OPINIÓN

'Chernobyl' y 'Barry', las proezas de HBO que te harán olvidar 'Juego de Tronos'

La cadena estadounidense ha compaginado la recta final de su producto más exitoso con dos propuestas con entidad propia y mucho que ofrecer al espectador.

Por Alejandro Rodera El 7 de Junio 2019 | 10:20

Mientras en el campo de batalla los detractores y defensores de 'Juego de Tronos' vivían una encarnizada batalla, en las trincheras de HBO varios proyectos empezaban a asomarse para reclamar atención. En la noche de los domingos, bajo la prolongada sombra de los dragones, coexistían la última temporada de 'Veep ' y la segunda de 'Barry', una de las comedias revelación de 2018. Más adelante, el estallido nuclear de 'Chernobyl' comenzaba a ganar tracción entre el público, sobre todo desde el momento en el que el desenlace de la fantasía medieval ya había sido digerido.

A pesar de pertenecer a géneros (teóricamente) opuestos, como son el drama y la comedia, 'Chernobyl' y 'Barry' comparten una misma línea temática: la búsqueda de la verdad. En el caso de la primera, esa verdad guarda relación con toda una nación, capaz de desmoronarse por la incompetencia de sus autoritarios líderes; y en el de la segunda, esa introspección radica en un veterano de guerra con vocación de actor, que lucha por desterrar su naturaleza más violenta. Ambas presumen de un despliegue narrativo apasionante, que las ha llevado a consolidarse como dos de las piezas audiovisuales más relevantes de este año. Por eso, a continuación os hablamos de las virtudes de cada una de estas reivindicables obras.

Negligencia de destrucción masiva

Emily Watson airea el viciado ambiente en 'Chernobyl'

El formato de miniserie fue creado para sacarle el máximo partido a ficciones como 'Chernobyl', que no pierde un megatón de intensidad en sus cinco episodios. Desde su trágica primera secuencia, que asienta los cimientos de la serie sin caer en excesos dramáticos, se establece un tono sobrio y analítico, a la par que emocionante y reflexivo. El hecho de mostrar la explosión del reactor de la central nuclear desde la distancia de un hogar de Prípiat es toda una declaración de intenciones, ya que en vez de dejarse llevar por la acción más insustancial, el guionista Craig Mazin apuesta por ponerle cara, nombre y apellidos a las consecuencias de este desastre histórico.

De esta manera, 'Chernobyl' adquiere un compromiso con la verdad, tratando de hacer justicia a todas aquellas personas que se sacrificaron para impedir un mal mayor. Por esa razón, Mazin elige al químico Valery Legásov (Jared Harris) como hilo conductor de la historia. Cuando se produjo el cataclismo nuclear en abril de 1986, este reputado científico fue citado para ser uno de los líderes de la comisión que debía atajar, o al menos frenar, el calamitoso problema. Al verse limitado por las restricciones del régimen soviético, que se esforzó por cubrir con una capa de mentiras el acontecimiento, Legásov se encontró entre la espada y la pared al toparse con la verdadera causa de la nociva explosión.

Legásov imparte una master class sobre instalaciones nucleares

La serie enfrenta a sus personajes con una situación insólita, que en ningún otro lugar del mundo se habría afrontado de la misma manera. La obsesión de la Unión Soviética por mantener una férrea apariencia de cara al resto del mundo terminó por fagocitar a su modelo de gobierno y su fracasada ideología. En su esfuerzo por reflejar la guerra abierta contra las mentiras y su inevitable coste, 'Chernobyl' revive el espíritu del Costa-Gavras -sin pretensión de alcanzar el grado de brillantez del cineasta griego-, asestando una punzante crítica a los líderes incompetentes y opresores, obcecados con perpetuar un baile de máscaras totalmente ajeno al bienestar de su pueblo.

Además, Mazin y el director Johan Renck hacen de la intriga una poderosa insignia. El final de cada episodio es un mazazo emocional y en ningún momento se huye de entrar en tecnicismos, ya que el clarividente empeño didáctico, que encuentra su auge en el último capítulo, es otro de sus fuertes. Tanto los momentos en los que descubrimos nuevos detalles del desastre como aquellos que exponen sus consecuencias a través de diferentes puntos de vista, quedan soldados en una obra redonda, más necesaria que nunca en esta era de la desinformación y la manipulación.

El reverso de la violencia

Bill Hader sostiene un arma en la segunda temporada de 'Barry'

Vivimos en un tiempo en el que la violencia en la televisión, el cine o los videojuegos se da por hecho. En la mayoría de los casos, esos arrebatos de agresividad son totalmente gratuitos, pero en la segunda temporada de 'Barry' cada disparo tiene un coste mayúsculo en el devenir emocional de su protagonista. Después de conocer a este asesino a sueldo, marcado por las traumáticas experiencias vividas en la guerra, el año pasado, los nuevos episodios han servido para profundizar en su psique y en el tono tragicómico que envuelve a su historia.

Los creadores Alec Berg y Bill Hader han ido un paso más allá al plantear un reto a su protagonista: no matar a nadie en toda la temporada. Las clases de interpretación del profesor Cousineau (Henry Winkler) han sido el espacio perfecto para explorar la verdadera naturaleza de Barry (Hader) y llegar a la raíz de su trauma, a través de prosaicos flashbacks que barren la epicidad del campo de batalla. Al verse obligado a exponerse ante sus compañeros de clase, vemos al Barry más vulnerable, convencido de poder alterar su forma de ser y renegar de su violenta virtud para expresarse de una forma menos dañina.

En la otra cara de la moneda se encuentra Sally (Sarah Goldberg), que en su ejercicio interpretativo también saca a relucir su vínculo con la violencia. En su caso, como presa de abusos domésticos por parte de su exmarido. Al contraponer los relatos de Sally y Barry, la serie muestra a un ejecutor y a una víctima, que comparten la convicción de no querer ser etiquetados con esos calificativos. Por muy intenso que pueda sonar todo esto, Hader y Berg se las apañan para que la comedia se abra hueco constantemente de forma orgánica, al igual que introducen con gran acierto elementos de acción e intriga.

Barry y Sally exploran su relación con la violencia

A la hora de recomendar encarecidamente 'Barry' es imposible no hacer mención al quinto episodio de la segunda temporada, una brillante entrega que funciona prácticamente como una pieza independiente y en la que tiene cabida hasta el terror. El capítulo dirigido por el propio Hader retrata la acción como algo espontáneo, que brota con naturalidad y se desarrolla de manera hilarante. Emitido justo después de "La larga noche" de 'Juego de Tronos', este episodio de 'Barry' ha logrado desbancar en todos los sentidos a aquella batalla, demostrando que las grandes ideas prevalecen sobre la grandilocuencia inerte.

En términos generales, la segunda temporada de 'Barry' supera en ambición a la primera, tanto en términos formales como narrativos, ya que cada capítulo contiene perlas de ingenio increíblemente valiosas. El debate sobre cómo la industria finge haber comprendido el feminismo, los gags sonoros y visuales, la reflexión sobre el origen, la normalización y los efectos de la violencia... son algunos de los engranajes de esta nueva etapa de la obra de Hader y Berg, que reafirman a 'Barry' como uno de los estandartes de la televisión más ecléctica e imprescindible.