Cuando hablamos de 'A dos metros bajo tierra' es inevitable comenzar alabando el final. Y es lógico, porque sin duda es uno de los cierres más perfectos y más redondos que le acreditan como el final de los finales. Pero todo fin tiene un principio, y el de esta serie también fue perfecto, plantando los cimientos de la obra maestra que no hacía más que arrancar. El 3 de junio de 2001 se estrenaba en Estados Unidos esta ficción y, en su 20º aniversario, queremos hacer una oda a su inicio, a su capítulo piloto.
Ruth, en el piloto de 'A dos metros bajo tierra'
Veinte años del inicio, y se dice pronto. Ha pasado mucho tiempo y la serie sigue siendo atrevida y arriesgada. Ya lo era entonces, pero es que cualquiera de los temas que se trataron en esta serie siguen estando de actualidad ahora mismo. Habla de las relaciones personales, de cómo afrontar las pérdidas, de la homofobia y el racismo, de las adicciones, de la salud mental... Y sobre todo de la muerte, un tema que sigue siendo bastante tabú y el cual se pretende normalizar, haciendo que el espectador reflexione y cambiando algo en su interior para siempre. Pero el tema lo trata desde un punto de vista optimista, invitándote a valorar más la vida. Y es que no debemos engañarnos, 'A dos metros bajo tierra' no es una serie sobre la muerte, sino sobre la vida.
Nathaniel Fisher muere nada más arrancar la serie
La serie se centra en la familia Fisher, propietaria de una funeraria que está acostumbrada a recibir clientes prácticamente a diario. El capítulo piloto va mostrándonos a los distintos miembros, siendo Nathaniel uno de los protagonistas potenciales de la historia, pero rápidamente nos damos cuenta de que esto es falso. Mientras conduce el coche fúnebre el día de Nochebuena, se despista un instante para encenderse un cigarrillo cuando es arrollado por un autobús y muere. ¿Qué nos demuestra esta muerte? Que cualquiera puede morir. Que nadie está a salvo. Y esa es la primera lección que nos muestra la serie.
Nathaniel Fisher, justo antes de morir, en el piloto de 'A dos metros bajo tierra'
La triste noticia llega a los familiares en situaciones muy distintas: Ruth, la madre, está preparando la cena cuando se entera de lo sucedido tirando todo por los aires; Nate, el hermano mayor, se entera nada más llegar a Seattle, después de tener sexo con una desconocida; David, el hermano mediano, intenta asimilarlo mientras atiende el negocio; y Claire, la hija pequeña, que justo estaba fumando sustancias alucinógenas cuando recibe la llamada.
Presentación de personajes en acción
Esta forma de presentar a los personajes es magistral. Los conocemos en acción, no de palabrería. Vemos qué es lo que hacen en su día a día, pero acto seguido descubrimos cómo son más a fondo al ver cómo reaccionan ante un suceso tan impactante como es la muerte de un marido o un padre. Es imposible no entrar rápidamente en la serie, pues sientes que todos necesitan un abrazo, y el espectador quiere quedarse con ellos, estar ahí para lo que necesiten.
Claire y Gabriel, en el piloto de 'A dos metros bajo tierra'l
A lo largo del capítulo sabemos más de ellos. Ruth es una ama de casa que se esfuerza por cumplir todas las obligaciones que se marca ella misma, es sensible, pero saca la ira si hace falta. Pero tras esa fachada de mujer tradicional que nunca ha roto un plato, conocemos que fue infiel durante años a su recién fallecido marido. Nate sabe dejar el odio a un lado ofreciendo consuelo a la gente que lo necesita y afrontando los problemas de cara, y todo esto lo hace teniendo una fuerte crisis de identidad. David, por su parte, ha querido seguir los pasos de su padre entregándose al negocio familiar, aunque realmente esta no es su vocación. Comprobamos que es un chico formal, con buenos modales, tranquilo, que (a priori) controla sus emociones. Y Claire es una adolescente rebelde que se guía por sus instintos, dejándose llevar para sorprenderse con lo que la vida tiene preparada para ella. Es receptiva con todo gracias a su mente abierta.
Estos son los Fisher. Pero también hay más personajes a los que conocemos en el primer capítulo: A Brenda, la desconocida con la que se acuesta Nate, que es un mujer enigmática, misteriosa y alocada; Keith, el novio de David, un policía que lucha por las libertades y los derechos; y Rico, un empleado de la funeraria que se encarga de reconstruir los cadáveres. Y esto es solo el principio, pues con el paso de los capítulos, el abanico se abre para conocer a Lisa, Billy o George entre muchos otros. Absolutamente todos los personajes de 'A dos metros bajo tierra' comparten dos características importantes. 1 - Les cuesta autodefinirse pese a su aparente seguridad; buscan saber quiénes son. 2.- Son un mar de dudas a la hora de afrontar el futuro. Quizás estos dos rasgos no sean algo común de ellos, sino de toda la humanidad, por lo que, de nuevo, es imposible que el espectador no empatice.
