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Ha pasado un verano desde que las protagonistas de 'Big Little Lies' se quitaran de encima la abusiva presencia de Perry. Fuera de la ficción, la espera ha sido ostensiblemente más larga, de dos años. A lo largo de todo este tiempo, la mayor preocupación siempre ha sido la misma: ¿es necesaria una segunda temporada? Y una vez vistos los tres primeros episodios de esta nueva entrega, la respuesta a esa cuestión tiene tantos matices como la propia serie.
Las cinco madres mantienen su secreto bajo llave
Sin embargo, no por innecesaria en términos narrativos, la segunda temporada de 'Big Little Lies' deja de ser imprescindible. Superado un primer capítulo menos estimulante, la serie despega con un tono renovado. La incorporación de la oscarizada directora Andrea Arnold, conocida por merodear por los márgenes de la sociedad con "American Honey" o "Fish Tank", no supone una revolución en el estilo visual de la serie, que se mantiene intacto, pero sí que dobla la apuesta dramática al desprenderse totalmente del componente de intriga. Ya no estamos ante un drama encubierto de thriller, así que la estructura transita por un cauce más convencional, sin perder los ramalazos experimentales, y lo realmente intrigante es la evolución emocional de las protagonistas.
Mary Louise recuerda a su hijo junto a su nuera y sus nietos
Los fantasmas del pasado
Si la primera temporada finalizaba con una idílica secuencia de las cinco madres en la playa, esta segunda no tarda en dislocar ese espejismo. Cada una de ellas tiene que lidiar con problemas ligados o no con la muerte de Perry (Alexander Skarsgard): Celeste (Nicole Kidman) siente una tóxica dependencia por su fallecido y maltratador marido; Madeline (Reese Witherspoon) proyecta sus miedos en su hija y su matrimonio está en horas bajas; Bonnie (Zoë Kravitz) está terriblemente traumatizada por haber matado a alguien; Renata (Laura Dern) ve amenazada su opulenta vida; y Jane (Shailene Woodley) tiene que seguir adelante tras haber resuelto su enigma personal.
Por si todo esto no fuera suficiente, Meryl Streep irrumpe para alterar el ínfimo orden existencial del quinteto protagonista. La veterana actriz encarna a Mary Louise, suegra de Celeste que acude a Monterey a recabar información sobre la irresoluta muerte de su hijo. En primera instancia, los duelos interpretativos de Streep tienen como contraparte principal a Kidman, pero Woodley y, sobre todo, Witherspoon también se llevan su parte. A pesar de ser reducidas, en las apariciones de Streep hay suficiente profundidad como para que la actriz se luzca y se convierta en el fiel reflejo de una sociedad escéptica ante las víctimas de violencia de género.
Jane emprende una nueva vida
Máscaras caídas
La búsqueda de la verdad es toda una quimera en un entorno en el que la mentira es la nota dominante, y cuando los secretos comienzan a salir a flote, cada personaje vive su detonante personal, sin olvidar el impacto que todas estas revelaciones tienen en sus hijos e hijas. Asimismo, las estigmatizadas protagonistas siguen inmersas en la superficial, pero frágil, atmósfera de Monterey, que es ideal para lapidar sus secretos inconfesables, pero no lo es tanto cuando estos salen a la luz.
En definitiva, esta segunda temporada tan solo tiene sentido como evolución orgánica del relato que nos fascinó hace dos años, elevado una vez más por un elenco impecable. Porque 'Big Little Lies' ya no trata sobre quién ha muerto y cuál es la verdadera identidad de la nueva vecina, sino sobre algo más humano: cómo retomar las riendas de tu vida cuando sientes que has perdido el control.