La gran virtud de 'Juego de Tronos' fue una serendipia. Debido a la falta de recursos predominante en la primera temporada, múltiples escenas fueron recortadas para ajustarse a un presupuesto generoso, pero insuficiente para plasmar el expansivo enfoque de las novelas de George R.R. Martin. Ante esa tesitura, los showrunners David Benioff y D.B. Weiss rellenaron los huecos con más escenas de diálogos entre protagonistas, que a la postre se convertirían en la seña de identidad de la serie.
Gracias a esos abundantes momentos de intimidad, 'Juego de Tronos' escarbó hasta una profundidad inusual en el género fantástico, al mismo tiempo que iba haciéndose más épica temporada tras temporada. Por tanto, al enfrentarse al desafío de ramificarse con una precuela, se planteaba una posible bifurcación: ¿había que apostar una vez más por la sutileza o tocaba ir a lo grande desde el comienzo?
'La Casa del Dragón' se encuentra encajada entre esos dos polos, ya que los fans le van a exigir que asiente una fundación tan sólida como lo hizo su predecesora en su primera temporada, pero también se espera una dimensión más propia de la octava, cuando el dispendio por parte de HBO alcanzó cotas insólitas en la pequeña pantalla. Tras ver los seis primeros episodios de la precuela, os podemos decir que la tensión entre ambos extremos se mantiene a raya. La prioridad vuelve a ser el desarrollo de los personajes, que se envuelve en un diseño de producción más opulento y se adereza con unos espectaculares efectos visuales, con los que se representa la época de máximo esplendor de la dinastía Targaryen.
Viserys, el rey interpretado por Paddy Considine
El auge de los dragones
Si en 'Juego de Tronos' atravesábamos un Poniente exento de Targaryens hasta la recta final de la serie, o al menos eso se nos hizo creer, en 'La Casa del Dragón' entramos de lleno en el día a día de los ancestros de Daenerys. En concreto, la serie se sitúa dos siglos antes de los eventos de "Canción de hielo y fuego", en el instante exacto en el que el linaje de origen valyrio vivía su mejor momento en cuanto a número de dragones y años sucesivos en paz. Todo parecía ir bien, pero faltaba lo más importante para prorrogar la bonanza: un heredero.
El rey Viserys (Paddy Considine) ya había tenido una hija, Rhaenyra (Milly Alcock, Emma D'Arcy), pero, como las tradiciones patriarcales no contemplan que una mujer se siente en el Trono de Hierro, es su impetuoso hermano Daemon (Matt Smith) quien figura en la pole de la línea de sucesión. Con ese punto de partida, el primer episodio se dedica a explicar las dinámicas existentes entre los personajes principales, desde la fricción entre Daemon y la Mano del Rey, Otto Hightower (Rhys Ifans), hasta las rencillas existentes entre Viserys y su prima Rhaenys (Eve Best) y su marido Corlys Velaryon (Steve Toussaint), todavía marcados por el anterior roce sucesorio.
Milly Alcock y Emily Carey, las versiones adolescentes de Rhaenyra y Alicent
Así pues, el piloto puede resultar un tanto denso al presentar un elenco totalmente renovado de personajes, pero es una labor de aprendizaje necesaria para comprender la disputa generacional que se avecina. Sin embargo, una vez nos familiarizamos con este ovillo de Targaryens, Hightowers y Velaryons la trama va fluyendo y la serie se encuentra a sí misma, sobre todo en los momentos en los que vemos más allá de las pelucas y alcanzamos una conexión plena.
En ese sentido, como 'La Casa del Dragón' reparte su protagonismo mucho menos que 'Juego de Tronos' y, además, pasa la mayor parte del tiempo en Desembarco del Rey -con habituales viajes a otras localizaciones-, todos los personajes evolucionan en conjunto, aunque hay dos que soportan un mayor peso: Rhaenyra y Alicent (Emily Carey, Olivia Cooke). En primera instancia, la hija del monarca y la de la Mano del Rey son inseparables, pero las decisiones impuestas sobre ellas las terminan separando, como si fueran placas tectónicas que, al distanciarse, abren una falla de la que brota el conflicto que marcará el devenir de los Targaryen y de todo Poniente.
'Juego de Tronos' ya hizo alusión a este choque, conocido como la Danza de los Dragones. Como tal, la guerra es relativamente breve y promete ser la culminación de 'La Casa del Dragón', por lo que el desafío no es tanto retratar el colosal enfrentamiento sino exponer con claridad las décadas que condujeron a la división. Ahí es donde la serie puede pecar de ser algo confusa, ya que los cinco primeros episodios recorren múltiples años, distorsionando la percepción del tiempo de manera más radical que 'The Crown', que ha logrado acometer ese avance sin sentirse acelerada. En cambio, 'La Casa del Dragón' sí parece apresurada por momentos, como si tuviera que correr al comienzo para poder andar más adelante, y es en los momentos de calma cuando más se disfruta.
¿Digna del Trono?
Pese a ese ritmo algo borroso, 'La Casa del Dragón' se mantiene firme al no empezar su construcción por el tejado, ya que, sin ser un concierto tributo como 'Obi-Wan Kenobi' o "Jurassic World: Dominion", las similitudes con 'Juego de Tronos' moldean un producto reconocible. La alternancia entre los susurros palaciegos y los rugidos de dragón va de la mano de dosis de brutalidad y sexo, planteadas de tal manera que en ciertas ocasiones se cuestionan desde la propia trama.
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De esta manera, la precuela respeta el legado de su predecesora sin endeudarse en exceso con ella. 'La Casa del Dragón' no es una réplica barata, que cualquier perito tiraría a la basura, sino que busca ir más allá al explorar una nueva era desde otra perspectiva que, como ya sucedió en el arranque de 'Juego de Tronos', todavía tiene que asentarse antes de transformarse en un fenómeno de masas.