Damien Chazelle ha sido incapaz de seguir su propio tempo. Después de abrirse paso a base de percusión y coreografías con "Whiplash" y "La La Land", el oscarizado cineasta emprendió en 2018 un insípido viaje al espacio con "First Man". Dos años después de esa árida travesía, Chazelle debuta en la pequeña pantalla con el estreno del drama musical 'The Eddy' en Netflix, regresando así a su género predilecto desde una perspectiva más liberada, pero mucho menos efectiva, que probablemente hará que se diluya entre el masivo catálogo de la plataforma de streaming.
André Holland y Amandla Stenberg, padre e hija en 'The Eddy'
El título de 'The Eddy' hace referencia al local parisino en el que se desarrolla buena parte de la acción de la serie, que en cada episodio presta especial atención a un personaje en concreto. El primero de los dos capítulos que hemos podido ver, ambos dirigidos por Chazelle, presenta a Elliot (André Holland), un pianista de jazz estadounidense que decidió romper con todo para abrir este club musical junto a su socio local, Farid (Tahar Rahim). A pesar de haber abandonado las actuaciones en público, Elliot dirige la banda residente de The Eddy, con la que paga las frustraciones de un negocio que cada día lucha por sobrevivir. Por si no fuera suficiente con esa apurada situación, la llegada de Julie (Amandla Stenberg), su problemática hija adolescente, de Nueva York y la revelación de unas prácticas ilícitas en el club hacen peligrar aún más la ya de por sí frágil estabilidad emocional de Elliot.
En ese entramado argumental, la música sirve de elemento conductor y vía de escape de la mayoría de los protagonistas y del propio Chazelle, que lejos de resguardarse en su zona de confort exhibe un estilo radicalmente diferente al de "Whiplash" y "La La Land", en lo que parece ser su candidatura frustrada a integrante de la nouvelle vague. Desde la primera secuencia se evidencia una estética más europea con la que se pretende generar un ambiente de espontaneidad que no termina de cuajar, ya que ocasionalmente se atiza al espectador con algún que otro plano desenfocado y encuadres más supeditados a ese estilo mal comprendido que a las emociones de los personajes. Estos defectos merman un arranque cuyo plato fuerte son los momentos musicales, sobre todo los impulsados por el montaje, pero que por lo demás deja mucho que desear.
Tahar Rahim y Leïla Bekhti bailan en 'The Eddy'
Partitura desigual
El primer episodio es un piloto demasiado anticlimático, con algún golpe de efecto disperso, pero en general mermado por la rígida personalidad del protagonista, que desgraciadamente no guarda demasiadas diferencias con el impertérrito Neil Armstrong de Ryan Gosling. El ritmo flácido, sin apenas tensión, sumado a los 70 minutos de duración, no es la mejor carta de presentación, pero si dejamos que la autorreproducción de Netflix siga su curso, el segundo capítulo supone una mejora sustancial. Al dejar un poco de lado a Elliot para fijarse en Julie, el realismo sin aditivos de 'The Eddy' encuentra una base más interesante en los traumas de esta adolescente, extranjera dentro de París y de sí misma.
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El impacto de cada entrega de esta miniserie dependerá en gran medida del dibujo de sus personajes, creados por Jack Thorne, guionista de 'La materia oscura' y 'The Virtues', que en tan solo dos episodios ya nos han embarcado en unos decepcionantes altibajos narrativos. Aunque 'The Eddy' pretende ser una inmersión sin ataduras, los ramalazos de una estética menos cuidada de lo debido y la falta de interés inicial de sus personajes hacen que se quede en un experimento aparentemente improvisado, que desentona en la línea de producción original de Netflix, no por su mayor o menor calidad, sino por su ritmo menos pulido.