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OPINIÓN

Crítica de 'Los chicos de la banda': Jim Parsons lidera una reflexiva fiesta de orgullo gay

Ryan Murphy produce este remake que respira el sabor clásico del guión original, manteniendo la vigencia de un texto reivindicativo e irónico.

Crítica de 'Los chicos de la banda': Jim Parsons lidera una reflexiva fiesta de orgullo gay
Por Óscar ArenasPublicado: Viernes 2 Octubre 2020 13:49

Cuando Matt Crowley escribió la obra en que se basa 'Los chicos de la banda', en 1968, tuvo que luchar y afrontar numerosos problemas para estrenar su texto. Su manera de mostrar sin prejuicios personajes homosexuales abiertamente y sin ambages fue el principal motivo, pero eso mismo también tuvo mucho que ver con su inesperado éxito, que hizo que se adaptase a la gran pantalla apenas dos años después, llevando esta revolución gay a los cines. En 2020 es difícil que una obra así genere tal controversia, especialmente si se estrena en una plataforma bajo demanda como Netflix, y, del mismo modo, es complicado que resulte en un equivalente éxito, pero sus temas, como los de cualquier clásico, todavía pueden resonar en la audiencia.

Zachary Quinto como Harold, celebrando su cumpleaños en 'Los chicos de la banda'

Zachary Quinto como Harold, celebrando su cumpleaños en 'Los chicos de la banda'

Toda la película sucede en una atípica e intensa velada en un apartamento en el Nueva York de 1968. El anfitrión es Michael, al que interpreta Jim Parsons, un escritor con algunos éxitos pero actualmente arruinado, y el invitado de honor es el extravagante y estiloso Harold, al que da vida Zachary Quinto, que celebra su 32º cumpleaños. Otros cinco amigos acompañarán a Harold, todos homosexuales y dispuestos a pasar una noche divertida y desinhibida. De pronto, la casa de Michael se ve asaltada por la presencia de Alan (Brian Hutchison), su viejo amigo heterosexual de la universidad, que aparece de imprevisto y que no sabe que es gay, por lo que intentará ocultarlo todo lo que pueda. Al final, el ambiente festivo se va amargando, tanto por los prejuicios que Alan arrastra al apartamento como por la infelicidad que ya residía en él gracias a Michael, que propone un juego de peligrosas consecuencias emocionales.

Como una noche en el teatro

La obra original fue escrita en el mismo año en el que se ambientaba, por lo que una adaptación de nuestros días podría haber estado tentada de llevar a los personajes al siglo XXI. Por el camino, se habría complicado mantener algunos de los conflictos intactos, pero habría aportado dinamismo al tiempo que habría puesto de manifiesto que los prejuicios de hace 50 años, con algún retoque, todavía subyacen en la sociedad actual. Sin embargo, esta posibilidad se ha quedado en el terreno de lo que nunca fue, seguramente por estar su autor implicado en el guión, y, en su lugar, nos encontramos con una obra que reproduce a la original no sólo en su fecha, sino en el tono clásico. El director, Joe Mantello, que frente a la pantalla ha sido sobre todo actor pero que ha tenido experiencia como director de teatro, apenas se esfuerza en ocultar que la pieza fue escrita para ser representada sobre un escenario, lo que, junto a las limitaciones obvias de estar ambientado en un único espacio, aporta una sobriedad a la dirección que, si bien resulta correcta y con algún momento evocador, por lo general no sorprende.

Joe Mantello dirige a Jim Parsons y Tuc Watkins en 'Los chicos de la banda'

Joe Mantello dirige a Jim Parsons y Tuc Watkins en 'Los chicos de la banda'

Lo que probablemente más haya aportado Mantello a la producción, dada su ya citada experiencia, es una brillante dirección de actores, dando lugar a un elenco en estado de gloria. Tras más de 10 años de 'The Big Bang Theory', cualquiera diría que es imposible ver a Jim Parsons y no ver al tiempo a Sheldon Cooper, y ciertamente su Michael tiene elementos del maniático friki, con el que comparte cierta frialdad, pero a lo largo de la cinta Parsons conduce con soberbia al personaje por lo perverso y, eventualmente, por lo conmovedor. El actor es la estrella indiscutible de un reparto que también cuenta con un Zachary Quinto disfrutándose en cada plano, un Andrew Rannells que convence con su acidez como Larry o un Michael Benjamin Washington que aporta uno de los momentos más emocionales en su papel de Bernard.

