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Si hay algo que ha caracterizado a 'Westworld' desde su primera temporada, allá por el 2016, es el aprovechamiento minucioso de cada una de las posibilidades de la original premisa que ideara el novelista Michael Crichton para su película de 1973. Sacando el máximo partido a la estructura episódica de su nuevo formato, Jonathan Nolan y Lisa Joy han ido exprimiendo todas las reflexiones filosóficas, debates éticos y posiblidades argumentales que se derivan de estos personajes que se mueven por un mundo en el que las inteligencias artificiales toman consciencia de sí mismas. Esto ha cansado a algunos de los que se han acercado a la ficción de HBO, que la han tachado de lenta, pero los fieles seguidores de esta pormenorización de debates existencialistas en torno a la ciencia ficción volverán a encontrar otra buena ración en su tercera temporada.
Mientras que en la primera temporada la narrativa aún se encontraba muy apegada a la ficción del parque temático ambientado en el oeste estadounidense en que comienza todo y la segunda transforma ese paisaje (y algunos otros que descubrimos) en algo nuevo conforme evolucionan los personajes, esta tercera parte es la más rompedora. En los cuatro primeros episodios a los que hemos tenido acceso ya se confirma lo que se sospechaba en los tráilers: la historia sale del parque. Si hasta ahora nuestra visión del mundo exterior a las ficciones de los parques temáticos eran los pasillos asépticos de las instalaciones de Delos, ahora podemos conocer el destino (a veces desafortunado) de ciudades como Los Ángeles, Londres o París en este mundo futurista.Dolores Abernathy vuelve dando guerra en la tercera temporada de 'Westworld'
Adaptándose a lo que hay fuera
Esta nueva y amplísima sociedad a explorar trae consigo nuevos e interesantes personajes, como los interpretados por Aaron Paul y Vincent Cassel. Caleb, el papel que interpreta el primero de los mencionados, es especialmente innovador, porque introduce a una persona de a pie en 'Westworld'. Más aún, una persona de a pie a la que vemos contestataria, o al menos reacia, a la tecnología y el sistema que se deriva de ella. Hasta ahora, los humanos que habíamos visto en la serie se movían por ruines despachos, fríos laboratorios o eran los invitados de los parques temáticos. En resumidas cuentas, personas que gozan de una elevada posición social o que están de acuerdo con la manipulación de inteligencias artificiales, en mayor o menor grado. Es un ángulo de la humanidad con la que los anfitriones no se han topado y que resulta interesante saber cómo podría afectarles.
A quien más podría afectar esta irrupción de Caleb en las tramas es a Dolores, que ha asumido plenamente el rol hacia el que se encaminaba al final de la segunda temporada. Evan Rachel Wood sigue estando espectacular dando vida a esta nueva e indómita forma de vida sintética que lleva a cabo sus planes de forma implacable. No obstante, quien sufre una evolución más radical en su papel es Tessa Thompson, que interpreta a una nueva versión de Charlotte a través de quien se explora otra nueva capa en la psicología de los anfitriones. Una nueva prueba de esa inteligente forma de desmenuzar cada posibilidad que brinda el concepto inicial del que hablábamos al principio. De entre quienes regresan, también lo hace brillando Ed Harris, cuyo personaje podría pensarse que está acabado tras su exhibición en la temporada pasada, pero que todavía protagoniza monólogos impactantes así como algunos de los sorprendentes giros de guión que caracterizan a la serie.
Caleb, principal incorporación de la tercera temporada de 'Westworld'
Viejas costumbres
La salida al exterior de la serie podría suponer una decepción para quienes se engancharon a 'Westworld' atraídos por su parte de western o para aquellos que disfrutaron viendo luchas de samuráis en la segunda temporada. Estos seguidores ávidos de que se sigan explorando las posibilidades que ofrecen los parques temáticos ambientados en toda clase de contextos aún se llevarán alguna agradable sorpresa, no exenta de su necesaria vuelta de tuerca. No obstante, la fórmula de la simulación enmarcada en el parque temático se demuestra algo gastada, tanto en su efecto para el ya acostumbrado espectador como en la coherencia que pueda tener con una historia que ya ha avanzado a nuevas fronteras. Funciona apenas durante algunas escenas, gracias a esa mencionada vuelta de tuerca, y en algún divertido gag que referencia a otras ficciones de HBO, pero por lo general parece que el futuro de la ficción pasa por explorar las posibilidades del mundo de los humanos. Puede que suponga renunciar a una de las señas de identidad de la serie, pero es el precio a pagar por esa exploración tan minuciosa de cada posibilidad planteada.
