'The Boys' nunca ha sido una parodia simplista. La adaptación televisiva de los cómics de Garth Ennis y Darick Robertson ha deslumbrado desde su arranque por su atinado tono satírico, tan salvaje como relevante, con el que ha sido capaz de retratar miserias morales reconocibles sin renunciar al disfrute más irracional. La tercera temporada vuelve a apretarnos de la muñeca para tomar el pulso de la sociedad que la consume, pero lo hace con menos firmeza e impacto que sus predecesoras.
Hughie cambia de aires en la tercera temporada de 'The Boys'
El cierre de la segunda entrega me voló la cabeza (no tanto como a algunos personajes, pero casi), y tras una larga espera finalmente he podido ver los tres primeros episodios de la nueva temporada, que despliegan una amalgama de tramas más dispersa de lo habitual. La abundancia de protagonistas ha sido una constante en 'The Boys', que ha ayudado a mantener un ritmo que, sin ser frenético y descerebrado, siempre ha sido muy enérgico. En esta ocasión, al colocar tantísimas piezas en puntos diferentes de su tablero, la serie pierde un poco el foco, viéndose ralentizada en un arranque que carece de un nexo lo suficientemente apasionante como para encauzarlo todo.
Lo más parecido a un hilo conductor es la nueva realidad de Homelander que, una vez más, está anclada en el mundo que nos rodea. El superhéroe interpretado por Antony Starr queda en una posición muy cuestionada tras haberse alineado con una nazi confesa como Stormfront, lo cual empaña tanto su imagen pública como la de Vought. Ante esta enésima polémica, 'The Boys' no repite los pasos que ya ha dado y va aún más lejos a la hora de retratar la despiadada y ególatra personalidad de un Homelander que corre riesgo de quedarse obsoleto, dentro de la ficción y para el público.
Butcher y Homelander conversan en 'The Boys'
A su ritmo
Mientras Vought reestructura el statu quo de los Siete, el otro grupo, el que da nombre a la serie, sigue operando en busca de superhéroes que se estén excediendo. Aquí entra en juego la brutalidad que siempre envuelve a Butcher, que ahora tiene que responder por sus actos y por las operaciones que emprende junto a Frenchie y Kimiko. Aun así, el grado de gore se mantiene a un nivel de explicitud difícilmente superable, y en ocasiones hasta desagradable, que queda patente desde una secuencia en particular del primer episodio.
Por su parte, Hughie se mueve en un ambiente totalmente diferente al que nos tiene acostumbrados tras haberse asociado con Victoria Neuman, desconocedor de la auténtica naturaleza de su jefa, y debido a su relación con Annie, quien también afronta una situación insólita dentro de Vought. A todo esto se suman las aportaciones de A-Train, The Deep, Maeve o Ryan, cuyas subtramas se entrelazan más o menos con las de los auténticos protagonistas, aunque gozan del suficiente tiempo en pantalla como para hacer más denso el inicio de la temporada.
Normalmente, la sensación de cierto desgaste se paliaría introduciendo desde el comienzo las grandes novedades, pero la tercera temporada de 'The Boys' se toma las cosas con calma. De hecho, el fichaje estelar de esta tanda, el de Jensen Ackles como Soldier Boy, se va presentando de manera progresiva, demostrando que el showrunner Eric Kripke ha esquivado el efectismo que te otorga la inmediatez para apostar por una narrativa más pausada, que contrasta con el estilo característico de 'The Boys', pero que no es necesariamente algo negativo si en última instancia el sosiego sirve para construir algo más potente.
The Deep en la tercera temporada de 'The Boys'
Las raíces de Vought
Pese a ese ralentí con el que arranca la tercera temporada, algo que sí resulta prometedor es su mirada hacia el pasado. En todo momento, una de las principales virtudes de 'The Boys' ha sido la construcción de su mundo, el famoso worldbuilding, que ha facilitado que nos sumerjamos en un universo donde la influencia de los cabrones que (supuestamente) lo protegen siempre es palpable. Por eso, la inclusión de flashbacks que ponen en contexto el ascenso de Vought y su impacto social es de agradecer, ya que promueven que la mitología de la serie madure.
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Precisamente el cuidado con el que se expande este mundo es una de las principales razones por las que tengo muchas ganas de avanzar en la tercera temporada, por más que su despegue haya ido más a ras de suelo de lo esperado. Con los precedentes que la han elevado a la cima de la televisión contemporánea y a falta de que la nueva caballería irrumpa del todo, tengo motivos de sobra para confiar en que lo que está por venir puede sacudirme las dudas despertadas por este retorno, que mantiene viva la sátira, pero no tanto la frescura.