Cuando Netflix anunció que produciría una comedia de capítulos de media hora protagonizada por Drew Barrymore y Timothy Olyphant y ambientada en la siempre radiante California, pocas fueron las miradas que acaparó, especialmente con un título que desbordaba cursilería como 'Santa Clarita Diet'. Sin embargo, Netflix, siempre interesada en esas historias que nadie más se atreve a contar, se guardaba un as bajo la manga: la serie parte de una premisa cursi, sí, pero la protagonista es una agente inmobiliaria que de la noche a la mañana siente la necesidad imperiosa de clavarle los dientes a los humanos, descuartizarlos miembro a miembro y alimentarse de su carne hasta que la sangre le llegue a las orejas.
Sheila (Drew Barrymore) es una aburrida agente inmobiliaria hasta que se transforma en una zombie (o, como le resulta más respetuoso a Victor Fresco, creador de la serie, una "muerta viviente"). Su vida tiene tan pocos sobresaltos que su marido, Joel (Timothy Olyphant), con el que trabaja codo con codo, tiene que fumar marihuana a escondidas para evadirse de la monotonía.
Una atractiva muerta viviente que no es una zombie
La transformación de Sheila, más que una terrible desgracia (ya sabéis, mamá ha muerto y si le atraviesas con el cuchillo de la cocina ni siquiera sangra), es recibida como un soplo de aire fresco en la familia de los Hammond. De repente, ella solo responde ante los instintos más primarios. Sheila se libera de las ataduras de la vida adulta y comienza a vivir como le apetece, a ser plenamente sincera con quienes le rodean y a centrarse en lo que realmente le hace feliz. No es de extrañar, por tanto, que se revitalice hasta la vida sexual de su matrimonio.
Esta felicidad se refleja en su rostro. Sus amigas comienzan a percatarse de los beneficios de la nueva dieta de Sheila, la dieta de Santa Clarita, cuando salen a hacer jogging y a tomar cócteles, pero claro, ella no puede contarles en qué consiste. Porque uno de los problemas de transformarte en una muerta viviente es que posiblemente aterrarías a la gente normal si se enterase, especialmente, del pequeño e insignificante detalle de que tienes que matar a gente para llenarte el estómago, lo cual te convierte en una asesina a los ojos de la ley de los vivos vivientes.
Sheila solo puede contar con la ayuda de su familia y de Eric (Skyler Gisondo), el hijo de los vecinos experto en temas paranormales, cuyo padrastro (Ricardo Chavira, que vuelve a los suburbios residenciales tras 'Mujeres Desesperadas') es un policía insoportable ante el que no conviene levantar sospechas. Joel se convertirá así en el gran apoyo de Sheila y en el cómplice para encontrar víctimas que sacien su hambre y eviten que sus instintos se descontrolen, llevando a cabo para ello todo tipo de artimañas que traspasan la legalidad.
Drew Barrymore tendrá que asesinar a personas para comérselas en 'Santa Clarita Diet'
Mientras sortean toda clase de enemigos y obstáculos imprevistos intentarán mantener el orden familiar, si bien no será fácil inculcar ciertos principios en su hija Abby (Liv Hewson), que está en plena adolescencia y tiene una madre egocéntrica que hace caso omiso a las normas y pone como condición servir un plato de carne humana del cadáver que guarda en la nevera para reunirse en torno a la mesa y tener una comida familiar en condiciones. Abby atravesará una fase rebelde, tan rebelde como para desafiar las convenciones del instituto y apoyarse en Eric, cuyas escenas en común serán todo un regalo para los seguidores de la serie.
Drew Barrymore mata y devora a las pánfilas de su pasado
El humor negro, frívolo y, en ocasiones, muy bestia inunda los diálogos de una serie cuya rapidez no permite pestañear al espectador si no quiere perderse las geniales frases ácidas de los personajes que interpretan Olyphant y una Drew Barrymore que por momentos parece reírse de esa chica mona ideal y un poco pava que le ha tocado interpretar tantas veces a lo largo de su carrera. Su primer salto a televisión de la mano de una muerta viviente que se come las falanges sin hacerle ascos a las uñas supone, por tanto, una ruptura absoluta consigo misma y es, posiblemente, lo que pretendía tras años alejada de las cámaras para centrarse en su familia.
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Al final, 'Santa Clarita Diet', trata la historia de cómo un matrimonio de 25 años se adapta al enorme cambio sufrido por uno de sus miembros sin plantearse siquiera romper su unión, y cuestiona, a su vez, la monotonía a la que llega una pareja tras mucho tiempo compartiendo sus vidas. La serie aborda una especie de crisis de la mediana edad y regresa, así, a ese planteamiento un tanto cursi del que partía en un principio, pero por el camino hay tanta frivolidad, golpes bajos, sangre y vísceras que el espectador estará suficientemente distraído como para quedarse prendado de los geniales Hammond y devorar -nunca mejor dicho- los diez episodios de su primera temporada.