¿Orden o caos? Esa es la disyuntiva que plantea 'Maniac' con su dos protagonistas. Owen padece esquizofrenia y considera que hay un patrón que define el destino de las personas que habitan el planeta. En la otra cara de la moneda se encuentra Annie, incapaz de plantearse que su futuro haya sido sentenciado de antemano, ya que se encuentra anclada en un pasado que ansía modificar. Por diversas razones, los caminos de ambos se cruzan, al igual que los cables del ensayo clínico al que han decidido someterse.
Jonah Hill y Emma Stone en el laboratorio de 'Maniac'
En realidad la diversidad de mundos no deja de ser una metáfora de los miedos que albergan en sus subconscientes, por lo que nos encontramos también con los mismos actores secundarios en diferentes entornos, ya sea como mafiosos, espías, policías o elfos. Ahí es donde se entrelazan las imaginaciones de Annie y Owen, que suelen transitar en pareja la profundidad de sus mentes. La mezcolanza de géneros le otorga una entidad muy original a la serie, pero no sale victoriosa en todo lo que se propone. Su principal atractivo puede ser también su mayor defecto, ya que, al tratar de abarcar un espectro tan amplio, a veces sufre para focalizar la atención. Deja así muchas cosas en el aire, algunas más al alcance del espectador que otras.
Un mundo absurdo
Fuera de esas variopintas ficciones imaginarias nos espera el laboratorio, donde la realidad no es menos alocada que las proyecciones mentales de los protagonistas. En esa localización predomina el humor más absurdo, personificado en la extravagancia del personaje interpretado por Justin Theroux. Las situaciones más disparatadas se suceden con un tono serio a la vez que ásperamente cómico, una mezcla que falla más veces de las que acierta debido al exiguo intento de dotar de profundidad emocional a los investigadores.
Su comportamiento responde a la naturaleza del mundo que les rodea. La sociedad parece superada por los avances tecnológicos, y la soledad forma parte de la personalidad de todos los personajes. Aquí interviene sobre todo el trabajo del director de los diez episodios, Cary Fukunaga, que regresa a la pequeña pantalla tras dejar su impronta en la historia de la televisión con la primera temporada de 'True Detective'. El cineasta logra construir un ambiente incómodo no solo para sus protagonistas sino para el espectador, que es el primero en percibir la alienación a la que están sometidos los personajes. A causa de sus trastornos, Annie y Owen se sienten al margen de la sociedad de la que forman parte, pero realmente son los más normales en esa viciada atmósfera. Y precisamente la normalidad es la gran cuestión. ¿Hay alguien normal en este mundo?
Todo tiene arreglo
A la pregunta anterior se podría responder con una afirmación del perturbado personaje interpretado por Theroux: "La mente tiene solución." En eso consiste el ensayo clínico, en localizar los obstáculos emocionales de los protagonistas para ponerle arreglo a sus problemas. Un planteamiento digno de una película de Charlie Kaufman, pero, al igual que le ha pasado alguna vez al genio que nos brindó "Synecdoche, New York", a veces las grandes ideas se diluyen al no conseguir transmitirlas de la manera adecuada.
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En el caso de 'Maniac' sucede algo parecido. Cuenta con una extraordinaria pareja protagonista, capaz de amoldarse a los diferentes personajes y desafíos que alberga la serie; consigue tratar un tema tan complejo como el de las diferentes capas de la mente humana de una forma libre, sin atenerse a una narrativa demasiado lineal; su capítulo final es de lo mejor que vamos a ver en televisión este año, una pieza totalmente redonda y rebosante de emoción... Y sin embargo, al finalizar la serie queda un regusto amargo, como si hubieras formado parte más de un experimento que de una experiencia. Pero en la imperfección también reside su encanto. Al fin y al cabo, 'Maniac' habla desde el corazón, y en sus momentos más acertados ha logrado sincronizar los latidos de Owen y Annie con los nuestros.