Ruby y Billy tienen un salvoconducto para escapar de sus vidas: si alguno envía un mensaje con la palabra "Run" al otro y recibe otro "Run" como respuesta, la huida está en marcha. Esa es la premisa de la nueva comedia original de HBO, una lúcida reflexión sobre la crisis de los treinta que casa comedia romántica y acción con precisión. Entre su equipo creativo destaca el nombre de Phoebe Waller-Bridge, que ejerce de productora ejecutiva e interpreta un papel secundario del que no desvelaremos nada para no arruinar la sorpresa, pero la demiurga del proyecto es una de sus colaboradoras más cercanas, Vicky Jones, que ha trabajado con ella en 'Crashing', 'Killing Eve' y la producción teatral de 'Fleabag', y que en 'Run' se desmarca como una voz a tener en cuenta, capaz de hilvanar géneros con una naturalidad brillante.
Domhnall Gleeson y Merritt Wever en 'Run'
Porque el atributo que más llama la atención de 'Run' desde su piloto es lo bien que integra la acción en la fórmula de la comedia romántica, subvirtiendo el habitual orden de los géneros, ya que normalmente el romance suele ser un complemento poco elaborado de las producciones más frenéticas. Partiendo de ese inusual cóctel, Jones toma lo mejor de ambos mundos y nos embarca en un escenario en constante movimiento. El plan es atravesar la geografía estadounidense de costa a costa en el plazo de una semana, al final de la cual la resucitada pareja encarnada por Merritt Wever ('Creedme') y Domhnall Gleeson ('Black Mirror') tendrá que tomar una decisión definitiva. No obstante, el verdadero misterio no es si Billy y Ruby acabarán juntos o no, sino todo lo que les ha sucedido en esas casi dos décadas que han estado separados. Ellos mismos son el enigma que se destapa poco a poco, a un ritmo bien cimentado desde el primero de los cinco episodios que hemos podido ver.
Amor sobre raíles
En vez de entregarse al hedonismo del cambio de vida radical, 'Run' escarba más profundo al exponer desde el comienzo que esto no es un arranque de cero, sino la resurrección de una llama que ninguno de los protagonistas ha querido olvidar. Sin embargo, se trata de un pensamiento idealizado, de un asidero al que aferrarse cuando vean que todo está perdido. Por eso la serie muestra la huida, pero también lo que se deja atrás, es decir, los daños colaterales de esa repentina decisión. De ahí emerge una carga dramática que nunca se hace densa para que no suponga una losa para el ritmo general, pero que supone un ancla de realismo a este viaje.
Para balancear tanto baile de géneros resultan vitales la dirección de Kate Dennis ('The Handmaid's Tale') y la química que exhiben Wever y Gleeson, que navegan por la misma longitud de onda que Jones a la hora de moldear personajes imperfectos, entre los que existe una tremenda tensión sexual que se muestra sin tabús en pantalla. Los dos se pican constantemente, cometen fallos y tratan de repararlos a la misma velocidad a la que se mueve el tren en el que van montados. Y para añadir más dinamismo, se introduce un elenco de personajes secundarios que trae bajo el brazo una dosis de intriga muy apetecible, que no ensombrece al eje romántico, y hace que este no se desgaste demasiado pronto.
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