La máxima de priorizar la calidad sobre la cantidad se ha convertido en el emblema de los originales de comedia de Movistar+, como bien se ha demostrado durante los últimos años con el lanzamiento de auténticas joyas como ‘Vergüenza’, ‘Mira lo que has hecho’, ‘Vida perfecta’ o ‘Arde Madrid’. Todas ellas comparten una pasión por la concreción de la que ya presumía hace una década ‘¿Qué fue de Jorge Sanz?’ y unos años después ‘El fin de la comedia’, dos de los tótems de la comedia televisiva alternativa, que impulsaron la estandarización de una ficción sin aditivos. La última heredera y deudora de aquellos hitos es ‘Nasdrovia’, una comedia directa que no se distrae artificialmente en ningún momento, y que se distingue rápidamente del resto de sus compañeras en la plataforma de Telefónica.
Hugo Silva, Luis Bermejo y Leonor Watling en 'Nasdrovia'
Ese sueño se convierte en un quebradero de cabeza cuando un grupo de mafiosos visitan el local y hacen de él su nuevo santuario de distensión, el sitio perfecto para descansar después de una dura jornada de extorsión y demás prácticas ilícitas. De esta manera, Edurne y Julián se asoman de nuevo al umbral del crimen, como ya habían hecho en su época como letrados, solo que ahora lo hacen desde la clandestinidad de su restaurante y no bajo las luces de los juzgados. Y por si lo insólito de esta situación no quedara claro con multitud de escenas desternillantes, Edurne se dirige a nosotros directamente, derribando la cuarta pared que pisotearon antes Frank Underwood y la anónima protagonista de ‘Fleabag’.
La distinguida (y peligrosa) clientela del Nasdrovia
Chupitos de calidad
La clave de ese sentido orgánico de la comedia reside en la apuesta por el costumbrismo por parte de los creadores de la serie: Miguel Esteban, uno de los tres cerebros tras ‘El fin de la comedia’, y Luismi Pérez y Sergio Sarria, dos veteranos de ‘El intermedio’ que coquetearon con el thriller policiaco en ‘Malaka’. Los tres han adaptado (libremente) la novela “El hombre que odiaba a Paulo Coelho”, escrita por el propio Sarria, y han visto trasladado su esfuerzo sobre el papel a la pantalla gracias al desempeño de Marc Vigil (‘El Ministerio del Tiempo’) tras las cámaras, que ha traducido a imágenes el tempo de ese humor costumbrista, pero no por ello lento o denso.
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