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La mayor hazaña de 'Star Wars' no ha sido la multimillonaria recaudación de sus trilogías, que da buena muestra de su innegable impacto cultural, sino la capacidad de expandirse constantemente, de componer un universo vivo que evoluciona en diferentes sentidos y medios. Sin embargo, en lo que respecta a la acción real, su faceta más comercial, todo el contenido se ha enclaustrado en el marco temporal de unos 70 años que recorre la saga Skywalker, lo cual ha terminado por asfixiar creativamente a una saga cada vez más necesitada de aire fresco. Y para abrir las ventanas llega 'The Acolyte', que tiene los mimbres para romper ciertos moldes, pero ¿realmente se atreve a hacerlo?
Una vez vistos los dos primeros episodios de la nueva serie de Lucasfilm para Disney+, aún no podemos articular una respuesta definitiva a esa pregunta, pero, más allá de los grises, que se matizarán con el resto de capítulos, la sensación inicial es que no se aprovecha el potencial regenerador. Como suele ocurrir en este tipo de franquicias, las proclamas de innovación que inundan el tour promocional se topan con un muro conservador, compactado durante tantas décadas que cuesta mucho resbalar por sus escasas grietas algún elemento diferencial.Los jedi de 'The Acolyte'
Reflejos del pasado
La ambientación de 'The Acolyte' es uno de sus principales puntos de ruptura con todo aquello comprendido entre 'La amenaza fantasma' y 'El ascenso de Skywalker'. En vez de devolvernos al auge del Imperio, a las escaramuzas de los rebeldes o al choque entre la Primera Orden y la Nueva República, la serie creada por Leslye Headland se despliega en la recta final de la Alta República, cuando la Orden Jedi todavía se encontraba en su pleno apogeo.
En aquella era, que se ha explotado en libros y cómics durante los últimos años, la paz se daba por hecho y los jedi exploraban los confines de la galaxia para expandir su alcance. No obstante, como esgrimía George R.R. Martin en 'Fuego y Sangre', las semillas de la guerra se siembran en tiempos de paz. Y aquí se pueden encontrar algunos de los primeros brotes que crecerían hasta florecer y dar lugar a la irrupción de Palpatine.
Durante la Alta República, los sith se movían en la sombra, siguiendo la Regla de Dos, por la cual tan solo dos sith podían coexistir: un maestro y su aprendiz, quien tendría que derrocar a su mentor al acumular suficiente fuerza y, tras asumir su rol, curtir a su propio aprendiz, formando así un uróboros inquebrantable. De este modo, se aseguraría la supervivencia del lado oscuro en los tiempos de bonanza de la luz. Por su parte, los jedi, ajenos a esa estratagema, no veían el fin de su hegemonía. Así pues, en 'The Acolyte' se subvierten los roles, ya que los guerreros acorralados son los villanos, aunque tampoco se dibuja un retrato hagiográfico de los jedi.
Amandla Stenberg en 'The Acolyte'
Sin desvelar demasiado de la trama, que desde el comienzo intenta impactar (con mayor o menor éxito) con resortes narrativos que rozan lo telenovelesco, el detonante de la serie es la muerte de varios jedi que guardan una cierta conexión entre sí. La oleada de asesinatos provoca que una renegada padawan vuelva a unir fuerzas con su maestro (Lee Jung-jae) para destapar la verdad sobre lo sucedido y tratar de frenar la sangría...Hasta ahí puedo escribir sin fastidiar ninguna sorpresa.
De hecho, a lo largo de toda la promoción de la serie, con sus imágenes y tráilers, se ha jugado mucho al despiste para preservar las sorpresas, así que no seré yo quien las arruine, pero es cierto que aquello que se ha tratado de ocultar no se enmascara con especial sutileza en el arranque de 'The Acolyte'. Y es que los hilos narrativos de Headland, pese a las habilidades demostradas en 'Muñeca rusa', resultan demasiado predecibles en los episodios iniciales. El misterio no termina de funcionar como combustible de la ficción, que avanza a trompicones y sin terminar de generar la tensión necesaria para establecer un vínculo poderoso con ella.
Entre la luz y la oscuridad
A pesar de la falta de ritmo, cabe resaltar que la experiencia de ver 'The Acolyte' no es tan estéril como la de meterse de cabeza en los secarrales de 'El libro de Boba Fett', 'Obi-Wan Kenobi' y la tercera temporada de 'The Mandalorian'. La breve duración de los episodios, aunque no tanto sus anticlimáticos finales, favorece a la serie en cuanto a convertirla en un entretenimiento superficial, pero un metraje más extenso le habría permitido ahondar más en un elenco de personajes tan amplio que, con tan poco tiempo en pantalla, bien podría pasar por mobiliario galáctico.
En ese sentido, la serie toma claramente el sendero creativo de pasar de puntillas por los temas escabrosos, renunciando a un toque de oscuridad que habría conjuntado con el dilema que se intuye en sus protagonistas. Aun así, es probable que más adelante esos arcos narrativos echen raíces y se exploren de manera más profunda, ya que la serie quema etapas demasiado rápido como para no ocultar un plan ulterior. Sin embargo, como no se puede juzgar únicamente por el potencial (como bien nos enseñó 'Invasión secreta'), resulta un tanto decepcionante que el punto de partida no exprima mejor el formato televisivo para tejer un entramado más interesante y complejo.
'The Acolyte' se conforma con evocar el tono disfrutón y ecléctico de 'Star Wars' con personajes inéditos (aunque reconocibles en esencia) y un relato que coquetea con el lado oscuro, pero cae presa de la dicotomía que tantas veces ha mermado a la saga en la pequeña y la gran pantalla: renovarse o repetirse. 'Andor' jugó la primera carta y salió victoriosa, mientras que 'The Mandalorian' en sus inicios fue capaz de reformular el espíritu de la saga sin traicionarla, por lo que no hace falta renunciar a aquello que hace grande a 'Star Wars' para brindar algo nuevo, pero sí que es necesario aportar una personalidad que, por el momento, 'The Acolyte' no ha sido capaz de exhibir con la suficiente fuerza.