'El conquistador' ofreció el lunes 2 de septiembre una nueva entrega que acabó con otra expulsión. El programa de La 1 está recuperando muchos de los retos clásicos del formato de la ETB para ver hasta dónde son capaces de llegar los concursantes de la edición nacional. De hecho, en esta emisión, los participantes tenían que hacer frente a 'Caníbales', la prueba más bestia y salvaje del concurso y, posiblemente, de toda la televisión española.
La mecánica del reto no tiene gran complejidad, pero sí puede resultar algo asquerosa debido a que los concursantes debían transportar sangre con la boca desde un barril lleno de tripas hasta un tuvo que tenía asignado cada equipo. Una vez finalizada esta parte de la prueba, los participantes tenían que arrancar la carne y las vísceras de un cerdo que estaba colgado abierto por la mitad y llevarlo hasta una caja tras sobrepasar algunos obstáculos. Todo eso sin utilizar las manos, que tenían atadas.
Guyo Ochoa en 'El conquistador'
Con esta prueba "no apta para finolis", según palabras de Julian Iantzi, los concursantes se jugaban la inmunidad y la localización en la que iban a tener que pasar unos días. Por otro lado, para las Atabeys era vital hacer un buen papel en "Caníbales", ya que si ganaban se salvaban de la expulsión y por consiguiente, de la extinción. Durante el reto, el equipo rojo tiró el recipiente de sangre y fueron directamente al campamento infernal, donde deberían dormir sin poder limpiarse, sin embargo, el equipo azul y el verde tenían que continuar con la prueba. Finalmente, las chicas lograron el segundo puesto y acabaron en el campamento pobre, mientras que el grupo de Patxi Salinas consiguió hacerse con la inmunidad.
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La prueba de expulsión
Para la prueba de expulsión, el capitán del equipo azul escogió a los hermanos Miguel y Daniel y las Atabeys decidieron que fuera Joana Flaviano. Por su parte, el equipo rojo eligió a Guyo Ochoa tras sus continuos enfrentamientos. El reto en el que se verían las caras consistía en desenrollar una cuerda que estaba en un árbol para acabar enganchándola en una rama. El último en hacerlo fue Ochoa, quién tuvo que abandonar definitivamente la experiencia, no obstante, el cubano no quiso irse sin pedirles que no fuesen tan mentirosos.