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El psicólogo Rafael Santandreu, habitual colaborador del espacio 'A punto con La 2', protagonizó uno de los momentos más bochornosos de la historia de la televisión pública. El pasado 20 de julio, Santandreu no dudó en asegurar ante las cámaras de televisión que todos deberíamos tener "aceptación incondicional y lanzarle amor" al genocida, dictador y principal instigador y responsable de la Segunda Guerra Mundial, Adolf Hitler.
El colaborador comenzó su tesis asegurando que en política es "fundamental comprender y olvidar". En un tiempo tan delicado en el que la violencia de género sigue siendo uno de los principales problemas de la sociedad occidental, el psicólogo llegó incluso a minimizar las consecuencias de la violencia: "Tampoco es tan grave que alguien te pegue un tortazo".Bajo el mantra de "pedagogía amorosa", Santandreu hizo gala de una infantilidad aterradora al asegurar que "nadie necesita la justicia para ser feliz". Todas estas declaraciones y teorías fueron un liviano aperitivo de lo que estaba por llegar.
Santandreu se permitió el lujo de relativizar el genocidio más atroz que ha vivido la civilización. El psicólogo animó a los espectadores a utilizar el "amor" y hacer un ejercicio de empatía con Adolf Hitler: "Era una persona de la que debemos tener una aceptación incondicional y lanzarle amor". Rafael aseguró que a pesar de que era un ser humano que "estaba muy loco", el "potencial" de Hitler era "maravilloso".
'A punto con La 2'
La reacción de la presentadora
La presentadora de 'A punto con La 2', Elisabet Carnicé, no tuvo más remedio que pararle los pies al psicólogo tras elogiar la figura de Adolf Hitler: "Aquí muchos discreparemos". Una tibia respuesta que sirvió para que el temerario colaborador matizase ligeramente sus palabras.
Rafael suavizó sin mucho éxito su afirmación sobre Hitler: "A lo mejor era tan peligroso en ese momento que era mejor apartarle pero no guardemos rencor por nadie. Esto no significa que debamos apoyarle pero sí perdonarle, renunciar y aceptarle incondicionalmente". El colaborador cerró su explicación sobre la aceptación del dictador con una pasmosa cursilería: "Hay que lanzarle rayos de amor a tope". Teorías que son de una vaciedad maciza (si esto a su vez no implicara una contradicción) difícil de digerir. El Blitzkrieg del ejército nazi no lanzaba "rayos de amor a tope", era capaz de arrasar una ciudad en cuestión de días.