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¿Por qué nos fascinan tanto los superhéroes? Si algo ha demostrado el Universo Cinematográfico de Marvel es que el público está ávido de aventuras en las que disfraces extravagantes, tramas clónicas y épicas evasivas se mezclan con grandilocuentes efectos visuales para sumergirnos en experiencias tremendamente inmersivas. Durante un par de horas, volamos, nadamos, corremos y, prácticamente, latimos al mismo ritmo que el héroe o la heroína de turno, y al conocer los orígenes de cada uno de ellos podemos llegar a empatizar con sus dramas personales. Sin embargo, rara vez vemos la cara más tenebrosa de estos poderosos personajes y los daños colaterales que provocan sus hazañas. Para llenar ese vacío llega 'The Boys', que transforma la fascinación superheroica en idolatría y las buenas intenciones en un ejercicio de manipulación masiva.
Homelander siempre tiene tiempo para selfies
El impecable primer episodio de la serie de Amazon hace un trabajo brillante a la hora de presentar a todos los personajes, con momentos sobrecogedores, en los que el humor negro, la crítica social y la tragedia pura se dan de la mano. Además, el showrunner de 'The Boys', Eric Kripke ('Sobrenatural'), acierta al trabajar el tono hiperbólico inherente a los relatos de superhéroes a través del prisma de lo prosaico. Por ejemplo, hasta en sus situaciones más íntimas, los miembros de los Siete no se desprenden de su traje. De esa manera, se lleva a cabo un ejercicio simultáneo de parodia y de introspección emocional de estos personajes, cuya personalidad pública, fruto del marketing más agresivo, ha fagocitado en gran medida a la privada.
Hughie y Butcher no temen mancharse las manos
Predicadores de altos vuelos
El grupo de Butcher es el contrapunto perfecto a los corrompidos héroes de Vought, sobre todo porque mientras en la gran corporación reinan la desconfianza y el miedo, entre el otro escuadrón brota poco a poco un valioso principio de lealtad. No obstante, ese germen de amistad no implica una moral impoluta, ya que abrazan la brutalidad en repetidas ocasiones para alcanzar sus objetivos. Y es que 'The Boys' también tiene un toque de gore muy orgánico, con bebés que parten cuerpos por la mitad y peleas bañadas en sangre. Esa brutalidad está impregnada por un humor crudo que encaja con la perversa mentalidad de varios de los protagonistas, y que es de agradecer al no limitar la serie por correcciones políticas absurdas.
De hecho, 'The Boys' se siente cómoda entre la polémica. Al tratarse de ídolos de masas alzados por una compañía con intereses propios, los Siete no dejan de ser dictadores de ideologías, capaces de determinar el devenir de la sociedad estadounidense en cuestiones políticas, religiosas, militares... Así surgen inevitables referencias a la figura de Donald Trump, además de abordar debates relativos al feminismo, el acoso sexual o las auténticas raíces del terrorismo. Cuestiones que se tratan sin reparos y sin alterar el tono satírico de la serie, que a lo largo de sus ocho horas no pierde fuelle, aunque sí que existe una brecha entre el frenético ritmo del piloto y el tempo más equilibrado de las siete entregas restantes. Es evidente el mayor despliegue de medios invertido en su arranque, que es la carta de presentación perfecta para introducirse en este universo, siempre que su cínico y oscuro estilo vaya contigo.
Queen Maeve y Homelander reciben el cariño de las masas
Un reverso necesario
En la consecución del tono óptimo ha influido en gran medida la implicación de Seth Rogen y Evan Goldberg en el desarrollo de la serie, que con 'Preacher' ya demostraron comprender el particular estilo de Ennis. En la era hegemónica de Disney, que ha hecho historia al implantar su blanca esencia en los apasionantes héroes de Marvel, necesitábamos una historia de superhéroes que ahondara en el elevado potencial de putrefacción ética que va ligado al poder, y 'The Boys' cumple con creces a la hora de adentrarse por esos tenebrosos y fascinantes vericuetos.