Desde que 'Emily in Paris' aterrizó en Netflix, se ha convertido en una de sus producciones más maratoneables de este otoño, colándose diariamente en el Top 10. Pero las frías críticas de la prensa especializada y el descomunal enfado de los franceses han provocado que los espectadores se pregunten si estamos ante un placer culpable o todo un despropósito lleno de tópicos de la plataforma de streaming. La realidad es que no es tan revolucionaria como 'Sexo en Nueva York' ni Emily tiene la frescura y la personalidad de Carrie Bradshaw, a pesar de que su creador repita la misma fórmula. Evidentemente, no se llevará el título de "mejor serie de 2020", que este año parece estar demasiado disputado, pero esta petardada, excéntrica y romántica, tiene los ingredientes necesarios para que disfrutemos de un atracón sin pausa de casi cinco horas. Porque no solo de obras maestras vive el seriéfilo.
Emily (Lily Collins) y Antoine (William Abadie) en 'Emily in Paris'
Creada por Darren Star, responsable de 'Sensación de vivir', 'Melrose Place', 'Sex and the city' y 'Younger', la serie presenta la premisa clásica del pez fuera del agua. Emily es una joven ejecutiva de Chicago, que consigue el trabajo de sus sueños en Francia. Un imprevisto hace que acabe mudándose a París para encargarse de modernizar la estrategia de redes sociales de una empresa francesa que acaba de adquirir su compañía. Así arranca una aventura parisina repleta de retos profesionales, nuevos amigos y excitantes experiencia amorosas.
Protagonizada por una magnética Lily Collins ("Blancanieves", 'Les Misérables') que lleva el peso de la ficción, el reparto lo completan la carismática Ashley Park, el atractivo Lucas Bravo y la irascible Philippine Leroy-Beaulieu, así como Samuel Arnold, Camille Razat, Bruno Gouery, Kate Walsh, William Abadie y Arnaud Viard, entre otros.
Sobredosis de clichés
Si en 'Sexo en Nueva York' la ciudad era otra de las protagonistas, lo mismo ocurre con París. La serie idealiza la capital mostrando una bellísima la torre Eiffel, un idílico paseo por el Sena o la exposición interactiva de Van Gogh en el Atelier Des Lumières. Eso sí, con una sobredosis de clichés que han desatado la ira de los franceses. Porque en cuestión de minutos, el primer episodio nos presenta un tópico tras otro: del Moulin Rouge al vino para desayunar, sus horarios laborales, señoras estiradas paseando a su perro o su pasión por la pintura o la arquitectura. Sin olvidar su desprecio por la cultura americana. Aunque caricaturicen a los franceses como soberbios, sucios, malhumorados, holgazanes, sexistas y amargados, los estadounidenses también se ríen de ellos mismos. De hecho, es la seña de identidad de la serie, que juega constantemente entre la crítica y la autocrítica. Emily no es precisamente perfecta y en muchas ocasiones se convierte en una caricatura de una turista estadounidense en París.
Lily Collins en 'Emily in Paris'
Pero Darren Star no solo recurre a una fascinante ciudad como pieza clave de su ficción, el creador vuelve a rodearse de glamour en 'Emily en Paris'. Si Carrie estaba obsesionada por los Manolo Blahnik, Emily vive en un continuo desfile de modelos gracias a su glamuroso trabajo. Como si de "El diablo viste de Prada", la joven tiene que lidiar con su odiosa jefa que no deja de ponerla en evidencia. Cada entrega repite estructura, con un problema profesional que debe solucionar como sea, mientras se pasea por idílicas localizaciones y asiste a eventos o citas con espectaculares outfits.
Disfruta del envoltorio sin mirar el fondo
Una trama predecible y repleta de tópicos que acaba enganchando, aunque es mejor mirar el envoltorio sin pararse a profundizar demasiado en el fondo. Nada tiene demasiado sentido, pero tampoco lo necesita. Emily pasa de llevar la cuenta de productos farmacéuticos en Chicago a ser la reina de la moda y el lujo en París. Aunque es la responsable de potenciar las redes sociales, acaba siendo la pieza clave para cerrar cada trato, gracias al magnetismo que tiene para impresionar a altos directivos en cuestión de segundos. Y eso que no habla ni papa de francés. Eso por no hablar de su capacidad de convertirse en influencer de éxito de la noche a la mañana. Si tú tardas siglos en decidir qué foto subir a Instagram, ella no se lo piensa ni una vez y sube la primera foto que se hace de forma inmediata. La cantidad de likes que da una foto mordiendo un croissant...
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Pero, ¿qué más da? No se disfruta 'Emily in Paris' por su realismo minucioso. Se trata de una comedia romántica, entretenida, sencilla y fácil de consumir, de esas que necesitas después de un día difícil en el que no quieres pensar en nada. Pero no es apta para todos los públicos. Solo si eres de los que se enamoraron con 'Sexo en Nueva York' o 'Gossip girl' y disfrutas con las películas románticas de Netflix tipo 'Mi primer beso' o 'Sigue el ritmo' te engancharás a las aventuras de Emily en París. La primera temporada completa está disponible en Netflix.