ANÁLISIS

Crítica de '#Luimelia 4': Se acabó el cuento de hadas para empezar a recibir hostias de realidad

'#Luimelia' comienza su nueva etapa con mayor duración a partir del 25 de julio.

Por Jonathan Espino Aparicio El 25 de Julio 2021 | 11:22

Igual que las burbujas de jabón que estallan sin previo aviso, la cuarta temporada de '#Luimelia' llega el domingo 25 de julio a Atresplayer para acabar con esa ilusión onírica de que la felicidad se esconde a la vuelta de cualquier esquina, de que, en palabras del Christian de "Moulin Rouge", 'todo lo que necesitas es amor'.

Reparto completo de '#Luimelia 4'

Tras un final de temporada que era toda una celebración de la vida en la que el baile era la expresión máxima de la felicidad, Luisita y Amelia se chocan en este arranque con un muro de realidad cuando intentan enfrentarse al mundo que ocupamos el resto de los mortales y en el que a las personas buenas también le pasan cosas malas.

Las protagonistas deciden dar el gran paso, y no, no es el de casarse; al menos, no de momento. Las chicas se compran una casa para vivir juntas, y es ahí donde encontrarán el primer gran escollo de este nueva temporada: José Antonio, un okupa muy liberal y muy charlatán que no les pondrá nada fácil recuperar su casa. Javier Botet da vida a este nuevo personaje que, si bien parece caer bien a todo el mundo dentro de la serie, ya garantizamos que sacará de sus casillas a más de un espectador. El actor logra en un par de escenas del primer episodio construir a un personaje detestable que no querrás volver a ver ni en pintura. Una decisión arriesgada que caracteriza este cambio de tono de la serie.

Adios, humor. Hola, drama

Esta situación marcará de forma significativa la vida de Luisita y Amelia, que se verán obligadas a vivir en un camión de mudanzas. Aunque leído pueda parecer hasta cómico, la serie se esfuerza y consigue helar la sonrisa, creando una sensación inesperada de angustia en el espectador, casi como si vieras en primer plano cómo el cuento de tu princesa Disney favorita se fuera al traste tras los títulos de crédito.

Esta sensación se magnifica con el segundo episodio, en el que la pareja visita a los padres de Amelia para una comida familiar. Lejos de las tramas cómicas y de enredo de anteriores temporadas, allí, de nuevo nada es bucólico; de hecho, es todo lo contrario: descubrimos a una madre cariñosa, a un hermano holgazán, pero también a un padre hostil y anticuado que no acepta la orientación sexual de su hija. ¿Demasiados villanos para tan solo dos episodios? Sin duda. Este nuevo personaje, interpretado por un sobresaliente Joaquín Climent, no hace sino potenciar ese regusto amargo que va a caracterizar a las próximas entregas.

Carol Rovira y Paula Usero, como Amelia y Luisita en '#Luimelia 4'

Es así como se introduce la homofobia en una serie que vivía en un oasis en el que esto no parecía existir, y lo hace de la forma más dolorosa y tradicional posible. Mediante flashbacks a la juventud de Amelia, vemos comidas familiares en la que las victorias del colectivo, introducidas mediante telediarios, son castigadas por los comentarios de un padre severo y poco comprensivo. Este tipo de situaciones que hemos visto infinitas veces nos hace alzar la ceja y lamentarnos porque se haya dejado a un lado esa loquísima creatividad que tenía '#Luimelia' para dar paso a algo tan poco original y que juega tan poco en favor de la serie.

Ni cuarta pared ni leches

Aunque solo hemos podido ver los dos primeros episodios, parece que esta búsqueda de una estructura más tradicional se mantendrá en el resto de la temporada; de hecho, hay una constancia en el primero de los capítulos por explicar que no se romperá nunca más la cuarta pared, un running gag que será de las pocas pinceladas de humor que encontraremos.

Atrás quedan entonces esos episodios emulando a Woody Allen, esas pantallas partidas, esas conversaciones entre los guionistas sobre cómo debe ser la ex novia de Amelia o ese intento de documental de Luisita, '#Luimelia' es a partir de ahora una serie más, y tampoco tiene por qué ser nada malo: sigue teniendo un reparto en estado de gracia, bonitas escenas, una imagen cuidada y esa representación LGTB que tanto echamos de menos en las series en abierto; sin embargo, no puedes invitar a un viaje en barca a quien ha probado una montaña rusa.

La emoción que sentíamos en las temporadas anteriores por descubrir con qué nos sorprenderían en el siguiente episodio se ha quedado a un lado en favor de una trama más clara, también más centrada en las protagonistas, y que parece encarrilada hacia un desenlace que, por lo que nos avanzó Paula Usero, será difícil de continuar en una quinta temporada.