La visibilidad para naturalizar
Keith y David, en el piloto de 'A dos metros bajo tierra'
En 2001 no estábamos nada acostumbrados a ver personajes homosexuales en la pequeña pantalla. De repente tenemos a uno de los protagonistas gay, con pareja, y que además es negro. Para la época y, en EEUU, mostrarte una relación gay y encima interracial fue bastante rompedor y necesario. Además, se trata en varias ocasiones la homofobia y el racismo como hemos comentado antes. Además, también nos presenta a una familia latina, mostrando una vez más la diversidad real que muchas otras ficciones se habían dedicado a ocultar. Alan Ball, el creador de la serie, no se cortó en ningún momento a la hora de ponen todos los asuntos sobre la mesa y tratarlos con toda la naturalidad posible.
Un tono y un estilo tan peculiar que atrapa
El tono de 'A dos metros bajo tierra' es muy peculiar. De hecho, muchos han tratado de imitarlo después sin conseguir el mismo efecto. Por un lado conjuga a la perfección el drama con el humor negro, sacando una sonrisa al espectador en momentos que realmente duele reírse. Cuando a Ruth le da un ataque de ira al conocer la muerte de su marido, tira toda la comida al suelo, y cuando su hijo David le pregunta qué ocurre, primero le dice que el asado se ha ido al garete y, ya después, que su padre ha muerto. La ironía también está a la orden del día, pues la muerte del patriarca podría entenderse como que "fumar mata".
Pero siguiendo con el tono, la serie nos introduce en un mundo de lo más costumbrista, pero que de vez en cuando nos regala todo lo opuesto llevándonos a la fantasía gracias a las ensoñaciones de los personajes. De vez en cuando, sacan a relucir su verdadera personalidad, muestran lo que realmente querrían decir o hacer, pero todo dentro de estas pequeñas piezas que, además de ser un regalo para el espectador, también muestran mucho más de los protagonistas. Dicho esto, también hay apariciones de los muertos, a modo de fantasma, que sirven a David, Nate, Claire y Ruth como terapia. Nathaniel, el padre, es uno de ellos, que se le aparece en el primer capítulo a cada uno de ellos, encontrando cierta intimidad para despedirse de sus familiares.
La muerte de él en el piloto, convirtiéndose en su propio cliente en la empresa que fundó, es la primera de muchas otras. A partir de entonces, cada episodio arranca con una muerte, siendo algunas cómicas, otras más trágicas y otras más sorprendentes, pero todas ellas ayudarán a que los protagonistas se planteen cosas y que evolucionen, algo que no deja de ocurrir con el paso de las temporadas. Otro aspecto importante del estilo que nos plantean es el fundido a blanco tras la muerte de cada capítulo, alejándose del clásico negro para este recurso, y distanciándose también de la relación entre el negro y la muerte. De hecho, es sobre estos fondos blancos, cuando aparece el nombre, el año de nacimiento y el de la muerte de cada uno, siendo esta imagen algo muy representativo de esta ficción. Y hablando del estilo que nos presenta el piloto, no podemos olvidarnos de esas píldoras a modo de anuncios con cierta comedia que se nos intercala durante el episodio interrumpiendo las dramáticas tramas de los Fisher. Sin conocerse el motivo ni dar ninguna explicación (que tampoco hacía falta), este aspecto desapareció a partir del segundo capítulo.
Lo primero que vemos de 'A dos metros bajo tierra' es su espectacular cabecera. Poco se habló de ella. Sin duda, es una declaración de intenciones de lo que va a ser la serie. Por un lado, estamos viendo una serie de imágenes metafóricas como el cuervo que representa la muerte, garras en una lápida, un ciprés, manos que se separan, flores pudiéndose... Y por otro lado, vemos una camilla con un cadáver, artilugios, algodón maquillando al muerto, un coche fúnebre... De esta manera nos muestran dos de los puntos más característicos de esta ficción: la muerte y los trabajos fúnebres. El humor negro también tiene cabida en la cabecera, pues el nombre de Alan Ball aparece en una lápida. Y toda este openning, impregnado de una elegancia exquisita que está siempre presente en la serie. Esta magia se repite en las promos de las siguientes temporadas, que simplemente son arte.
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Y tras muchos éxitos... llegó el final
Desde el momento en el que la serie se estrena, empieza a recoger premios y reconocimientos, a recibir espectaculares críticas de los profesionales y el público se muestra rendido a esta producción. No pasa desapercibido como era de esperar, lo que lleva a HBO a renovarla por una segunda, una tercera, una cuarta... hasta que acuerdan con el creador que la quinta sería la última. Y con ella llega el final del que tanto se habla. Un desenlace atrevido en el que al espectador se le ponen los pelos de punta mientras una lágrima recorre su rostro, sintiendo una adrenalina y un vértigo que rápidamente se convierten en paz.