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En un nuevo capítulo de 'Pesadilla en la cocina', Chicote se ha desplazado hasta Pamplona para ayudar a un restaurante de lo más caótico, el "Olé", un establecimiento andaluz en pleno casco histórico de Pamplona. A pesar de la fantástica localización, el dueño, Iosu, no sabía sacarle partido y entre el mal rollo de sus camareros, la falta de comunicación, la carta poco exquisita y la baja calidad de los platos, el restaurante parecía estar condenado al cierre. ¿Alberto Chicote habrá logrado levantar el negocio?.
Alberto Chicote durante el programa 'Pesadilla en la cocina'
La decoración andaluza y una cantante de rancheras que amenizaba las veladas, eran el reflejo del desorden e incoherencia del "Olé". Un servicio cuya máxima comunicación eran los insultos, malos modos y gritos, unido a los errores constantes, hacían que su situación fuese insostenible, incluso para el propio Chicote, que no sabía dónde meterse.
Chicote, a punto de irse
Comida precocinada, fría, aceitosa y mal emplatada hacían que los comensales devolvieran uno tras otro sus platos a la cocina. Pero lo más desagradable fue cuando una clienta se encontró una larva de mosca en su ensalada, hecho que dejó claro a Chicote que tenía un largo trabajo por delante: Un dueño que no sabe mandar, unos camareros que se faltan el respeto y una cocina caótica.
Tras la remodelación del local, su rebautización como "Maltea" y el cambio de carta, hizo que el restaurante resurgiera de sus cenizas: "Cuando les das directrices todos se ponen a bailar y sale todo perfecto", finalizaba diciendo el conocido chef y añadía: "Por fin el propietario de este local ha aprendido que tiene que dirigir él su negocio, y nadie más".