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A David Beriain se nota que le apasionan sus reportajes. En realidad, supongo que tanto como a la mayoría de los que deciden coger una cámara y jugarse el tipo, que es básicamente lo que ha hecho en México adentrándose en el cártel de Sinaloa, un Estado dentro del Estado en el que solo rige una máxima: o ellos, o nosotros.
David Beriain, a la izquierda, con dos productores de droga
Pero más allá de una puesta en escena impecable, ¿aporta algo nuevo 'Clandestino'? Lo que sigue a continuación es la crítica del primer y único reportaje que hemos podido visionar los periodistas, así que se trata por tanto de una crítica que quizá no pueda extenderse a los otros cuatro capítulos que componen la nueva temporada del programa.
Los vicios del reportaje
A muchos periodistas nos impresionan aquellos compañeros de profesión que se exponen a un peligro solo con la voluntad de acceder hasta la verdad. Esto es algo que el público debería saber valorar, así que no está de más que en un reportaje se haga mención a los impedimentos y contratiempos que han dificultado su realización siempre que estos sean de interés público y aporten información sobre cómo son los protagonistas del mismo. Por ejemplo, es importante destacar que el presidente del Gobierno se niega a aceptar preguntas en una rueda de prensa, pero no es destacable, porque resulta obvio, que un sicario amenace con matar al cámara si este le graba la cara. Ese detalle es predecible, así que no aporta nada nuevo.
David Beriain acompañado por el cártel de Sinaloa en 'Clandestino'
El primer capítulo de 'Clandestino' contiene un exceso de amenazas hacia el equipo de grabación. No digo que sean prefabricadas, ni mucho menos, y ni siquiera sé si deberían eliminarse algunas de ellas. No soy quién para hacer esa valoración desde la comodidad de una redacción. Pero sí puedo decir, como espectador y periodista, que tengo la impresión de haber visto un reportaje sobre las dificultades que se encontró el equipo de 'Clandestino' al grabar un reportaje sobre el narcotráfico. No obstante, entiendo que es parte de la tensión que necesita una televisión comercial si quiere retener a la audiencia para poder seguir haciendo buenos programas como este.
Entiendo también que hacer un reportaje bajo amenazas de muerte da poco margen para la improvisación, para investigar, para aportar algo nuevo que no hayan mostrado ya los periodistas que retrataron Sinaloa bajo las mismas condiciones. Así pues, de Sinaloa conocemos lo que Sinaloa quiere que sepamos. Y supongo que salirse del guión marcado por los criminales es tan suicida que ni merece la pena intentarlo. De todas formas, que el primer capítulo aporte pocas novedades no significa que vaya a ocurrir lo mismo con los siguientes, en los que se desvelará la complicidad de las instituciones mexicanas con los cárteles de la droga. Quizá ahí sí encontremos una mirada nueva. En cualquier caso, merecerá la pena.