Eve Fletcher tiene una nueva oportunidad para descubrirse a sí misma. Tras dedicar las dos últimas décadas de su vida al cuidado de su hijo Brendan, la protagonista de 'La señora Fletcher' tiene ante sí un mundo de posibilidades cuando este se marcha de casa para zambullirse en la vida universitaria. Sin embargo, esto no es "Boyhood", no tanto por la reacción de Eve a ese repentino vacío, sino porque Brendan poco tiene que ver con el carácter sensible de Mason.
Kathryn Hahn es Eve Fletcher en 'La señora Fletcher'
La miniserie de HBO observa en paralelo cómo madre e hijo se dan de bruces contra sus nuevas vidas, ahorrándole al espectador tramas complejas sin prescindir de una luminosa profundidad emocional. Y precisamente la vocación por andar sin rodeos es el mayor triunfo de 'La señora Fletcher', que transforma en imágenes la novela original de Tom Perrotta con el propio autor asumiendo el control creativo de la serie. Tras participar de manera activa en otra de sus adaptaciones, 'The Leftovers', el escritor estadounidense demuestra su intachable comprensión del medio audiovisual con una obra más asequible que aquella, que, cubriéndose con el manto de la sencillez, habla sin tapujos de sexo, pornografía, puntos de inflexión en la vida adulta y feminismo.
Desde la primera escena, Eve se ve obligada a replantearse su marchita relación con el sexo. El personaje interpretado por una inspirada Kathryn Hahn divide su tiempo entre el cuidado de su hijo y la residencia de ancianos en la que trabaja, por lo que, en su empeño por garantizar el bienestar de los que la rodean, ha terminado por abandonarse a sí misma. Por lo tanto, la marcha de Brendan a la universidad, a pesar de suponer una dramática transición, es la oportunidad ideal para dejar que su fuego interno prenda de nuevo. Y la chispa que termina por prender esa mecha no es otra que el porno, en el que Eve se sumerge de forma compulsiva para ahogar sus recién recuperados deseos sexuales, que la enfrentarán a una complicada encrucijada.
Brendan acosa a Julian en 'La señora Fletcher'
Ser o no ser un capullo tras el #MeToo
Aunque centra buena parte de su atención en Eve, la miniserie no pierde de vista a Brendan, que se encuentra totalmente fuera de lugar en la universidad. Tras forjarse una imagen de chulo en el instituto, metiéndose con aquellos a los que considera inferiores y tratando a sus compañeras como meros objetos sexuales, se da cuenta de que esa superficial estrategia es totalmente fútil en un entorno más concienciado con las preocupaciones de nuestro tiempo. Así, el joven encarnado por Jackson White teme convertirse en un apestado, incapaz de comprender qué tienen de malo sus tendencias misóginas, reflejadas sobre todo a través de su egoísta comportamiento durante las relaciones sexuales. Para tratar de darle un trasfondo, Perrotta acierta al enfatizar en los traumas y carencias de Brendan, sin justificar ni blanquear sus actos.
Si la universidad es el espacio perfecto para descubrirse a uno mismo, Brendan comienza a darse cuenta de que es un auténtico gilipollas, el ejemplo perfecto de hombre blanco heterosexual de clase media sin sensibilidad social que no comprende de dónde procede el rechazo que genera entre sus compañeros. Sin embargo, Perrotta no va demasiado lejos a la hora de dibujar este retrato de masculinidad básica, perdiendo una gran oportunidad de diseccionar una de las grandes lacras de nuestro tiempo. En la otra cara de la moneda se encuentra el amable ambiente de la residencia que gestiona Eve, que no alcanza la extraordinaria delicadeza de 'Derek', pero sí que da con la receta de un valioso cóctel de comedia y ternura.
Eve vive un cambio vital en 'La señora Fletcher'
Lo más leído
Como la vida misma
Al igual que sucedía en la serie de Ricky Gervais, el gran atributo de 'La señora Fletcher' es su esclarecedora naturalidad, subrayada por un atractivo plantel de personajes secundarios que sirve para reivindicar su orgánica apuesta por la diversidad. Sin ningún tipo de alarde impostado, Eve y Brendan están rodeados de personas de diversas orientaciones e identidades sexuales, razas y cuerpos, que refuerzan el rico espíritu de esta miniserie de siete episodios, que, bajo su sencilla apariencia, consigue articular una espontánea experiencia de liberación personal y sexual.