Del mismo modo, el regreso de algunos personajes, sin llegar a causar indiferencia, puede ser algo desafortunado. El caso más paradigmático es el de Maeve, que había tenido un final trágico, con su punto agridulce y su dosis de épica, en el clímax de la segunda temporada, y cuya recuperación para esta tercera parte no parece estar suficientemente justificada. Es verdad que los sucesivos y esperables giros de guión ubican al personaje de Thandie Newton en una posición mucho más interesante de lo que nos sugerían sus primeras apariciones, pero no parece claro qué nos puede ofrecer esta madame que adquirió consciencia de un modo paralelo aunque diferente al de Dolores, aparte de más de lo mismo. Además, por momentos parece que pisa el rol que debería desempeñar Bernard, de acuerdo a lo que vimos en el final de la temporada pasada. Si bien es cierto que el programador y anfitrión interpretado por Jeffrey Wright deambula un poco perdido por la trama, arrastrando con él a Stubbs (Luke Hemswort). Aún así, es de esperar que el desarrollo errático de la pareja tenga justificación de cara al, seguramente, revelador y sorprendente último episodio.
El aspecto de Bernard en la tercera temporada de 'Westworld'
Entre lo bello y lo posible
En el apartado técnico, los efectos especiales siguen despuntando en una serie que se supera una vez más. De contener la recreación de tecnologías a espacios cerrados y habitualmente oscuros, hemos pasado a grandes ciudades repletas de arquitecturas vanguardistas e innovadores vehículos. Todo ello en un estilo propio que, siendo claramente original, mantiene un punto de apoyo en el presente, mostrando una estética futurista que no resulta exagerada y, por ello, parece cercana y posible. Lo seductor de la tecnología y el paisaje urbano que nos presenta 'Westworld' es que, a pesar de que estemos lejos de crear androides hiperrealistas e inteligencias artificiales autónomas, su mundo tiene elementos que somos capaces de identificar en el nuestro.
Nos vende mejor esa estética tan afinada una dirección muy centrada, una vez más, en la fotografía y en epatar al espectador con sus grandes paisajes y ambientaciones. Este apartado de dirección brilla especialmente en el piloto, cuando, bajo la batuta de Jonathan Nolan, se nos brindan algunas de las escenas de acción más espectaculares y bien pensadas de toda la serie, lo cual no es poco decir. Todo ello para que brille una violencia tan directa como la serie habitúa, que ayuda especialmente a encumbrar a Dolores como una mujer de armas tomar que recuerda al mejor "Terminator".
Aaron Paul como Caleb en la tercera temporada de 'Westworld'
Un filón filosófico inagotable
Pero, una vez más, bajo toda la espectacularidad y las tramas personales más o menos bien llevadas, esta serie nos cuela nuevas y sesudas reflexiones sobre la condición humana. Vuelven a darse más vueltas a los conceptos de libertad de elección y moralidad, y lo que ésta última significa para individuos que únicamente siguen sus impulsos, sean escritos en su programación o grabados obsesivamente en sus cerebros. Además, de acuerdo a las revelaciones que se hacían durante la segunda temporada, se abordan nuevos temas como la aceptación de la muerte, propia y ajena, y el papel que ello juega en la configuración de la personalidad humana. Así como, por supuesto, el que podría jugar en la posthumana.
Con tanto trasfondo filosófico y un amplísimo y complejo mundo por explorar, no parece que la tercera temporada de 'Westworld' sea la que marque el agotamiento de su franquicia. Quizás no pueda decirse lo mismo de alguno de sus elementos, que tal vez haya regresado más por nostalgia que por funcionar o ser verdaderamente útil. No obstante, el ritmo de la serie sigue funcionando tal y como lo ha hecho siempre, sin prisas pero con una magnífica ejecución que se detiene a explotar todo aquello que tiene a su disposición para diseccionarlo ante el espectador. Todo ello en un relato en el que, hasta ahora, el desenlace ha jugado un papel fundamental, por lo que cabe esperar que las piezas que en un principio nos parezcan sueltas vuelvan a casar de nuevo en la maquinaria perfecta y futurista diseñada por HBO.