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'Falcon y el Soldado de Invierno' ha bajado a la calle. Si 'Bruja Escarlata y Visión' se centraba plenamente en el drama interior de Wanda, la segunda serie de Marvel Studios para Disney ha hecho todo lo contrario: ahondar en una tragedia que afecta a todo el planeta. El conflicto entre los Sin Banderas y los estamentos gubernamentales ha retratado esa preocupación por cuestiones tan actuales como la gestión de la relocalización de los refugiados o el racismo sistemático, anclándolas a un evento determinante en el Universo de Marvel como el Chasquido.
Sam Wilson con su nuevo traje en 'Falcon y el Soldado de Invierno'
John Walker ha regresado con un semblante enfurecido y con el escudo que él mismo ha forjado. A pesar de su poderosa entrada, ha sido incapaz de aplacar a Karli y sus compañeros, pero sí ha conseguido evitar, momentáneamente, que el furgón cargado de políticos se estrepitara desde una gran altura. Aun así, el auténtico héroe ha sido Sam que, tras la trágica muerte de Karli a manos de Sharon, se ha puesto frente a las cámaras para reprender a todos esos políticos altivos ante los problemas que afrontan los más vulnerables. Un momento realmente memorable que habría que poner en bucle a los oportunistas que politizan cada problema sin preocuparse por diagnosticar la raíz del conflicto.
Reivindicando el legado
Una vez resuelto el festival de acción, 'Falcon y el Soldado de Invierno' se ha dedicado a atar cabos. Walker ha asumido la identidad de US Agent impulsado por Valentina, Bucky ha completado su arco de redención al tachar todos los nombres de su libreta y, en la escena postcréditos, Sharon Carter ha recibido el indulto, para después evidenciar que piensa vender secretos gubernamentales desde su nuevo puesto.
Sin embargo, la clausura más interesante ha sido la de Sam, siempre preocupado por lo que su precursor, Isaiah Bradley, pudiera pensar de él. Tras su discurso se ha ganado el respeto del supersoldado afroamericano que, en vez de ver su labor reconocida por el Gobierno, fue aprisionado, ocultado y sometido a pruebas científicas. Con su nieto Eli siempre de fondo, anticipando lo que podría estar por venir en el UCM, Isaiah ha acudido junto a Sam a descubrir su estatua, la constatación de que, ahora sí, forma parte de la historia. La voz de la comunidad negra ya no está silenciada y Sam es el mejor referente posible para representarles tanto a ellos como al resto de una sociedad que no observará desde las alturas, sino codo a codo.