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La gala número 71 de los Premios Emmy se retransmite mediante la FOX, y, aunque estaba previsto que no hubiese ningún presentador este año, la gala empezó con una de las estrellas de la cadena: Homer Simpson. El padre de familia de 'Los Simpson' apenas arrancó la gala cuando sufrió un accidente que solo podría ocurrirle a un dibujo animado: un piano le cayó encima. Un terrible accidente que sorprendió a todos, pero que sobre todo sorprendió mucho a Anthony Anderson, que saltó para tratar de salvar el espectáculo. Así arrancaba el gag inicial de esta entrega de premios.
Anthony Anderson rechaza un vaso de Starbucks para no ser "como 'Juego de Tronos'"
El cómico continuó su periplo por el backstage en medio de otros chascarrillos. Por ejemplo, repasó el número de invitados y trató hacer algunas correcciones para que tuvieran el color de piel que mejor se ajustara al grado perfecto de diversidad: "Este es demasiado blanco, este demasiado negro...". Finalmente, como no se mostraba seguro de llevarse el Emmy al que está nominado por mejor actor de comedia, decidió saquear unos cuantos premios, con ayuda de su madre, que apareció de repente para llevarse los premios en el bolso.
Presentando de verdad
Dejando a un lado los actos delictivos de Anthony Anderson, la gala pasó por corte a Bryan Cranston, que se incorporó al escenario, supuestamente de forma apresurada, ya que lo hizo entre quejas de: "¿No se suponía que iba luego?". Ya en su discurso, el tono giró a algo más serio, con una introducción sobre la historia de la televisión en la que hubo una mención a la retransmisión de la llegada del hombre a la luna cincuenta años antes y que concluyó con un lapidario comentario del actor de 'Breaking Bad': "La televisión nunca ha sido tan buena".