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El catálogo de Netflix se ha convertido en un laberinto de espejos, en el que resulta más probable chocarse que encontrar el camino correcto. Al emprender ese abrumador trayecto de elegir en qué serie invertir nuestro tiempo, pocos títulos irradian tanta confianza y garra como 'The Crown', que, después de dos años de espera, regresa con una ineludible tercera temporada, capaz de mantener el excelente nivel de sus predecesoras para viajar una vez más al epicentro de la soledad de cada uno de sus personajes.
Olivia Colman y Tobias Menzies componen el nuevo matrimonio real
Por lo tanto, lo más apasionante de 'The Crown' vuelve a ser la sensible exposición de los esfuerzos, más o menos fructíferos, que llevaron a la corona británica a no perder la vigencia y la estabilidad, en detrimento del equilibrio emocional de sus propios protagonistas. En ese sentido, el paso del tiempo queda patente en los rostros del nuevo elenco, cuyas arrugas son la condensación de aquellas tensiones e intrigas que antes pululaban por el aire palaciego y que ahora son una losa tremendamente pesada. Por eso, no había una candidata mejor para sustituir a Claire Foy al frente de la familia real que Olivia Colman, una institución en sí misma, acostumbrada a cargar con el peso de la corona tras su inolvidable labor en "La favorita".
Josh O'Connor nos muestra a un Carlos más maduro y rebelde
De aquellos polvos...
Colman encarna a una Isabel más desencantada que la de Foy, insegura acerca del legado de su reinado. Una implacable estatua de hielo que se derrite en contadas ocasiones, y que ha asumido que su oficio implica un alto grado de deshumanización. Cada primer plano de la protagonista es un lienzo que se eleva por los pequeños detalles y gestos, ya que, tras una primera escena en la que parece tener una actitud más corrosiva y abierta que antes, Isabel vuelve a retrotraerse y a camuflar su voz, para limitarse a ser el ideal que presuponen sus súbditos.
Sin embargo, Isabel no acapara la atención, y, como es habitual en 'The Crown', el protagonismo se democratiza entre el resto de personajes principales, que también tienen espacio para brillar por su cuenta. Aparte del ejercicio de contención emocional de Colman, hay que resaltar la interpretación de la princesa Margarita desempeñada por Helena Bonham Carter que, a pesar de que el carácter de su personaje pudiera invitar a los excesos y la sobreactuación, ofrece un desgarrador retrato de la hermana de la reina, sumida en una relación tóxica y en una existencia etílica. Y si nos atenemos a la línea de sucesión, sería una ofensa no reivindicar el trabajo de Josh O'Connor, el actor que da vida al Carlos, que carga con las cicatrices creadas en "Paterfamilias". Esta es la temporada del hijo de Isabel y Felipe, que finalmente tiene que asumir las responsabilidades de la vida pública, aunque su personalidad inquieta choca constantemente con el estatismo de su madre, culminando esa colisión en el imprescindible episodio de su investidura como príncipe de Gales.
Helena Bonham Carter interpreta a una volátil Margarita
El resplandor de la corona
El impecable trabajo ante las cámaras es correspondido por una factura formal que recorre con la misma elegancia la superficie de la Luna que el interior de una mina de carbón, posibilitando que la espectacularidad y la instrospección vayan de la mano sin caer en la banalidad. No obstante, la aplicación de ese caleidoscopio de miradas provoca que haya algún episodio más redundante que los demás, pero, en términos generales, la reutilización de los sellos de identidad de la serie (los montajes paralelos, las tensas llegadas sobre ruedas a palacio...) no resulta cansina, y no impide la introducción de nuevas fricciones, vestuarios más modernos e, incluso, música de David Bowie.
Al fin y al cabo, 'The Crown' sigue siendo 'The Crown' a pesar de la transición en el reparto, que aporta credibilidad al bagaje, los remordimientos y la melancolía de los protagonistas. E independientemente del posicionamiento en el debate sobre la anacronía de la monarquía, estamos ante el caballo ganador de Netflix, cuyo galope tiene el poder suficiente como para embobar al unísono a una heredera de alta alcurnia y a un republicano acérrimo. Una sintonía que parece cada vez más utópica, y que 'The Crown' alcanza sin deshacer la permanente de la reina.