarse a las elecciones presidenciales sin el apoyo real de su esposa Clare y con todos los sondeos en su contra.
El episodio arranca con una escena que recuerda a la primera del comienzo de la serie: algo desagradable junto a un monólogo profundo propio de un escenario totalmente distinto y que demuestra que los directores de la ficción no solo quieren contar una historia, sino que quieren ir más allá.
Los esfuerzos del presidente de Estados Unidos se centran ahora en encontrar a su esposa, pero no porque se arrepienta de lo que hizo, sino para extorsionarla aún más y que su conflicto personal no interfiera en los resultados electorales, puesto que este tipo de problemas son muy mal vistos por el electorado.
Claire, por su parte, vuelve a casa para intentar convertirse en una figura relevante en la política fuera de los brazos de su marido, aunque su punto débil es su madre. La serie retrata a la perfección la mezcla entre el amor y las ansias de poder cuando Claire descubre que su madre guarda en realidad un terrible secreto que consigue sacar sus instintos más primarios.
Es ahí donde vemos por primera vez en todo el episodio el primer rastro de humanidad, donde Claire se derrumba y se crea el primer momento de empatía entre el espectador y el argumento: hay cosas que no se pueden disimular, y el amor es una de ellas, aunque para encontrarlo haya que pasar por el dolor primero.
Paralelamente, se desarrollan tramas secundarias, como las referentes al periodista encarcelado y a los rivales políticos de Underwood. A pesar de que estos argumentos se alejan todavía del hilo principal, 'House of Cards' hace pensar que no tardarán mucho en cruzarse con él, al fin y al cabo uno de los puntos fuertes de la serie son las conexiones entre las diferentes tramas, por lo que no tardaremos mucho en vislumbrar un desenlace a todas ellas.
El primer episodio se desarrolla con fuerza, no pierde interés y consigue mantener al espectador en un estado de tensión y emoción constante, a pesar de que quizás podría esperarse un poco más de un arranque así. A pesar de todo, hay emoción y trazas de poesía en 'House of Cards', aunque esta se haga a menudo sin palabras, aunque no hable de amor, sino de odio, y aunque no nos enamore de un héroe, sino de un villano.
