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"Cuanto más, mejor" -o "Caballo grande, ande o no ande" si abrimos el refranero- es uno de los mantras más repetidos en los despachos del mundo del entretenimiento cuando toca afrontar una secuela, pero hemos tenido ejemplos de sobra de que el exceso no es suficiente, sobre todo si no se gestiona adecuadamente. En el mundo de la televisión, 'Stranger Things' es una de las pocas series a las que podemos colgar la etiqueta de "blockbuster de éxito" y que, debido a ese estatus, es susceptible de caer en esa tentación de atiborrarnos a estímulos a medida que crece temporada tras temporada... pero, por suerte, su cuarta entrega gestiona de manera admirable la expansión de un universo más maduro y atractivo que nunca.
Dustin, Steve, Max y Robin en 'Stranger Things 4'
Mientras que la tercera temporada mostraba ciertos síntomas de agotamiento, con algunas tramas redundantes y la sensación de que Hawkins no daba para mucho más, la cuarta finalmente se expande más allá de los límites del pueblo de Indiana. Al estilo de 'Juego de Tronos', la ficción divide su atención entre, al menos, cuatro líneas narrativas que se desarrollan en paralelo. La principal sigue siendo la de Hawkins, que se mantiene como el centro neurálgico de la serie, aunque California, Rusia y una localización subterránea también tienen peso en lo que va sucediendo.
Si en temporadas anteriores la acción transcurría durante la Navidad, Halloween o el verano, ahora los protagonistas se toman un descanso durante las vacaciones de primavera (el famoso spring break estadounidense): Mike aprovecha para visitar a Eleven en California, adonde se mudó junto a Will, Jonathan y Joyce; Hopper experimenta un extenuante 'Prison Break' en el sector soviético del globo terráqueo; y Steve, Nancy, Max, Lucas, Dustin y Robin se enfrentan a Vecna, una nueva amenaza surgida del Upside Down.
Cada una de esas tramas cuenta con tonos diferentes, de la acción al terror, sin perder el sentido del humor y de la aventura. Aunque realmente el valor no radica tanto en la diversidad como en la cohesión, en la audacia a la hora de saltar entre secuencias tan distintas con recursos efectivos y que juegan a favor del ritmo. Sobre todo en los primeros episodios, las transiciones entre localizaciones son fundamentales para que los 75 minutos que rondan la mayoría de capítulos no se hagan pesados. De hecho, el largo metraje, que a priori podría ser una desventaja, es un valor añadido porque sirve para incorporar más contenido relevante muy bien entrelazado.
Vecna, la gran amenaza de 'Stranger Things 4'
Lo mejor de cada género
La variedad de escenarios no solo contribuye a la fluidez, sino que también aporta un amplio abanico de géneros. Como siempre, la aventura ochentera corre por las venas de la serie, solo que los referentes ya no son las cintas de Amblin, ahora toca fijarse en los slashers de la época. El guiño más evidente es a "Pesadilla en Elm Street", que se plasma tanto en la propia trama, que reflexiona más de lo habitual en un tema recurrente de 'Stranger Things' como es el trauma, como a través de la aparición estelar de Robert Englund en un papel clave.
Así pues, el terror tiene más presencia de lo habitual. No se trata de un terror de susto fácil, es más bien un acercamiento al suspense psicológico, que sorprendentemente casa bastante bien con el tono desenfadado que suele prevalecer en la ficción de Netflix. Aun así, la apuesta por el género no es anecdótica, ya que es una de las constantes de una temporada que ha madurado junto a sus personajes, lo cual se agradece, porque significa que la serie no se ha anclado a un pasado cómodo, que podría haber lastrado al proyecto si los Duffer no se hubieran atrevido a evolucionar.
Lo anterior se aplica principalmente a lo que acontece en Hawkins. Por su parte, Hopper está involucrado en momentos repletos de acción, Eleven encapsula gran parte de la intriga y Mike y compañía emprenden una road movie que resulta ser lo más insustancial, al menos en el arranque de la temporada. Por suerte, no se le da demasiado bombo a los segmentos menos influyentes en el avance de la historia, por lo que el ritmo rara vez se ve amenazado.
Eleven estalla en 'Stranger Things 4'
Metamorfosis antes del fin
Que a estas alturas del texto no haya mencionado el nombre de ningún personaje nuevo (a excepción de Vecna) es bastante significativo, ya que la cuarta temporada de 'Stranger Things' tiene como principal objetivo aprovechar aquello que ha construido durante los años anteriores para expandirse. De esta manera, nuevos rostros como Eddie o Argyle son piezas totalmente secundarias, que aportan dosis puntuales de carisma, pero que están a una distancia sideral de lo que supusieron Max y Robin en las entregas anteriores.
Al no descuidar a los personajes ya conocidos, la expansión tiene unos cimientos muy sólidos, que apenas se tambalean. Además, facilita que los Duffer, que desde el principio han bebido abiertamente de ídolos demasiado reconocibles, puedan consolidar su universo con referencias internas, que ratifican que 'Stranger Things' es mucho más que la nostalgia por la que se dio a conocer.
En sus temporadas anteriores, esos guiños a la cultura popular y la facilidad para entretener eran las señas de identidad, pero la cuarta es la que realmente ha cogido las dispersas piezas que demostraban el potencial de este mundo y las ha empezado a encajar con una ambición que hasta ahora se intuía, pero que nunca antes se había expresado de una forma tan brillante y, sí, colosal, aunque en el mejor sentido posible. Este caballo no anda, vuela.