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Durante el fin de semana hemos dado buen uso a nuestras cuentas de Netflix para devorar la tercera temporada de 'Élite', que llegaba con otro asesinato bajo el brazo, nuevas caras y la promesa de cerrar una etapa. No obstante, al acabar de ver los ocho episodios, que preservan el estilo que ha llevado a la ficción española a ser un fenómeno internacional, nos han quedado gustos diferentes, por lo que desde FormulaTV hemos querido defender dos posturas diametralmente opuestas:
A favor
Nadia, Lu y Rebeca en 'Élite'
La tercera temporada de 'Élite' no podría haber llegado en un momento más oportuno. En tiempos de coronavirus, la ficción de Netflix se ha convertido en el antídoto perfecto para sobrellevar el aburrido aislamiento. De hecho, necesitaríamos ocho capítulos diarios para hacer este encierro más llevadero. No es un cierre de ciclo perfecto, pero da todo lo que se espera de ella: entretenimiento y mamarrachismo en vena. No negaré que los guionistas ponen al límite la verosimilitud, obligando al espectador a entrar en un código surrealista que no entiende de razones. Pero, ¿nuestra realidad actual no es también lo suficientemente rocambolesca como para creerla? Si logras entrar, no puedes parar de disfrutar de un frenético maratón. No importa si todo tiene sentido o no, la serie es absolutamente autoconsciente de lo que es y saca pecho por ello.
A pesar de volver a contar con la misma estructura narrativa como arco argumental de la temporada, han conseguido que este flashforward sí le dé un buen empaque que permita cargar de emoción y misterio a este final de ciclo. No negaré que parte del desenlace era previsible, pero no es un problema. Las acusaciones cruzadas entre personajes, que nos muestran desde los primeros episodios, hacen presagiar lo que finalmente acabaría ocurriendo: todos unidos por su amistad, intentando ocultar a la verdadera culpable del asesinato de Polo (Álvaro Rico). Un cierre cargado de emoción donde hubo muchas lágrimas por mi parte y poco papel para secármelas. Hay que racionarlo...
Una temporada mucho más oscura, íntima, sentimental y menos sexual, sin perder su frivolidad, que ha profundizado en la evolución de los alumnos de Las Encinas, dando como resultado a una auténtica protagonista: Lu. El personaje interpretado por Danna Paola ha sobresalido desde el principio, como la divertida villana del colegio que estaba dispuesta a todo por conseguir sus objetivos. Un ser totalmente frío y despiadado que ha ido humanizándose lentamente hasta llegar a esta tercera temporada donde su crecimiento ha sido brutal, con esa conexión tan especial con Nadia (Mina El Hammani). Sin duda, uno de los momentos más emotivos y tiernos de la temporada es su declaración ante la inspectora (Ainhoa Santamaría). Una secuencia que representa todo el crecimiento personal del personaje y que la convierte en la reina de la temporada y de la serie. Y ahora estoy aquí, en casa, esperando el estreno de la cuarta temporada...
En contra
Polo agarra a Valerio del cuello en 'Élite'
Alejandro Rodera
'Élite' siempre ha sido dos series en una: un thriller deudor de la fragmentada estructura de 'Big Little Lies' y un drama adolescente en el que los excesos son la marca de la casa. Sin embargo, esos dos elementos, como agua y aceite, nunca han conseguido mezclarse del todo para golpear al unísono. Desde la primera temporada, que es la que más cerca estuvo de patentar el cóctel del perfecto placer culpable, esa disociación no ha sido impedimento para engancharnos de manera enfermiza a cada uno de sus estrenos, y la tercera entrega no ha sido una excepción. Pero, en esta ocasión más que nunca, no he podido evitar preguntarme si realmente la serie de Netflix tiene algo más que la habilidad de engancharnos.
El primer episodio, que repite la estrategia de la primera temporada tras la fallida reinvención de la segunda, no tardaba en darme la respuesta a ese interrogante, esgrimiendo tramas aleatorias a diestro y siniestro, pero, como siempre, los enredos de Las Encinas volvieron a absorberme de forma irracional. Una vez enganchado, bajé a la calle para que me diera el aire por última vez antes del encierro generalizado, y al volver a darle al play horas después, me fue imposible no darme cuenta de que 'Élite' se ha convertido en una parodia de sí misma: la investigación policial ya es incompetente por naturaleza, dando todo el margen de maniobra posible a los protagonistas -y los guionistas- para campar a sus anchas; los nuevos personajes, Yeray (Sergio Momo) y Malick (Leïti Sène), son totalmente intrascendentes, sobre todo el primero, siendo incapaces de inyectar la vitalidad que aportaron Rebeca (Claudia Salas) o Valerio (Jorge López) en la segunda temporada; y el esquema narrativo es tan redundante que las sorpresas son mínimas, denotando un agotamiento muy preocupante de cara al siguiente ciclo.
Esas y otras tantas carencias, sumadas al hecho de asignarle el papel de asesina al personaje que más ha vagado sin rumbo a lo largo de la temporada, llevan a 'Élite' a suspender sus asignaturas pendientes, que, a pesar de todo y gracias a su metralla de estímulos, no hacen mella sobre el compulsivo atractivo de una serie que año tras año demuestra que da igual la identidad del criminal de turno. Los culpables somos nosotros por verla.