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El Festival de Eurovisión regresó un año más a las pantallas de todos los españoles. En nuestro país, Televisión Española fue la encargada de emitir el que es uno de los eventos televisivos más importantes de todo el mundo y que este año llegaba ya a su 62ª edición. ¿La ciudad elegida para albergar este gran espectáculo televisivo? Kiev. Después de la victoria de Jamala el año 2016 con el tema "1944", Ucrania se convirtió en la anfitriona y por ello optó el Centro de Exposiciones de la ciudad ucraniana para realizarlo.
Salvador Sobral tras ganar en Kiev
Una pésima realización
Algo fundamental en el Festival de Eurovisión es sin duda la realización de cada una de las actuaciones y sí, esto en Kiev falló, y mucho. Mientras que habitualmente es un aspecto muy cuidado, donde apenas hay fallos y dónde se acaba jugando mucho con los diferentes planos, con el juego de cámaras y con todas las posibilidades que ofrece la puesta en escena, esta vez todo acabó quedando a medio gas.
Se abusó mucho (demasiado) de los mismos planos, evitando así crear una marcada personalidad propia a cada candidatura. Todo parecía un desfile de artistas sobre un mismo escenario sin opción alguna de crear una realización única y diferente para cada uno. También fueron evidentes algunos errores con el juego de cámaras y planos, evidenciando que no era un aspecto 100% trabajado y perfeccionado como suele suceder siempre.
Fallos de sonido
Koit Toome y Laura (Estonia) sufrieron (y mucho) en la segunda semifinal cuando al iniciar su tema comprobaron cómo durante pocos segundos sus micrófonos no funcionaban. Un garrafal error que afortunadamente no se repitió en la gran final. Pese a ello, en dicha gala sí que se pudieron apreciar pequeños errores con el sonido a nivel global. Sobre todo, al verlo en televisión, era evidente que el trabajo que se había realizado en este aspecto no era tan perfecto como otras ediciones. Lo que se pudo escuchar no era digno de un Festival como este.
Ejemplo de los grafismos que pudieron verse
Una imagen mal ejecutada
A muchos gustó la imagen del Festival de Eurovisión cuando fue presentada. Era sin duda una oportunidad perfecta para enseñar a todo el mundo un elemento tan característico de Ucrania como lo es el "namysto", un collar tradicional del país. La televisión ucraniana diseñó una imagen sencilla, básica pero reconocible, todos iban a acabar recordando ese elemento, relacionándolo directamente con el país.
Pero no, en pantalla no funcionó. El juego que se realizó con el collar y las banderas de los países no era atractivo visualmente y quedaba a un nivel inferior a lo visto otros años. Era una imagen que daba para mucho pero quedó en nada. Y no sólo en lo que a banderas se refiere, otros elementos como los rótulos que vimos a lo largo de la noche o el grafismo de las puntuaciones tampoco destacó, era demasiado simple y sencillo. Faltaba algo que cualquier seguidor del Festival echaba en falta.
Malos opening e interval acts
Si el opening-act de la semifinal es mucho mejor que el visto en la gran final... mala señal. No es lógico abrir un acontecimiento a nivel mundial que te servirá como escaparate para todo el mundo con una actuación que nadie recordará después, de un nivel visiblemente bajo y sin ser ni espectacular ni competitiva.
Es inconcebible y sí, aquí sucedió. Las actuaciones que la cadena pública ucraniana preparó para el inicio de la gala y la que se pudo ver en el descanso de la misma no fueron dignas de un final como esta. Les faltaba gancho, espectacularidad y sobre todo.. sentimiento, mucho sentimiento. No enganchaban, ni emocionaban, eran totalmente prescindibles. Nadie va a recordarlas hoy y ahí está el verdadero problema.
