Tras centrarse en sus primeras semanas en los asuntos políticos que han protagonizado la primera línea de las informaciones en nuestro país, Jordi Évole regresa a otra de sus aristas más personales en 'Salvados', con un programa sobre el primer caso de pederastia en España reabierto por el Vaticano en el día de los Derechos Humanos.
Jordi Évole hablando con Javier en 'Salvados'
Durante años, y en diferentes pueblos de Castilla León, José Manuel Ramos Gordón abusó de numerosos niños internos en colegios. El contraste de opiniones de la gente del pueblo de Bañeza ha chocado inquietantemente con un secreto a gritos escondido entre sus calles. Con la boca pequeña, algunos vecinos comentaban: "Yo no sé que le hacía a los niños pequeños","Solo tenemos palabras de gratitud para el cura" o, "Es un pasado muy lejano. Es un pederasta que ya lo sabemos ¿cuántas cosas hay peores que no han pasado nada?".
Javier cogía entonces la palabra para contar su historia, la suya, y la de muchos niños. Nacido en una familia humilde de 5 hermanos, él y su hermano habían sido los únicos que tuvieron la oportunidad de estudiar abriendo las puertas al mayor de los infiernos para ambos hermanos: "En octavo fue lo terrible".
"Nunca he vivido algo tan traumático como lo que viví ese primer día"
La marcha del sacerdote se dibujo de una manera donde el entramado no aparecía por ningún recoveco, por lo que Javier decidió hablar: "me entró mucha rabia porque los motivos eran otros", sentenciando, "hacía cosas muy feas y horribles". La víctima ha explicado que su calvario era voz pópuli en el colegio, pero que comprende el silencio de los compañeros, no el de el resto del claustro, "Si lo vio y calló no le echo la culpa porque tendría miedo".
Con la voz entrecortada, Javier narraba su estremecedor relato asegurando que cada noche era un infierno: "había miedo y estabas con ojo avizor. Oías pasos por la noche. Nos avisaban por la pared para saber que estaba ahí. Paraba casi siempre en las mismas camas", señalando, "Hasta que no pasaban 3 o 4 horas no me dormía. Nunca he vivido algo tan traumático como lo que viví ese primer día", relataba, "Te quedas inmóvil intentando asimilarlo. Que fuera sacerdote te provocaba miedo, era pánico lo que sentías, no piensas en reaccionar ni gritar. Te quedas bloqueado".
Javier relata su experiencia en 'Salvados'
Ambos hermanos sufrieron los abusos durante todo el curso, siendo un continuo las visitas del cura por la noche: "pensaba que no iba a volver pero vuelve. Volvió muchas veces". Y así, noche tras noche, los abusos se sucedían: "Intentabas no dormir cuando se apagaban las luces. Te tocaba y se tocaba. Nunca hablaba, él hacía. Si cogía confianza iba más allá. Intentaba ponerme boca abajo para que no me tocara pero no servía porque te tocaba por detrás. Llevaba cremas, algo frío y líquido. Te acariciaba las nalgas, te acariciaba y luego se iba acercando al ano y introducía su dedo", llegando a asegurar que no les quedaba otra que aceptar las circunstancias: "Decías tengo que vivir esto, porque no te planteabas hacer nada porque no podías".
Y así, entre lágrimas e indefensión, José Manuel Ramos Gordón arruinó la vida de estos hermanos: "Luego te volvías a dar la vuelta llorabas y él lo sabía pero insistía con su juego pero por alante. Siempre estaba de rodillas. Cuando consideraba oportuno eyaculaba encima de tí. Se quedaba unos segundos más, temblabas de miedo y asco y cogía y se marchaba. A veces se iba del todo o a veces de iba donde mi hermano o al revés". Porque, tal y como describía Javier, "Era el infierno, las noches que venía y las que no venía. Las que no venía le estabas esperando. Me sorprende que un ser humano vea que estés sufriendo y le de igual, hasta que no llegaba a su orgasmo hacía lo que quería".
"Éramos como autómatas, estábamos por estar"
Una situación que, curiosamente, no resultó llamativa para nadie en el centro: "Nuestro rendimiento escolar fue devastador. Teníamos insuficiente en todas las asignaturas menos en la suya que teníamos un sobresaliente. Nunca nos dijeron los profesores nada, cómo si no estuviésemos", explicando que su supervivencia pasó por un simple ser y estar: "Éramos como autómatas, estábamos por estar". Igualmente, cuando los hermanos cogieron fuerzas para denunciar la situación nadie hizo nada. El hermano de Javier lo denunció a rector y tutor sin obtener respuesta.
Cuando decidieron dar el siguiente paso y contárselo a sus padres, cinco años después, su padre decidió arreglarlo por su cuenta hablando con voces externas al colegio, recibiendo la siguiente respuesta: "El sacerdote le dijo a mi padre que había que perdonar". Y así, con el único consejo del perdón, sus vidas se vieron marcadas: "Tuvimos problemas de autoestima, de no relacionarnos con las personas, sexuales...".
Sin embargo, con mucho trabajo y con las secuelas propias, Javier ha sido padre de un niño que ahora tiene 13 años y explicaba: "Muchas veces que le miro me veo a mi", suspiraba, "a veces le miro y pienso: si lo que me ocurrió a mi lo estuvieras viviendo tú, yo me moriría. Le he protegido, le he preguntado un millón de veces si estaba bien en el colegio, quizás en exceso", señalando que lo ocurrido también ha repercutido en la vida de su hijo: "Me escribió una carta dándome ánimos y pidiéndome que sea fuerte".
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Uno de esos niños, Virgilio Ramos, contaba como el sacerdote intentó meterse en su cama hasta en dos ocasiones: "en esa época no sabías con quien hablar del tema porque ¿quién te cree? hablar mal de Chema era complicado porque era siempre amable y la gente le tenía como un cura bueno", puntualizando, "Había mucha gente que lo sabía. La segunda vez le pillé que me estaba tocando. Le dije que si volvía se lo diría a mi padre", y se rompía intentando esbozar una media sonrisa, "Fue complicado, vamos a dejarlo ahí".