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Antes de la llegada de Pfizer, Moderna o la malograda AstraZeneca, la vacuna contra el aburrimiento provocado por el coronavirus apareció en Netflix en julio de 2020 casi por sorpresa. ¿De qué irá esto de 'Emily en París'? pensaron muchos antes de devorar uno tras otro los diez capítulos de la primera temporada.
Y la serie explotó en audiencias. Y con ella llegaron las críticas. Que si es muy pija. Que si está cargada de manera innecesaria de clichés contra los franceses. Que si los trajes imposibles de Lily Collins...En esta segunda temporada, su creador Darren Starr ha tomado buena nota de todas las críticas... para no hacerles ni puñetero caso. ¿Queríais trajes? Pues toma doble ración de modelitos imposibles. ¿No os gustaban los estereotipos contra los franceses? Pues de regalo, ronda de clichés contra los británicos.
Es precisamente el gran acierto de la segunda temporada de 'Emily in Paris': que no parece una segunda temporada. Que estos diez nuevos episodios pueden verse tras los primeros y ni notarías que estamos ante una nueva temporada. Todo sigue igual en 'Emily en París', si acaso a más: más presupuesto, más lugares icónicos de París retratados y, en definitiva, más mamarrachería.
Ashley Park sigue siendo una robaescenas en 'Emily en París'
Porque es hora de reivindicar los guilty pleasures televisivos y dejar de llamarlos así, sobre todo cuando están tan bien hechos como 'Emily en París'. No es la serie del año, pero sí una comedia ligera tremendamente bien hecha que te permitirá evadirte y pasar un gran rato estas Navidades.
Anteriormente, en 'Emily en París'
La serie se centra en el personaje de Emily, interpretada por Lily Collins, una joven empleada de una compañía de marketing que aterriza por sorpresa en la sucursal de París para sustituir a su jefa recién embaraza. Allí, sin saber ni idea de francés y sin casi experiencia en el sector, Emily debe hacerse un hueco en Savoir, la agencia de marketing repleta de gente muy francesa y mucho francesa (pero que dominan el inglés, tal vez el detalle sobre los franceses más inverosímil de toda la serie).
En su periplo francés, Emily hace migas con Mindy (la brillante Ashley Park), una rica estrella de reality chino venida a menos. En el terreno amoroso, Emily acaba enamorándose de Gabriel, el apuesto cocinero del restaurante de abajo... hasta que descubre que tiene novia, Camille, que también es clienta de la agencia...
Je m'en fiche de l'histoire amoureuse d'Emily
Dos segundos después de ver aparecer a un nuevo chico atractivo por pantalla ya sabemos que estamos ante el próximo interés amoroso de Emily que se va a entrometer en el triángulo Emily-Gabriel-Camille. Netflix pide que no hagamos spoilers y la verdad es que la relación de Emily y con quién acabe me importa lo más mínimo.
En cierto modo, Emily Cooper es como Cristina Pedroche en Nochevieja: sólo está ahí para que hablemos de su vestido, y no nos importa ni lo que haga ni lo que diga.
La segunda temporada de 'Emily en París' también la sostienen sus secundarios, con una sobresaliente Ashley Park que pone la nota musical en cada capítulo (aunque se echa de menos ver más de su excelente vis cómica) o una exquisita Philippine Leroy-Beaulieu que vuelve a llevar sobre sus espaldas el peso en la mayoría de escenas.
Al final 'Emily en París' engancha porque es un engranaje en el que la mayoría de las piezas funcionan: actores, guion, fotografía, gags,.. Y precisamente funciona porque se ambienta en un mundo tan superficial, bonito y coloreado como el que retrata: el mundo de las agencias de marketing, la moda, los eventos y las influencers. Y si de verdad piensas que 'Emily en París' exagera, te invito a darte una vuelta por la redacción de cualquiera de estas agencias en la vida real.