"Todo esto es verdad. La mayoría de esto pasó", afirma con contundencia antes de cada capítulo 'El pájaro carpintero', miniserie de Showtime que está disponible en España a través de Movistar+. Y no está de más recordarlo, sobre todo teniendo en cuenta que se ambienta en un contexto, el inmediatamente anterior a la Guerra Civil estadounidense, que resulta poco conocido, al menos a un espectador europeo. Aunque parezca que la confrontación por los derechos de la población afroamericana comenzó con el mandato de Abraham Lincoln, hay todo un contexto de violencia sistémica y reacción abolicionista ante ella sobre las que esta serie arroja algo de luz, a su manera surrealista y delirante. Y, de cualquier forma, necesaria, teniendo en cuenta cómo la reciente agitación social debida a las muertes a manos de la policía de George Floyd y Breonna Taylor ha puesto de relevancia que el debate sobre la igualdad y la tolerancia en el país americano está lejos de estar resuelto. Porque todo esto es verdad, y recordar la historia en ficciones tan entretenidas y atrapantes como ésta puede ayudarnos a no caer en viejos errores.
Joshua Caleb Johnson y Duke Davis Roberts con la pluma del pájaro carpintero que da nombre a la serie
La problemática de John Brown
A la hora de contar la historia de John Brown, que no deja de ser un personaje histórico, es difícil no caer en la figura del "salvador blanco". Hasta la propia serie es consciente y bromea con ello ya en el primer capítulo. Hablar de racismo desde la perspectiva de un hombre blanco, obviando las voces que verdaderamente sufren el problema, podría haber sido tentador para los caucásicos creadores de esta ficción, Mark Richard y el propio Ethan Hawke, que también colabora a los guiones. El libro escrito por el afroamericano James McBride en que se basa ya busca solventar el problema colocando la perspectiva en Cebolla. A través de la mirada del esclavo liberado observamos todos los grises de Brown, al que se retrata como un fanático religioso mentalmente inestable pero con una convicción férrea y real por su causa. Porque, aunque el personaje de Brown sea un pilar fundamental de la serie y ejerza una fascinación magnética, el protagonista es Cebolla, que con sus memorias se convierte también en cronista de las historias de los esclavos con los que se topa. Ellos, los oprimidos, son lo realmente importante, como intentan subrayar los retratos, a modo de fotografías en movimiento, que se suceden a lo largo de toda la serie y que un monólogo de Frederick Douglass, elegantemente encarnado por Daveed Diggs, se encarga de recordar explícitamente en la introducción de uno de los episodios.
Y, sin embargo, 'El pájaro carpintero' está hecha por y para la glorificación de Hawke y su personaje. Es imposible no caer rendido ante este loco peligroso con un puntito de ingenuidad infantil que, a fin de cuentas, está llevando a cabo una labor encomiable en un mundo injusto. Sus histriónicos discursos y devotas citas bíblicas, ejecutadas con pasión por un Ethan Hawke impresionante, son todo un espectáculo hipnótico que da lugar a algunas de las mejores escenas de la serie. La propia relación de John Brown con el activista negro Frederick Douglass deja, a pesar de los matices que el guión trata de introducir, en mal lugar al segundo, engrandeciendo la figura del luchador abolicionista blanco por encima de otros que sí estaban racializados. Al final, el esfuerzo por reivindicar las pequeñas historias de los esclavos dentro de la gran historia de Cebolla no deja de ser eso, un esfuerzo, ya que la gran figura de Brown eclipsa fácilmente a cualquier otra. Como se ha señalado antes, no es que la serie no sea consciente de la contradicción pero, al final, lo mejor de este relato sobre el racismo es un personaje blanco.
Entre la risa y el llanto
Daveed Diggs como Frederick Douglass en 'El pájaro carpintero'
Sin estos esfuerzos, la historia pecaría de ser algo convencional, cosa que, de hecho, sucede hacia el final. En ese momento, por fuerza, el dramatismo se impone sin apenas descanso. No obstante, tampoco importa demasiado, porque para entonces el fanatismo del iluso Brown, las inevitables confusiones con Cebolla por llevar un vestido siendo hombre, la sátira social generalizada y el propio sinsentido de la guerra te han hecho reír hasta el punto de generar una empatía hacia la historia y sus personajes que implican al espectador en la historia.
La visión de Cebolla también se encarga de construir esta empatía por su propia evolución, de ser un mero superviviente cargado de una ironía distante a implicarse cada vez más en las ideas de Brown. Un proceso que va parejo al desarrollo de su relación con el propio forajido, que comienza como un protector necesario y acaba ejerciendo como figura paterna y referente ideológico para él pese a su inicial escepticismo. La ternura que se genera entre estos dos personajes, unidos por la misma causa pese a ser tan diferentes, como si encarnasen la propia igualdad racial, se transmite directamente al espectador gracias, con permiso de Hawke, a la despreocupada cotidianidad con la que Joshua Caleb Johnson narra sus peripecias.
Porque, a pesar de que Ethan Hawke se come la pantalla (y la historia lo agradece), hay todo un elenco de personajes carismáticos como el Bob de Hubert Point-Du Jour o el Cook de Rafael Casal. No obstante, lo cierto es que gran parte de este reparto sirve en gran medida para que los conocedores de la historia se deleiten con apariciones estelares. La más destacada y divertida es la ya mencionada de Frederick Douglass, pero también se puede ver a la líder negra Harriet Tubman (Zainab Jah), al comandante sureño Jeb Stuart (Wyatt Russell) o al luchador revolucionario Hugh Forbes (Darren Goldstein).
Porque la cuidada ambientación histórica puede ser uno de los atractivos de quien se acerque a esta ficción, que sucede lejos de la gran mayoría de las historias del western pero mantiene algunos de sus signos distintivos. Uno de los más sobresalientes es el uso de la música, que rebusca en el folclore estadounidense para mezclar el country, el jazz y el gospel en una amalgama forjada en todo momento con la música negra que no sólo te sumerge en la historia, sino que refuerza la temática. Además, algunos momentos musicales interpretados por los propios personajes provocan reacciones verdaderamente emotivas que trascienden la pantalla.
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