Con el contexto de Halloween llegan a las plataformas multitud de series y películas escalofriantes. En el caso de Netflix, una de sus apuestas es 'La última noche en Tremor', que si bien te deja con el miedo metido en el cuerpo, no es terror como tal, ya que encuentra lo tenebroso en la cruda realidad. De hecho, en base a su género, la ficción está catalogada como un thriller psicológico, no como una historia de terror, aunque parece que se venda lo contrario.
La nueva serie de Oriol Paulo recuerda en su estética y concepto a otros de sus proyectos como 'Los renglones torcidos de dios' o 'Durante la tormenta', pero sin que el déjà vu te impida disfrutar. La trama gira en torno a Álex, un compositor de bandas sonoras que se resguarda en la tranquilidad de Tremor, un pueblo costero, asturiano y ficticio, para terminar su último proyecto. Allí su única compañía son sus vecinos, que viven en la única casa que hay en varios kilómetros, y Judy, la empleada de la pensión del pueblo de la que se enamora.
Judy y los hijos de Álex en 'La última noche en Tremor'
Tensión constante con un escalón abrupto
El conflicto parece surgir del rayo que le cae a Álex en el primer episodio y por el que empieza a tener extrañas visiones sobre sus vecinos. Sin embargo, los problemas de Álex trascienden tanto lo natural, como lo sobrenatural, así que realmente ya empieza la ficción cargando con ellos. Javier Rey encara con éxito uno de sus personajes más duros, porque transmite todos los traumas de Álex con parsimonia y sin exageraciones, dejando que los pequeños detalles reflejen su personalidad de genio loco.
La tensión se masca desde el primer minuto, algo que aplaudir, porque realmente no sucede nada más que la evolución de los personajes. Sin embargo, este ambiente cargante se rompe con la irrupción de sus hijos, que convierten la serie de un momento para otro en 'Padre no hay más que uno'. Quizás los niños entran en escena demasiado pronto, ya que enseguida alejan al espectador de la idea de que Álex está solo. La comedia está bien metida una vez llegan a Tremor para desahogar la incertidumbre de los misterios que parece esconder la trama, pero también se vuelven una carga que no le hace falta a una historia que ya es dura de por sí.
Leo, María y Álex en 'La última noche en Tremor'
¿Vecinos o padres?
Los hijos refuerzan la idea de que Leo y María, los vecinos, son como familia para Álex, porque se hacen cargo de ellos como si fuesen sus abuelos. La pareja es responsable de algunos de los conflictos de la serie, pero comparten una dualidad enternecedora por la que pese a todo querrías conservarlos como vecinos. Willy Toledo y Pilar Castro hacen alarde de una química nutrida de haber compartido multitud de proyectos en teatro y series, como 'Cuestión de sexo'.
Los problemas de los vecinos chocan de una forma sorprendentemente coherente con los traumas de Álex. Es más, el protagonista revive con sus vecinos en cada capítulo partes de lo que parece un destino impuesto, como en el típico cliché de las oportunidades infinitas hasta que se arregla el futuro que tocan 'Muñeca rusa' o 'Feliz día de tu muerte'. No obstante, Paulo cambia la fórmula transformándolo en extrañas visiones con las que Álex puede interactuar.
Judy, una coprotagonista que cede su espacio
El personaje de Judy parte como el más difícil de cuadrar, ya que es el más libre y a primera vista el que menos cargas tiene. Sin embargo, una vez llega el cuarto episodio, el mejor sin duda pese a que las tramas a penas avancen, la historia de la que en principio era simplemente el interés romántico se convierte en la más cruda. Ana Polvorosa consigue proyectar la lucha interna de alguien que ha salido adelante tras tocar fondo, destacando su valentía, pero sin desmerecer lo duro del proceso.
Las cargas mentales de Álex y Judy no impiden que forjen una relación de lo más natural, escapando de todo cliché. Son dos personas adultas, sin miedo a enamorarse, aunque no lo busquen, y que avanzan a pasos discretos, pero eficientes. Acostumbrados a ver en pantalla romances llenos de obstáculos es extraño presenciar un enamoramiento sin idas y venidas, ya que sus baches se los ha puesto la vida fuera de la relación.
Judy y Álex en 'La última noche en Tremor'
Un escenario a medida
Para un lector puede ser muy duro ver un libro en pantalla y que no corresponda con la imagen mental que había creado leyéndolo. A Oriol Paulo eso no le ha importado, porque ha cogido 'La última noche en Tremore Beach' de Mikel Santiago y se la ha llevado a su terreno como ha querido. El mayor de los cambios es también el mayor de los aciertos: el escenario principal no es Irlanda, sino Asturias. Podría quitarle valor a la idea de huir de todo, pero también se puede escapar sin salir del país.
Los paisajes naturales de Asturias impulsan el tono de la serie sin la necesidad de que sean maquillados con escenografía. Además, Paulo ha sabido aprovechar cada rincón, nutriendo la historia con las particularidades y la cultura de un pueblo real: Puerto de Vega. De hecho, agrega la fiesta de las Telayas, dotando de personalidad a una historia que no solo es intensidad pura.
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La moraleja: ¿Merece la pena el éxito?
En Álex se verán reflejados muchos niños músicos que fueron apuntados al conservatorio desde bien pequeños: para algunos sería solo un hobby y para otros una ansiedad tremenda. El protagonista logra vivir de la música con una carrera llena de éxitos, siguiendo el camino marcado por su madre, ¿pero le valió la pena? La serie tiene un ligero punto de desproporción e inverosimilitud, pero habrá quien empatice con esos traumas familiares que tanto se arrastran sigilosamente en la vida adulta.