Las audiciones a ciegas de esta cuarta edición de 'La Voz' no dejan de regalarnos momentos cargados de emoción. Este miércoles, como era de esperar, las expectativas no fueron para menos, y es que para sorpresa de la audiencia, dos de las participantes que pasaron por el escenario para demostrar su talento ante los coaches eran viejas conocidas para los amantes de la música y de la pequeña pantalla.
Mayte Amaya durante su actuación
Mayte Amaya, miembro de un popular clan de artistas y amiga de Rafael Amargo, acudió acompañada de su familia para hacer valer todo su arte frente al micrófono. "Es la voz de mi casa, la conozco desde hace veinte años", confesaba Amargo con un claro gesto de emoción. Para todos ellos, el apellido siempre ha sido un elemento condicionador a la hora de trabajar, ya que como relató la propia Mayte, "por ser Amaya siempre se espera de ti algo grande", por lo que era inevitable que los nervios floreciesen en algún punto de la actuación.
Una vez subida al escenario, sin embargo, la verdadera estrella era ella. Con una desgarradora versión de "La saeta", Mayte Amaya logró hacer pleno ante un jurado que no dudó en cubrir de elogios su personal forma de cantar. Malú, que finalmente consiguió meterla en su equipo, fue a la que se veía más impresionada, sobre todo cuando describió cómo se le erizaba la piel al escuchar la "belleza increíble" que demostraba con su voz. Alejandro Sanz, por su parte, puso el punto ácido a la noche recurriendo a su ya famoso "pelómetro", que según él, llegó a ponerse "a 100" durante la actuación.
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La que no corrió la misma fortuna fue Lydia Fairén, que con el tema "Thinking of You" no logró convencer a ninguno de los coaches. La joven ya demostró su talento allá por 2004, cuando participó en Eurojunior junto a su amiga Laura con la popular canción "Música en el corazón". En esta ocasión, sin embargo, los nervios pudieron con ella y ensuciaron una actuación en la que, tal y como confesó el propio Alejandro, demostró que contaba con "un espíritu bonito".