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'El Ministerio del Tiempo' ha decidido dar de nuevo el golpe en la mesa y demostrar porque es una apuesta necesaria de cualquier parrilla que se precie. Con su tercera temporada a punto de ver la luz, la ficción de viajes en el tiempo de los hermanos Olivares manifiesta en su primer capítulo lo bien que le ha sentado el acuerdo con Netflix, dejando así a cualquier ministérico sin aliento desde el comienzo, con una entrega cubierta, en todos los sentidos, de los mejores tintes cinematrogáficos.
Alfred Hitchcock, primer histórico de la 3ª temporada de 'El Ministerio del Tiempo'
Un comienzo rompedor
La primera entrega no da lugar a dudas ni teorías en lo que se refiere al lugar de los personajes de siempre. Lejos de desdibujar el problema, la ficción de TVE ha sabido resolver de manera casi magistral la marcha de Rodolfo Sancho, enfrentándose de cara a la pérdida con un ritmo tan vertiginoso que el espectador tardará en asumir lo que está viendo. Aún así, los primeros minutos de 'El Ministerio del Tiempo' deja cabos sueltos marcados por la obviedad del complejo proceso de narrar un suceso sin el actor principal, resultando, asimismo, esencialmente tan intrigante como espectacular.
Ahora que el sur de Aragón existirá más que nunca para los fans de la serie, por lo menos en estos primeros minutos, la ficción no tarda en recuperar la narrativa a la que nos tienen acostumbrados con un factor mayor de riesgo digno de mención. No podía ser otro que Alfred Hitchcock el que diera pie, entonces, a tales ocurrencias visuales y de guión. No hace falta ser un erudito del archiconocido director, en la piel de José Ángel Egido, para reconocer su sello en la narración, donde su soberbia mirada a los sentimientos más mundanos inundan los ambientes del capítulo con mención especial a 'Vértigo', 'Psicosis' o 'Los pájaros'.
Protagonistas más oscuros con un brillante Jaime Blach como contrapunto
Reconectar a Pacino se transforma en la excusa perfecta para recordar a los fans porque les gusta tanto esta serie, introduciendo nuevos personajes lejos de lo que sería una misión al uso. Pero antes de analizar lo nuevo que está por llegar, cabe destacar la nueva cara de los más queridos. Si en la segunda temporada despedíamos a la patrulla original envuelta en un ambiente del todo próspero, recordemos como en la antepenúltima entrega Julián y Amelia recobraban la magia gracias a un baile y Alonso se despedía de los fans apostando por el nuevo amor, los personajes de Aura Garrido, Hugo Silva y, aunque cueste creerlo, Nacho Fresneda vuelven cubiertos de una oscuridad y miedos propios del devenir de los acontecimientos, aunque Entrerríos conseguirá arrancarnos más de una sonrisa como nos tiene acostumbrados.
Pacino regresa en la 3ª temporada 'El Ministerio del Tiempo'
Y entre tanta incertidumbre brillan los derroteros por los que se ha llevado al subsecretario Salvador Martí (Jaime Blanch) que mantiene el humor como base indispensable de la serie formando un dúo tan cómico como amado con Angustias. Poco hemos podido ver de Ernesto e Irene, aunque está última no ha dudado en realizar un divertido guiño al paso de Cayetana Guillén Cuervo por 'Masterchef', y es que si algo tiene esta ficción es que no deja ningún detalle al azar.
Nuevos enemigos, ¿cúal es el verdadero peligro?
Teniendo en cuenta estos factores, son, por lo tanto, los nuevos personajes los que, a priori, exigen algo más de reticencia. Y no, no me refiero al amplio abanico de históricos que están por venir como el Goya de Pedro Casablanc o la Duquesa de Osuna de María Adánez, sino a aquellos anónimos que acarrean nuevas tramas más estables en el tiempo. Poco hemos sabido de Lola Mendieta (Natalia Millán) en este primer capítulo, pero, sin duda, le sale competencia por doquier para hacerse con el título de enemiga de la institución.
Como si no hubiera sido suficiente con los americanos en la temporada anterior, los rusos aterrizan en la ficción de la mano de la nueva traición ministerial ¡Cuánta ambición por controlar el tiempo, cuando el tiempo es el qué es! Nuevas redes que, en realidad, hacen dudar de que el mayor secreto del Gobierno español sea en sí tan desconocido como nos habían hecho creer, y que amplía el cerco de los peligros conspirativos en exceso, pudiendo perder algo de la esencia de la ficción.