Después de unos días en observación médica debido a una picadura de la mantaraya, Juan, concursante de 'La isla' en laSexta, volvía junto a sus compañeros con las pilas cargadas para seguir adelante en el reto de supervivencia. El médico emocionado ha recordado para FormulaTV como fue su vuelta tras pensar que quizá no volvería, aunque dejó bien claro: "Una mantaraya no iba a poder conmigo".
Juan, participante de 'La isla'
¿Cómo ha sido el reencuentro con tus compañeros? ¿ y con la ISLA?
Recuerdo el reencuentro como un gran momento. Vi alegría y amistad sincera en muchas de sus caras. Para mi es una satisfacción dejar amigos a mi paso: Tengo la suerte de por todas las ciudades que paso y vivo exprimirlas y, sobre todo, llevarme buenas amistades. Ha ocurrido en Granada, Málaga y Las Palmas y puedo decir que también en La Isla.
El reencuentro con La Isla fue menos grato. Algo mermado físicamente y con mucho respeto a lo que podría pasar de la orilla hacia dentro del mar. Pero yo no soy de esas personas que se dan fácilmente por vencidas así que prometo darle una segunda oportunidad a La Isla, seguro que no es tan fiera como se pinta.
¿Por qué volver? ¿Qué te llevó a querer terminar la experiencia?
Puede parecer una locura y es algo temerario, pero no me quería ir. Cuando escuché la palabra helicóptero se me vino el mundo encima. Quería continuar viviendo la experiencia y ayudando a los compañeros y temía que irme iba a ser definitivo. Por eso intenté demorar algo la salida para ver si el tiempo le ganaba la batalla al veneno.
Nadie te regala nada. La constancia es la clave del éxito y pocas cosas, que merecen realmente la pena, son fáciles. Creo que es una filosofía de vida: Hay que luchar las cosas, con perseverancia y pasión.
En la escuela un profesor dijo una vez una cosa que me la grabé a fuego: Hagas lo que hagas intenta dar lo mejor que tengas: Da igual si juegas en el recreo, si ayudas a tus padres, si estudias para un examen o si cuando te haces adulto te tienes que enfrentar a cualquier problema. Uno siempre tiene que intentar dar lo mejor que tenga y acostarse cada noche con la sensación de no poder recriminarse nada.
Por eso quería volver, para seguir disfrutando de una experiencia única. Soy un privilegiado por poder haberla disfrutado, no hubiera sido justo para la gente que se apuntó al casting y no pudo ir haber tirado la toalla.
¿Volviste con las mismas ganas que empezaste la aventura?
Sí, e incluso más. Cuando llegamos a La Isla no teníamos ni idea de lo que nos íbamos a encontrar y pasadas dos semanas, aunque seguíamos a su merced como se vio con mi percance, al menos ya estábamos en condición de poder retarla y mirarla a los ojos. Quedaban poco menos de dos semanas por delante: Con el agua y el fuego más o menos controlados aún seguían quedando retos mayúsculos como la caza para alimentarnos, la pesca, la acomodación del campamento para ganar comodidad, fomentar las relaciones personales y buscar algo de ocio a modo de válvula de escape en un ambiente tan hostil como es la Isla.
Juan durante su hospitalización
¿Qué es lo que notaste más cambiado desde tu marcha? ¿En tan pocos días puede algo cambiar tanto?
Sobre todo, noté el ambiente mucho más caldeado y los ánimos bajos, con demasiados conflictos y rencillas. Al llegar me enteré que tras mucho buscar la ansiada comida mis compañeros fueron capaces de cazar un caimán, pero el ánimo estaba enrarecido.
Y es que La Isla te descoloca y la mente es como una montaña rusa.
¿Cómo fueron esos días fuera de la ISLA? ¿Nos cuentas qué te pasó y cómo te curaste?
Pues para mi fue una sensación rarísima ya que estoy acostumbrado a ser la otra parte. Cuesta ser el paciente cuando en tu día a día trabajas en un servicio de Urgencias atendiendo a gente enferma que en ocasiones se debate entre la vida y la muerte. Afortunadamente a mis 33 años no recuerdo ninguna situación personal ni familiar cercana de enfermedad surgida de improvisto.
Fue curioso ser el paciente tan lejos de casa. Al principio estaba algo preocupado por las condiciones sanitarias de un país como Panamá, pero quiero agradecer a Shine Iberia por la buena inversión que hicieron en el seguro médico ya que la atención que recibí fue difícilmente mejorable. El viaje en helicóptero hasta Panamá City duraría en torno a 30 minutos. Tras el aterrizaje me pasaron a una ambulancia y me llevaron hasta un hospital privado que la verdad no le faltaba detalle. Allí rápidamente me atendieron.
Bajó el director médico a recibirme, la doctora que me atendió había estado trabajando un tiempo en España y cuando fui mejorando hablamos incluso de temas relacionados con la Sanidad en España. Las pruebas (analítica, radiografía y electro) se hicieron pronto y los resultados eran positivos: No había parte del aguijón dentro del pie, ni había signos de infección en la analítica, ni un fracaso renal que puede darse en estas situaciones. Poco a poco me fui encontrando mejor, recuperando sensibilidad y fuerza. Aunque el dolor me acompañó durante mucho más tiempo (incluso días) lo cierto es que al menos ahora lo podía tolerar.
