El histrionismo de Jim Carrey tiene algo de sanador. Todos los que nos criamos viendo en bucle "Ace Ventura" o "La máscara" mantenemos en el recuerdo los chispeantes gestos del actor canadiense, cuyo innato talento por el humor físico no solo nos ha brindado numerosas alegrías, ya que también ha sido capaz de aplicarlo a dramedias tan memorables como "El show de Truman" o "Man on the Moon". Sin embargo, si hablamos de serendipias audiovisuales y emocionales, la colaboración entre Carrey y Michel Gondry en "¡Olvídate de mí!" supuso uno de los cambios de registro más reveladores de nuestro tiempo, el cual, como un inesperado pero hermoso eclipse, se repitió en 2018 con el estreno de 'Kidding', que ahora regresa con una segunda temporada tan brillante y original como la primera.
Jim Carrey libera sus emociones en 'Kidding'
Por lo tanto, el personaje de Carrey tiene que aprender a lidiar con el rechazo, el sentimiento de culpa, el rencor y los impulsos más destructivos, sin perder en ningún momento la compostura ética que le diferencia de todos los antihéroes que atestan el ámbito televisivo. Y si en algo hace hincapié el arranque de la segunda temporada, de la que hemos podido ver tres episodios, es en la importancia de exponer los sentimientos, por mucho que eso nos haga sentir vulnerables o ponga en tela de juicio la concepción más arcaica de la masculinidad recia e impenetrable. En ese sentido, 'Kidding' se vale de su surrealista estilo para entrelazar comedia negra y drama familiar con elementos musicales que conquistan por su colorido e hipnótico absurdo.
Eterno resplandor
En términos temporales, la segunda tanda de episodios arranca con el atropello que sentenciaba la anterior y que, al mismo tiempo, representaba la batalla de Mr. Pickles por mantener la cordura, por aprender a regresar a lo alto de esa simbólica cascada de su estabilidad emocional. Para ello, a lo largo de los nuevos capítulos se echa la vista atrás para descubrir el origen del estallido creativo del protagonista y los traumas que esconde el imaginario de su programa. No obstante, tanto estas exploraciones del pasado como la confrontación con su realidad presente, marcada por el inevitable divorcio con su esposa, se muestran desde un espacio de luz, que en ningún momento adolece de ser superficial, ya que en cada escena se busca alcanzar la sinceridad plena.
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Por eso 'Kidding' tiene el poder de empañar sonrisas con lágrimas, porque en su universo, aparentemente carente de reglas, la libertad se respira en cada mirada y cada gesto. Se nos hace partícipes de momentos dolorosos, vibrantes o melancólicos, sin querer forzar de ninguna manera un estado de ánimo concreto en el espectador. Se genera así un ambiente único, casi carnavalesco, en el que todo puede suceder y en el que se fomenta la curiosidad infantil sin renunciar a un irresistible tono adulto. Al igual que sucedía en "La ciencia del sueño", una de las películas más idiosincrásicas de Gondry, los lugares -físicos y psicológicos- más cotidianos son invadidos por arrebatos de imaginación inspiradora, que en 'Kidding' inundan nuestra mente con un poder embriagador.