La ganadora de Eurovisión 2016 en su actuación en Kiev
Jamala, muy mal aprovechada
Una de las grandes incógnitas de la noche es por qué se le dio tan poco peso a Jamala, vencedora del año 2016 y gracias a la cual Kiev ha organizado el último Festival de Eurovisión. Sí, ella ganó y ella merecía ser protagonista esta vez. ¿O es que nadie recuerda cuando Loreen venció y un año después fue la auténtica reina del Festival? Es lo lógico, ser el nexo entre ambas ediciones y darle el lugar que se merece, internacionalmente hablando.
Lejos de abrir la gala o protagonizar una espectacular actuación, la artista cantó hacia el final de la noche y ni tan siquiera interpretó su famoso "1944". Sí, ya lo hizo en la semifinal pero aquí el público se multiplica y millones de personas esperaban ese momento y no, nunca llegó. Un despropósito sin duda que se une al de Ruslana, ganadora de Eurovisión por Ucrania en el año 2004. La artista presentó uno de sus nuevos sencillos pero tampoco cantó "Wild Dances", la canción que le dio la victoria. Algo que nadie entendió ni compartió, era el tema que la había hecho famosa internacional, la canción que sus seguidores esperaban... y nunca llegó.
Un escenario mal aprovechado
A muchos disgustó el escenario cuando fue presentado oficialmente. El "encerrarlo" con una gran plataforma que lo envolvía posiblemente no fue lo más inteligente ya que durante la final pudo comprobarse como acabó siendo un elemento que sobraba en muchas de las actuaciones. Apenas aportó nada a ninguna puesta en escena y tampoco dotaba de espectacularidad al Festival de forma global. Y sí, hay un problema cuando algo no sólo no suma, si no que resta.
Y ahí reside el problema, nadie (ni participantes ni organización) supo aprovechar las posibilidades que este ofrecía y es que pese a no ser estéticamente bonito ni útil sí daba opción a jugar mucho más con sus elementos, a ir un paso más allá, se podía hacer algo más que proyectar visuales sobre la gran pantalla de LEDs que rodeada el estadio. Y muy pocos supieron hacerlo.
Los tres presentadores en Kiev
Lo positivo: buenas postales y un papel digno de sus presentadores
Uno de los elementos más destacables y estéticamente bonitos fueron las postales eurovisivas. Simulando que cada artista se encontraba en el backstage a punto de subir al escenario, se supo transmitir el nerviosismo de los mismos junto a imágenes de cada uno de ellos en su ambiente más natural, humilde y cercano. Estéticamente estaban muy bien diseñadas y la ejecución fue sin duda perfecta. En este punto sí, la televisión ucraniana acertó de pleno.
Otro elemento que sí fue positivo fue la labor de los presentadores del Festival, Oleksandr Skichko, Timur Miroshnychenko y Volodymyr Ostapchuk. Posiblemente no era necesario contar con tres presentadores pero lo cierto es que supieron hacer un muy bien papel, se complementaron de una forma casi perfecta y aprendieron, cada uno, a tener un rol diferente, que aportaba y que resultaba atractivo para la audiencia.
Conclusión: faltaba mucho por hacer
Una vez analizados los principales puntos de la final del Festival de Eurovisión y dejando de lado cada una de las puestas en escena, ya que eso es fundamentalmente trabajo de cada delegación más allá de lo que pueda hacer la televisión ucraniana, es totalmente evidente que se llegó al Festival con mucho que hacer, con mucho trabajo pendiente y gran cantidad de cosas por mejorar, Eurovisión se merecía mucho más que lo que vimos.
Más espectacularidad, mejor realización, un mejor sonido (algo básico, señores), una escaleta mucho mejor construida (dándole el lugar que se merecen a las vencedoras) y un trabajo más potente de imagen y escenografía. Sí, quedó mucho que mejorar y es imperdonable que se llegase con todo esto así a una final de un evento mundial como este, imperdonable. Ahora sólo resta esperar para conocer la nueva ciudad que albergará Eurovisión en menos de un año. Será el primer año que lo haga Portugal, el reto es sin duda complicado, pero muy atractivo. Confiemos en que todo mejore y nuestro país vecino se estrene como anfitriona a lo grande, como debería ser siempre.