Esta crítica no incluye spoilers, aunque sí menciona hechos que pueden verse en los dos primeros capítulos de la temporada
Probablemente sea una de las series más rompedoras de los últimos tiempos. 'Pose' nacía, no solo como un proyecto de ficción, sino como toda una declaración de intenciones. Con Ryan Murphy como uno de sus principales creadores y cara más reconocible del plantel creativo, la serie de FX se lanzaba a narrar una historia sobre personajes queer, pobres y racializados contando, por primera vez, con sus propios protagonistas delante y detrás de las cámaras. El próximo 6 de junio, y después de tres temporadas aclamadas por el público y la crítica, 'Pose' llega a su final.
El reto era complicado. Hacer que la gente mantuviera el interés en una historia sobre personas que, tradicionalmente, han sido deliberadamente ignoradas por los medios de comunicación y, por ello, por la opinión pública mayoritaria, no parecía nada fácil. Sobre mujeres trans, sobre personas marginadas, sobre una cultura subversiva que se ocultaba en la noche, donde la escena ballroom se convertía en el escenario de una grandeza que la inmensa mayoría de la población nunca llegaba a ver. Sobre un retrato de lo queer, de lo que siempre se castigó y, aún a día de hoy, apenas se acepta. Pero pasó lo impensable: la historia caló.
Tras una segunda temporada que ofrecía algunas muy buenas tramas y algunos momentos brillantes, pero que no llegaba a acercarse (ni por asomo) al nivel de excelencia de sus primeras entregas, 'Pose' estrenaba el pasado 5 de mayo de 2021 los primeros episodios de su tercera temporada, que sería la final. Una tercera tanda que capítulos que llegaba ante el ansia de los seguidores de la ficción, aunque también era recibida con miedo por los mismos. Darle a la serie un final a la altura de las expectativas se presentaba como un auténtico reto. Y más, teniendo en cuenta algunas de las derivas que comenzaron en su anterior lanzamiento.
Indya Moore en el cartel promocional de la temporada 3 de 'Pose'
Elektra, por ejemplo, ya nos sorprendía en la segunda temporada, cuando encontraba trabajo como recepcionista de uno de los restaurantes más lujosos de la ciudad. En esta temporada el baremo vuelve a subir y nos la encontramos, directamente, convertida en empresaria. Un salto divertido y que nos encaja con la personalidad grandiosa de la que fuese madre de la Casa de la Abundancia, pero que choca directamente con la imagen de la realidad de las mujeres trans y racializadas que no tuvieron acceso a grandes oportunidades ni formaciones, en una época en la que apenas hacía 4 años que la homosexualidad había dejado de catalogarse como enfermedad (la transexualidad tardaría aún lustros en lograr este hito).
Aunque ciertas derivas como esta (o el salto al mundo de los negocios de Papi) a ratos nos descoloquen y nos puedan hacer pensar que quizá estamos viendo 'Hollywood' en lugar de un drama sobre realidades subversivas en plena crisis del VIH, cierto es que los momentos divertidos y optimistas que ofrece este relato se agradecen cuando el drama (si crees que tras dos temporadas ya estás curado de espantos, puedes ir deshaciéndote de esa idea y sacando los pañuelos) llama, una vez más, a la puerta de los protagonistas.
Una mirada al pasado y un regreso a los orígenes
Muchos eran los seguidores que se preguntaban si 'Pose' tendría el mismo encanto conforme avanzase el tiempo y comenzasen los años 90, en los que la escena ballroom entraría en decadencia y la crisis del SIDA había mermado notablemente las energías de las personas que formaban estas Casas. Los creadores toman una inteligente decisión al echar la vista atrás y dedicar gran parte de la temporada a mostrarnos más sobre el pasado de algunos de nuestros protagonistas (lo cual nos permite reencontrarnos, una vez más, con la carismática Candy, genialmente interpretada por Angelica Ross).
La vida de Elektra antes de convertirse en madre de la Casa de la Abundancia, el inicio del vínculo fraternal de Blanca y Angel, las relaciones familiares de Pray Tell... Una sucesión de tramas que nos ayudan a dotar de una (aún mayor) profundidad a personajes de los que ya nos habíamos enamorado, y de los que no podemos quitar los ojos, a pesar de que estén diseñados para mostrarnos que todos tenemos fallos y que todos caemos en las garras de las adicciones o de la rabia (especialmente cuando las condiciones de superviviencia son tan extremadamente duras).
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Una sucesión de destellos en la oscuridad
Pese a llegar a flojear en varias de las conexiones y detonantes de algunas de sus tramas, 'Pose' ofrece una temporada final que, aunque no repita la frescura y la grandiosidad de su primera, vuelve a provocar el efecto que la serie busca. 'Pose' es una serie sobre comunidad, sobre cuidados mutuos, sobre buenos momentos. Es una serie destinada a abrir la mente a quienes viven en el prejuicio, pero también a quien se tortura con una concepción de la vida en la que lo que se valora es la meta, y no el viaje hasta ella. 'Pose' nos ha enseñado a respetar, a saber mirar qué hay detrás de cada historia, a entender que solos no podemos mover montañas, pero quizá rodeados de las personas a las que elegimos como familia, sí que podamos. 'Pose' es, por supuesto, un drama, pero más que eso, es una serie sobre unión y esperanza. Y nos costará olvidar su mensaje, y nos costará olvidarla a ella.