Cuando ya todo estaba controlado bajó el Cirujano Plástico, me limpió muy bien la herida ya que el riesgo de infección es altísimo en esas picaduras y luego me suturó la herida. Mi recuerdo de la atención recibida es inmejorable. Estoy muy agradecido a todo el personal. Una vez recuperado del percance tocaba volver a la Isla. El traslado no era sencillo ya que de Panamá City tenía que ir al puerto, de allí coger un primer ferry hasta una isla puente y de allí una lancha para volver a La Isla (Gibraleón).
Lo que recuerdo es las condiciones de esos viajes: No me había lavado, me di cuenta que olía fatal y que estaba muy sucio. En el hospital no me pusieron ni siquiera suero (sí en el traslado del helicóptero) y tan solo probé en ese tiempo un plato de sopa de arroz. Nada más, ni siquiera agua. Creo que era lo justo, no me hubiera gustado volver con diferentes condiciones a mis compañeros aunque al llegar y enterarme que ellos habían comido caimán la verdad es que me pusieron los dientes largos.
Al haber estado un tiempo en contacto con la vida fuera de la ISLA... ¿se ven las cosas con más perspectiva?
En la Isla pierdes la noción del mundo. Tu mundo es ese y a lo sumo las personas que están fuera pero que echas en falta. Pierdes la noción del tiempo, los agobios de las obligaciones, el estrés diario. A la vuelta en el trayecto contemplé Panamá City, una ciudad de contrastes, donde tras pasar por la parte lujosa te adentras en la ciudad en ruinas donde la pobreza y la delincuencia se dan la mano. Te das cuenta de lo diferente que es este mundo de contrastes en el que vivimos.
¿Crees que el carácter de tus compañeros varió desde que te fuiste hasta tu llegada?
El hambre te debilita, te cambia el carácter, te hace más débil y en esas condiciones es más fácil que aparezcan conflictos. Es muy llamativo ver cómo personas que empezaron fuertes se terminan plegando en su mundo interior, poniéndose un caparazón para intentar defenderse del resto pero también de uno mismo.
En estas situaciones, las dinámicas de grupo corren el riesgo de saltar por los aires. Aparece el cansancio, el egoísmo. Eso se vio en parte en el quinto programa de La Isla, pero también se ve cómo al final la unión hace la fuerza y el GRUPO es lo que saca hacia delante los conflictos y situaciones peligrosas. Han pasado los meses pero es un lujo ver como incluso en el infierno (la Isla) puedes encontrar ángeles (compañeros que se han convertido en amigos)
En ese tiempo... ¿te han contado cómo se han apañado ante cualquier incidente, sin ti?
La verdad es que todos se alegraron mucho de mi vuelta porque creo que les quité una gran preocupación de encima (risas). No te puedes hacer ni una idea de la cantidad de cuestiones médicas que me podían hacer a lo largo del día: Dolores, mareos, picaduras, lesiones en la piel, toma de tensiones. Yo era su médico de cabecera en la Isla y persona de confianza.
Fernando también tiene nociones relacionadas con salud y salvando las distancias podía haberse convertido en una especie de terapeuta emocional. Allí había compañeros con sentido común, que es algo esencial para temas de salud, pero por suerte mi ausencia en la Isla fue corta y no hubo nada médico que destacar en mi ausencia.
Es difícil, pero ¿volverás en la experiencia a vivir un momento tan duro como tu marcha?
Nunca se puede decir nunca. Aunque sé que será difícil superar ese sufrimiento, esa incertidumbre y el sentirte lejos de tus seres queridos...pero en mis planes de vida futuros están algunas vivencias que también serán dignas de ser vividas. Hasta que tenga hijos me he marcado alguna experiencia vital de esas que te hacen salir de tu zona de confort y quedarte algo expuesto.
Pero vivimos en un mundo tan loco que jamás sabes a qué te tocará enfrentarte. Un atentado, una bomba, una gran catástrofe...como médico de Urgencias eso te hace estar coqueteando con esos peligros. Imagino que en tu vuelta extremaste las precauciones para evitar cualquier accidente...
¿Cuáles son los mayores peligros que ahora ves?
El hambre te hace estar débil, bajar la capacidad de propiocepción de nuestro cuerpo y estar expuestos a tropiezos, caídas y un mal golpe. De vez en cuando se escuchaba un ruido y era un coco que se había caído de una palmera...imagínate si hubiera pillado a alguien debajo por ejemplo haciendo sus necesidades. Pero sobre todo, el respeto al mar. Peces piedra, mantarrayas, peces globo. El agua estaba turbia y llena de peligros. No eran aguas cristalinas, sino más bien un pequeño campo de minas si me permites la metáfora.
¿Qué mensajes te mandabas antes de aterrizar de nuevo en la isla, en esta segunda oportunidad?
Que tenía que seguir siendo yo mismo, que tenía que seguir contribuyendo. Esos primeros días quizás no podría andar mucho pero podía hacer otras cosas útiles para el grupo. Tenía que seguir aportando mi granito de arena. No seré ni el más fuerte, ni el más habilidoso, ni el más ágil...pero en un grupo todo el mundo aporta algo si es proactivo.
Y sabemos que volverías a repetir la experiencia... pero ¿y una tercera vez?
Hay un dicho que dice que no hay quinto malo. Vivencias como estas te hacen crecer como persona, se puede considerar una escuela de vida. Así que, ¿por qué no? Me encantaría poder vivir con mi ya esposa una experiencia similar para que ella también pueda disfrutar y podamos hacerlo juntos que así, se disfrutan más aún las cosas.
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Podría ser bonito que ella fuera a la segunda edición de La Isla y que yo esté cubriendo las espaldas lejos de La Isla sin comunicación directa con ella, pero siendo parte del equipo de Safety médico (risas). Es una idea que le doy a la productora.