Cual habitante de su mutable y tétrico universo, la adaptación de "Locke & Key" ha vivido todo tipo de transformaciones a lo largo de los últimos diez años. Lo que empezara en 2010 como un piloto de Fox, que terminaría siendo descartado a favor de la fallida 'Alcatraz' de J.J. Abrams, se puso también el disfraz de trilogía cinematográfica de bajo presupuesto, para después regresar una vez más a la televisión en 2017 de la mano de Hulu, que -sorpresa, sorpresa- también optaría por la cancelación tras ver su respectivo piloto. Fue entonces cuando Netflix acudió al rescate para encargar una temporada completa de 'Locke & Key', que finalmente llegará a la plataforma en febrero para culminar un proceso representativo del intrincado desarrollo televisivo. Ahora, la principal duda que nos disponemos a resolver es si ha merecido la pena este escabroso viaje o si, en cambio, la serie se conforma simplemente con existir, que, visto lo visto, no es poco.
Bode examina una de las llaves mágicas
Lo primero que hay que dejar claro es que 'Locke & Key' gustará más a los recién llegados que a los fans acérrimos de la serie de cómics de Joe Hill y Gabriel Rodríguez, ya que, a pesar de compartir personajes y tramas, la adaptación no se atreve a asumir el tono fantasmagórico, oscuro y macabro de la obra original. En su lugar, se adopta un estilo menos arriesgado y más luminoso, pero esas luces tan solo alumbran una superficialidad flagrante, que huye de las puntiagudas grutas psicológicas en las que se sumergían los cómics. Y desde esa cómoda e inofensiva posición, la serie, en cuyo desarrollo ha estado implicado el propio Hill, trata de atraer al mayor público posible con un enfoque más asequible, pero menos desafiante.
A ese respecto, el piloto ya es una declaración de intenciones del viraje hacia la aventura desenfadada. El punto de partida es el mismo: Nina se muda con sus tres hijos -Tyler, Kinsey y Bode- a la localidad natal de su recién asesinado marido, donde pretende empezar de cero y huir de sus fantasmas, pero lo que no sabe es que su nuevo hogar está plagado de llaves mágicas con poderes inimaginables, a los que solo parecen tener acceso aquellos que no han cruzado la caduca línea de la adultez. Sin embargo, en vez de llegar a Lovecraft, que era la obvia referencia de Hill al maestro del terror cósmico, terminan en Matheson, un lugar genérico y, sobre todo, compatible con la intención de los showrunners, Carlton Cuse y Meredith Averill, de brindar un producto más amable.
Tyler y Kinsey encuentran otra llave dentro de un piano
Juegos mentales
El principal atractivo de 'Locke & Key' es la apasionante base argumental que le aporta el material en que se basa, ya que, aunque el estilo se diluya, el conflicto se mantiene. Por eso, cada uno de los hermanos afronta el duelo de la muerte de su padre de manera diferente: Tyler carga con un sentimiento de culpa derivado en rabia incontenible, Kinsey es presa de un miedo que acorrala a su autoestima y Bode, al ser el más pequeño de todos, se muestra ajeno al drama y se dedica a explorar los misterios de su nuevo hogar, siendo el personaje del que la serie toma prestado su spielbergiano espíritu de curiosidad infantil. Y, a pesar de esas diferencias, deben encontrar un punto de encuentro para combatir la amenaza maligna que les rodea, estableciendo así una clásica lucha entre el bien y el mal, sin llevar demasiado al límite las costuras morales de los protagonistas.
Porque, irónicamente, la serie no tiene intención alguna de hurgar en exceso en la mente de los hermanos, y esos traumas son relegados a excusas para hacer avanzar la trama a base de cliffhangers, al gusto de Netflix para no detener la inmediata reproducción automática del siguiente episodio. No obstante, esas carencias en un plano más profundo quedan más o menos -dependiendo de lo que cada uno le exija- encubiertas gracias a unos convincentes efectos visuales, un ritmo que favorece al entretenimiento culpable y a las solventes interpretaciones de Connor Jessup, Emilia Jones y Jackson Robert Scott como el trío protagonista, pero ¿es eso suficiente?
Dodge aterroriza a los protagonistas de 'Locke & Key'
Blanqueando el terror
Puede que sí, que sea lo justo para cumplir, para rellenar el vacío de un fin de semana cualquiera, pero adolece de un preocupante déficit de carisma. No cuenta con la personalidad lúgubre de 'Stranger Things', la espontaneidad adolescente de 'Sex Education', el gusto contagioso por el terror de 'Las escalofriantes aventuras de Sabrina' o la gestión de la tensión de 'La maldición de Hill House', en la que Averill también ejercía de coshowrunner, por lo que se queda a medio camino de muchas bases, como si fuera una serie de network que ha perdido sus atributos más distintivos por el camino.
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Y es que en aquel piloto de hace diez años, dirigido por Mark Romanek ("Nunca me abandones"), se intuía -al menos por el tráiler- una mayor intención de conservar la estética gótica de Hill y Rodríguez, y, por la ambición que han demostrado a lo largo de sus carreras, los enfoques de Scott Derrickson ("Doctor Extraño") y Andy Muschietti ("It"), que también estuvieron implicados en la etapa de Hulu, no tuvieron que distar mucho de esa compleja visión. Pero la 'Locke & Key' con la que tendremos que conformarnos es esta, que, a diferencia de aquel proyecto "adelantado a su tiempo" -como reconocía el año pasado uno de sus responsables, Alex Kurtzman-, podría pasar desapercibida perfectamente por su conservadora ambición de entretener sin ponernos a prueba. La llave encaja, pero no abre ninguna puerta que no hayamos cruzado antes.