Envejecido como el buen vino

Si bien las actuaciones son un gran aliciente a la película, el apartado en el que ésta más brilla es, sin duda alguna, el guion. Desde un primer momento, los diálogos apabullan al espectador con su rápido uso de la ironía y las frases lapidarias, que no hacen sino intensificarse según avanza la trama. Este divertido ejercicio de ingenio en ocasiones corre el peligro de restarle la naturalidad que por momentos también pretende al film, pero entre el buen hacer de los actores y el dinamismo que esto aporta a una historia centrada casi por completo en una sola localización, el espectador acaba por admitirlo sin problemas. 'Los chicos de la banda' ya está disponible en Netflix.

Zachary Quinto apelando a Jim Parsons en 'Los chicos de la banda'

Zachary Quinto apelando a Jim Parsons en 'Los chicos de la banda'

Estos diálogos rebosantes de inteligencia podrían quedarse en una mera exposición de ironía estética, que dejase la película en algo superficial, pero no es así. A través de estas corrosivas conversaciones y gracias a lo variado de los personajes mostrados, se van dando pinceladas a un gran abanico de temas como los estragos de la edad, la importancia relativa de cultivar la mente, el racismo incluso entre personas racializadas, la validez de la monogamia e incluso de las propias relaciones de pareja o la autoaceptación. Una amplia muestra de conceptos complejos que hace que apenas se dedique una pincelada a cada uno, pero lo cierto es que, como si de una compilación de aforismos se tratara, se hace con sorprendente profundidad.

Toda una plétora de ejemplos del cerebro volcado en la historia que se equilibra con un el corazón puesto en la misma. Porque, aunque muchas veces los personajes se muestren indiferentes o sarcásticos, siguen chocando y haciéndose un daño que resulta evidente al espectador. Es obvia la coraza de masculinidad tóxica heterosexual que hace que Alan se avergüence de haber llorado al comienzo de la película, pero, conforme ésta avanza, se desvela que casi todos llevan a cuestas armaduras similares, que poco a poco van cayendo dejando atrás escenas verdaderamente emotivas y con gran peso dramático.

¿Un piso o un armario?

El reparto de 'Los chicos de la banda' en el apartamento en que se desarrolla la acción

El reparto de 'Los chicos de la banda' en el apartamento en que se desarrolla la acción

Probablemente una película embotellada en un solo ambiente pueda no parecer lo mejor para unos espectadores que pueden encontrarse confinados o han sufrido recientemente un encierro forzoso, pero en esta película era algo absolutamente necesario. El apartamento de Michael, en donde se desarrolla toda la acción a excepción de flashbacks y alguna que otra escena de presentación y cierre, sirve tanto para acotar el pequeño mundo de los protagonistas como para definir el que existe fuera. En este espacio limitado se crea, por medio de la fiesta, una burbuja que contrasta con lo que existe más allá de sus paredes. Dentro, los personajes pueden ser ellos mismos, bailar, hablar de sus parejas y escarceos y, en defnitiva, expresarse con libertad. Lo que sucede entre esas paredes es real, es de verdad, y, paradójicamente, choca con el mundo real que se da fuera, que, siendo también una verdad, les niega. Esta colisión entre esa microrrealidad y la que se da en el exterior se da de forma obvia con la irrupción de Alan, pero también con las llamadas que realizan, que conectan dos mundos imposibilitados a comunicarse.

Por supuesto, este ambiente familiar que se da en el grupo protagonista gracias al reducido espacio del piso de Michael y que está condenado a agotarse fuera de él resuena con la expresión "estar encerrado en el armario". La opresión que el espectador pueda sentir por no salir de esa localización y la frustración de que sus intentos de salir de ella o contactar con el mundo de fuera generen rechazo es la que sienten sus personajes al enfrentarse a una sociedad homófoba. Eso sí, la burbuja generada en el piso de Michael no sólo opone el mundo heterosexual con el homosexual, también evidencia un conflicto de clase. Los personajes se mueven en un ambiente opulento, cosmopolita y elitista, que constantemente le recuerda a Michael su reciente falta de recursos pese a las apariencias que quiera mantener. Aunque quien más a bocajarro expone esto es el personaje del cowboy, interpretado por Charlie Carver, que puede parecer simplemente divertido y casi innecesario, pero realmente está ahí, al igual que Alan, para pinchar la burbuja del grupo protagonista, aunque en este caso con su mundana sencillez popular.

Más allá de una película LGTBQ+

Lejos de ser una película que trate simplemente sobre la homofobia o la necesidad de salir del armario, 'Los chicos de la banda' plantea una descripción hiriente de la sociedad y de las personas que la habitan, tan conmovedora como lúcida. Al tiempo, los mensajes y las reivindicaciones que lanza no se quedan en 1968, sino que traspasan el tiempo hasta apelar a la audiencia actual, y lo logra no con una actualización sino con una fidelidad y respeto por el material original que la convierte prácticamente en un homenaje que, a tenor del resultado, era necesario.

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