La primera temporada de 'Stranger Things' llegó a su fin. Y lo hace como empezó, con los chicos inmersos en una partida de 'Dragones y mazmorras' de diez horas. Parecería que no ha pasado nada, que su mundo hace un mes no se volvió del revés. Pero como pasa con Will, que parece incubar dentro de sí un nuevo monstruo, la procesión va por dentro y difícilmente podrán olvidar la aventura que han vivido. Lo bueno y lo malo.
Los chicos de 'Stranger Things'
Ahora, más que nunca, entienden la frase tantas veces pronunciada por Eleven: "los amigos no mienten". Una frase naïf, de blanco y negro, de confianza ciega infantil, que sólo un niño puede tomar al pie de la letra pero que, en el caso de Mike, Dustin, Lucas e incluso Will, refleja la importancia de la amistad y la lealtad al grupo. Porque un paso en falso puede significar la diferencia entre la vida y la muerte.
Will entró solo en el bosque negro, se separó del grupo, y el monstruo le atrapó. Y sólo con la unión de todos, en el sentido más amplio, consiguieron salvarle. Sin tan siquiera saberlo, cada uno cumplió con su cometido: Nancy y Jonathan (con el pobre Steve en proceso de redención, pululando desconcertado) distrajeron un rato al monstruo mientras Joyce y Hopper buscaban a Will en la otra dimensión, después le tocó el turno a los chicos, con Lucas y su momento tirachinas a lo 'It' que dio tiempo a que Eleven, el brazo ejecutor, reuniera sus últimas fuerzas.
El último sacrificio
Esto nos lleva, de nuevo, al inicio de la serie, a esa primera partida de 'Dragones y mazmorras'. El grupo estaba rodeado por un ejército de trogloditas y, encima, apareció el Demogorgon. Ante esta situación, Will tenía dos opciones: utilizar un hechizo protector que sólo le salvaba a él o atacar al monstruo y lanzar una bola de fuego con el peligro de perecer en el intento. Y Will se sacrificó por el grupo porque era lo correcto.
Eleven contra el Demogorgon en 'Stranger Things'
Eleven no fue testigo de esa partida pero sabía que era lo que había que hacer. Por lealtad y porque ella fue la que abrió el portal entre las dos dimensiones. Con ella empezó todo y con ella, en principio, tenía que acabar. Con esto no digo que fuese la culpable ni mucho menos, aunque ella probablemente lo sintiese así. Aquí el culpable último de todo es Brenner, que utilizó a la pobre niña como cobaya en sus experimentos sin pensar en las consecuencias.
El "Lando" de Hopper
En el pasado episodio comenté que me parecía curioso que Dustin, el gran oráculo de la serie, utilizase la expresión "hacer un Lando Calrissian" como sinónimo de traición en referencia a "El imperio contraataca" pero no sabía hasta qué punto el comentario iba a ser profético. Hopper se marca un "Lando" en toda regla al sacrificar a Eleven, que para él, de entre todos, es el elemento más prescindible porque apenas la conoce.
Hopper y Brenner en 'Stranger Things'
Como Calrissian en el film, cree que está escogiendo de lo malo, lo mejor e intenta convencerse a sí mismo de que la pequeña no es más que un simple experimento científico, aunque está claro que ni él se lo cree porque, sino, le habría contado a Joyce los detalles de su trato con Brenner. De hecho habría sido interesante ver qué decisión habría tomado Joyce en esta situación pero eso que le ahorró. El sabe qué es perder a un hijo y prefiere no ponerla en el brete de elegir.
Un mes después de que todo acabe, los remordimientos persiguen a Hopper (más traumas para el jefe). Hay cosas que no cuenta, secretos que se guarda para sí (supongo) por orden gubernamental pero que seguramente sabremos algo más en la futura segunda temporada. Con un poco de suerte, hasta Mike podrá cumplir alguna de las promesa que hizo a Eleven.
Will de 'Stranger Things'
En cuanto a la trama de Nancy y Jonathan, vuelve a traernos ecos de 'Pesadilla en Elm Street' en la secuencia de preparación de las trampas para atrapar al Demogorgon (aunque, por momentos, también podría recordar un poco a 'Solo en casa').
Will de 'Stranger Things'
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Como el mantra de Eleven, 'Stranger Things' no miente. Es una historia en esencia sencilla, de aprendizaje, de amor adolescente y de pérdida, con un envoltorio bonito que dispara las emociones de los que vivimos directa o indirectamente los ochenta (y va a tiro hecho). Todo eso se ve desde el primer episodio y se mantiene hasta el final. Como fan de los géneros que maneja, que son prácticamente todos, hasta el humor, no puedo más que alegrarme de que Netflix permitiese a los hermanos Duffer realizar este experimento tan especial con los ingredientes de siempre y un reparto lleno de rostros nuevos con un gran futuro por delante. Ha sido divertido y, lo mejor de todo es que la aventura no se acaba aquí y en 2017 tendremos otra ración de 'Stranger Things'. No se puede pedir más.